Isabel Zendal: el triste final de la heroína olvidada que da nombre al nuevo hospital contra el coronavirus
Española y madre soltera, fue la primera mujer en participar en una expedición sanitaria internacional. Sin embargo, y a pesar de sus servicios, falleció olvidada al otro lado del Atlántico mientras solicitaba una pensión para su hijo
Isabel Zendal fue una heroína olvidada que entregó su juventud a España y a la ciencia. Inmersa de lleno en el siglo XVIII, esta enfermera y madre soltera decidió abandonar su tierra natal para poner rumbo al Nuevo Mundo como parte de la Expedición Filantrópica de la Vacuna . Fácil de resumir a lo largo de unas líneas, pero difícil de entender en una época dónde las mujeres luchaban todavía por abrirse camino en la sociedad.
A lo largo de un viaje que anhelaba erradicar la viruela en todos los recovecos del renqueante Imperio español , la gallega se encargó del cuidado de los niños inoculados con el virus; una tarea que le granjeó su cariño y un espacio en la Historia
Pero, como suele pasar en nuestro país, la historia de esta heroína (una que no luchó con la espada, sino con el trabajo duro) se había quedado hasta ahora ahí, en los libros de Historia. Olvidada y casi extraviada. Estos días, sin embargo, ha vuelto a ser alumbrada por los focos de la actualidad después de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso , haya inaugurado el hospital de epidemias Isabel Zendal . Un centro que, más allá de la controversia que todavía genera entre los diferentes partidos políticos, rememora a la primera mujer en participar en una expedición sanitaria internacional .
Hacia en Nuevo Mundo
Según explica la doctora en Historia Susana María Ramírez Martín en un artículo sobre esta enfermera elaborado para la Real Academia de la Historia, poco sabemos de la infancia de Isabel Zendal Gómez. Tan solo que nació en Santa Mariña de Parada , en La Coruña, allá por 1773 y que tuvo una infancia algo turbulenta. «Durante la epidemia de viruela de 1786 perdió a su madre y tuvo que abandonar una casa familiar con pocos recursos para ponerse a trabajar», explica la experta.
Cuando sumaba una veintena de primaveras a sus espaldas nació su hijo, Benito Vélez , centro de su vida debido a que fue una madre soltera.
La muerte de sus padres, « quasi pobres de solemnidad » según sus respectivas partidas de defunción, denotan que Isabel no venía de una familia acaudalada. Pero esa condición no acabó con su ilusión de convertirse en enfermera y, ya en 1800, de entrar a trabajar como Rectora en una inclusa destinada a cuidar de niños abandonados. Aquel sería su sino en la vida, y lo llevaría como bandera en los siguientes años, como bien narra la «Asociación Isabel Zendal» en los muchos artículos sobre el personaje que albergan en su página web.
Así discurría su vida cuando, en 1803, Carlos IV, que había perdido a una hija por culpa de la viruela, ordenó que un convoy partiera desde la Península para extender la vacuna contra esta enfermedad por todos los territorios de ultramar. El resultado fue la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna , la que puede considerarse como la primera misión humanitaria de la historia. Solo había un problema… ¿cómo trasladar la muestra? La respuesta llegó de la mano del médico español Francisco Javier Balmis , al frente de esta aventura, y consistió en trasportar el suero dentro de 22 niños vivos. Para ser más concretos, huérfanos de La Coruña.
Así lo narró la «Gaceta de Madrid»:
«Son varios los facultativos comisionados, y llevan 22 niños, que siendo sucesivamente inoculados brazo a brazo en el curso de la navegación, conservarán el fluido vacuno vivo y sin alteración. No por eso se han omitido otros medios de conducirlo, así para mayor seguridad, como para experimentar quales son los que a largas distancias y en diferentes climas deben preferirse».
Dura expedición y triste final
Aunque en principio no se barajó la participación de una mujer en la expedición, se cambió de opinión al poco tiempo. Se pensó, y no sin razón, que los niños necesitarían una figura maternal que les diera confianza durante el trayecto.
«El 14 de octubre de 1803, mes y medio antes de la partida, Francisco Xavier Balmis, su director, la contrató con un sueldo igual al que disfrutaban los varones de su formación y funciones, tres mil reales con destino a su habilitación y un sueldo de quinientos pesos anuales. Fue el último expedicionario que se incorporó al convoy humanitario», añade la experta. Así fue como comenzó su aventura en la corbeta «María Pita», que partió del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 .
Como enfermera, Isabel Zendal se encargó de cuidar a los niños tanto en tierra como en el mar. Les dio cariño, les limpió, les ayudó a asearse y, en definitiva, se preocupó de que su trayecto fuese lo más agradable posible. «La rectora tenía unas funciones privativas y específicas: cuidar , acompañar , entretener y serenar a los niños durante el viaje», añade Ramírez.
Entre los más pequeños, por cierto, se encontraba su hijo Benito , que hizo las veces de «receptáculo vivo» , como señalaron los medios de comunicación de la época. La coruñesa hizo bien su trabajo, pues recibió los elogios de unos superiores que, en los documentos, la definieron como « abnegada rectora », « madre de los galleguitos » y « mujer de probidad ».
Tras pasar, entre otras regiones, por Canarias , Puerto Rico , Caracas o México , Isabel Zendal partió en 1805 hacia el Pacífico. Ahora, junto a veintiséis niños mexicanos.
Tras los últimos viajes, decidió quedarse en México a pasar el resto de sus días. Allí trabajó en un hospicio de Puebla de los Ángeles junto a su pequeño. «Del final de su vida conocemos poco. Lo último que sabemos de ella es que en 1811 continuaba solicitando una pensión de 3 reales mensuales a la que tenía derecho su hijo por ser uno de los niños de número que vino con la vacuna y no se la pagaban las Cajas Reales de Puebla donde se hallaba viviendo. Se desconoce la fecha y el lugar de su muerte», finaliza la doctora en Historia.
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