El día que Alicante fue arrasada con más de 500 bombas para separarla de España en 1873
El movimiento cantonal de Cartagena protagonizó una de las rebeliones más importantes de la época contra el Gobierno central y consiguieron proclamar un Estado separado de la Primera República. Animados por el éxito, se lanzaron a conquistar las ciudades de alrededor
El periodo que siguió a la expulsión de la Reina Isabel II , en 1868, fue uno de los de mayor inestabilidad que ha padecido España en su historia contemporánea. Todo comenzó con el golpe de Estado conocido como ‘La Gloriosa’ , que dio paso ... a un gobierno provisional que se debatió, desde el principio, entre establecer un régimen republicano o el nombramiento de un nuevo monarca. Al final se optó por lo segundo y se eligió a Amadeo de Saboya , que dio paso a una convulsa y accidentada monarquía parlamentaria que duró tan solo tres años, desde 1870 a 1873.
El Rey Amadeo I abdicó ante la ingobernabilidad manifiesta del país y, el 11 de febrero de 1873, los diputados del Congreso votaron, esta vez sí, a favor de proclamar la República. Se instauró de nuevo un gobierno provisional liderado por el Partido Republicano Federal que ni mucho menos trajo la estabilidad política a España. La prueba es que en los 11 meses que duró hubo nada menos que cuatro presidentes. Todos tuvieron que enfrentarse a una nación llena de conflictos, ya que en el norte se estaba produciendo la Tercera Guerra Carlista y en el resto del territorio violentas revueltas de carácter cantonal.
Los protagonistas de estas últimas combatían porque no existiera un único estado español. En un principio defendían una especie de federación de pequeñas naciones o cantones que podían tener el tamaño de una región o una comarca, en el mejor de lo casos, o de una ciudad o un pueblo, en el peor. Curiosamente, la que más éxito tuvo se encontraba en este último grupo y obligó, incluso, a intervenir con el Ejército al Gobierno central. Se trata de la rebelión que tuvo lugar en Cartagena el 12 de julio de 1873 .
Un estado separado de la República
Sus líderes –el diputado murciano Antonio Gálvez Arce , conocido como ‘Antoñete’, y el general Juan Contreras – fueron un paso más allá y proclamaron el Cantón de Cartagena como un Estado separado de la Primera República. Las tropas rebeldes que comandaban se hicieron con el control de todas las fragatas navales que estaban atracadas en el puerto de la localidad, las más modernas del Ejército español. A continuación, cegados por su triunfo en este enclave intentaron conquistar todas las ciudades de los alrededores para ampliar el tamaño y la influencia de su recién estrenado territorio independiente.

El 18 de julio se produjo un cambio de Gobierno con Nicolás Salmerón como nuevo presidente y el alicantino Eleuterio Maisonnave como presidente de Gobernación, el equivalente al ministro actual de Interior. Justo dos días después, la fragata Victoria salió de Cartagena con dirección a Alicante comandada por Antoñete. En lugar de hacer frente a los cantonalistas, el gobernador militar de la ciudad, Juan Ruiz Piñeiro , huyó a San Vicente del Raspeig con sus tropas en compañía del gobernador civil José Morlius. La teoría que se difundió es que ambos desconfiaban de la lealtad de los soldados.
Las únicas personas armadas que permanecieron en Alicante fueron los integrantes de la milicia Voluntarios de la República. Sin embargo, no opusieron ninguna resistencia y la mayoría se sumaron a la sublevación. El Ejército cantonalista de Cartagena desembarcó en la ciudad sin resistencia. Antoñete invitó a las autoridades políticas locales a que se adhirieran al golpe de Estado contra la República. Era una amenaza velada y tampoco tenían mucha capacidad de elección, por lo que el alcalde Manuel Santandreu , el presidente de la Diputación Juan Mas y muchos concejales aceptaron.
El Cantón de Alicante
Se proclamó entonces el Cantón de Alicante como parte del de Cartagena. Al gobierno que se encargó de administrarlo se le llamó ' Junta de Salud Pública ', a cuyo frente se puso Antonio Botella. Uno de los principales apoyos que tuvo fue José Marcili , el político que había perdido las elecciones municipales de 1868 contra el ministro de Gobernación Eleuterio Maisonnave, que en aquel momento fue elegido alcalde de la ciudad. La situación por parte de los separatistas parece que estaba controlada y que no contaban con apenas oposición a su proyecto, por lo que el 23 de julio de 1873, las tropas cantonalistas regresaron de nuevo hacia Cartagena para socorrer a esta localidad que estaba siendo sitiada por el Ejército republicano.
Antes de marcharse, Antoñete requisó el vapor Vigilante, que estaba atracado en el puerto de Alicante y pertenecía al Ejército español para que no lo usaran para rebelarse. Además, requisó una importante cantidad de víveres para ayudar a sus compañeros cartageneros, que estaban teniendo dificultades para resistir al cerco del Gobierno central. Sin embargo, nada más salir, la oposición republicana salió de sus escondites y aprovechó la ocasión para dar un pequeño golpe de Estado y recuperar el control de la ciudad.
El Cantón de Alicante solo duró tres días. El Gobierno republicano nombró a Lorenzo Abizanda como nuevo gobernador civil y a Casimiro Esteve como nuevo alcalde. Lo primero que hicieron fue purgar a los Voluntarios de la República que, en realidad, eran partidarios del Cantón. Con la rebelión sofocada, Abizanda volvió a la capital de España y le sustituyó Norberto Piñango . José Marcili fue detenido y encerrado en el Castillo de Santa Bárbara.
Evacuar a los niños, mujeres y anciones
A principios de septiembre Salmerón presentó su dimisión y se sustituyó como presidente de la República Emilio Castelar, que mantuvo a Maisonnave como ministro de Gobernación. Con su nuevo jefe recién ascendido al cargo, la primera decisión que tomó fue enviar a 300 soldados del Batallón de África para proteger Alicante, mientras el Cantón de Cartagena continuaba resistiendo. Pero como ambición no le faltaba, este organizó una nueva misión de invasión de la actual ciudad valenciana. Mandaron una escuadra compuesta por dos fragatas –Numancia y Méndez Núñez– y un vapor –Fernando el Católico– con Leandro Cabreras al mando.

Los cantonalistas llegaron a su destino el 19 de septiembre e instaron a las autoridades locales republicanas a rendirse o a entregarles un rescate de 50.000 pesetas que debería ser entregado en el plazo de 96 horas. Si no, tendrían que atenerse a las consecuencias. Hasta que venciera el plazo, una serie de barcos alemanes, ingleses, italianos y franceses entraron en el puerto para rescatar a sus compatriotas. Algunas de estas naves se quedaron fondeadas en la bahía para retrasar el más que previsible bombardeo sobre la ciudad.
Cuando se enteró de que su ciudad natal estaba a punto de ser atacada por los separatistas, el ministro Maisonnave acudió desde Madrid a toda velocidad para organizar la defensa militar y evacuar a cuántos niños, mujeres y ancianos pudiera. Llegó el 25 de septiembre y muchas familias alicantinas ya habían abandonado la ciudad. Los que decidieron quedarse, lo hicieron para luchar desde las baterías o para quedarse recluidos en sus casas, pues las murallas frente al mar estaban bastante deterioradas o directamente derribadas.
El bombardeo
Los republicanos optaron por colocar cañones artilleros en los puntos más débiles de Alicante desde los que pudieran apuntar a los buques cantonalistas. Ya no había vuelta atrás ni negociación posible. El 27 de septiembre, a las 6 de la mañana, la flota cantonalista de Cartagena abrió fuego y convirtió las calles del centro en un infierno durante las siguientes seis horas. Fueron lanzadas más de 500 bombas que acabaron con la vida de dos niños, dos mujeres, tres carabineros y un artillero, además de provocar cuarenta heridos graves, en una ciudad que tenía entonces menos de 30.000 habitantes. Los obuses destrozaron, también, un buen número de edificios oficiales y casas particulares, además de causar daños en el Castillo.
Así lo contaba el diario ‘La Igualdad’ el al día siguiente:
«¡Al fin se ha consumado el crimen! Gracias a los injustificados entorpecimientos con que el gabinete británico ha dilatado la devolución del Almansa y el Victoria, el Gobierno de la República no ha podido disponer de estos dos poderosos buques para salir al paso de los tripulados por los insurrectos de Cartagena que han estado amenazando durante unos días a Alicante. Los mismos que han bombardeado aquella ciudad abierta. Este nuevo atentado, que esperamos que sea el último, es digno coronamiento de la obra comenzada en Almería. Con él acaban de demostrar los cantonales de cuánto son capaces cuando tratan de vengar en poblaciones indefensas el desdén y el horror con que en todas partes son acogidas sus exigencias y sus amenazas [...]. Los aventureros y presidiarios de Cartagena han lanzado sobre aquella heroica ciudad más de 500 bombas y granadas, algunas cargadas de petróleo, para aumentar el estrago y la devastación por medio del incendio».
El ‘Boletín de Comercio’ , por su parte, informaba así de los sucedido:
«A las seis de la mañana han roto el bombardeo sobre Alicante los insurrectos cantonales de Cartagena desde las dos fragatas blindadas, la Numancia y la Méndez Nuñez, y el vapor Fernando el Católico que volvía de saquear la vecina población de Villajoyosa. Han hecho más de 500 disparos y han arrojado bombas de petróleo. Los edificios de la población han padecido mucho y algunos de ellos se encuentran en completa ruina».
Desde Alicante se respondió al bombardeo con fuego artillero que no causó ningún muerto entre los cantonalistas, pero sí suficientes daños en los barcos para que descartaran un intento de desembarcar en la ciudad para conquistarla de nuevo. Leandro Cabreras se dio cuenta de que la misión era imposible, por lo que ordenó detener el ataque y abandonar la bahía sin su botín. No esperó ni un día. Esa misma tarde regresó a Cartagena, lo que supuso un duro golpe también para este cantón. El fracaso de Alicante hizo que este otro entrara en declive y, cuatro meses después, desapareciera. Fue el movimiento separatista que más tiempo resistió de toda España en su pulso contra la Primera República.
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