Segunda Guerra Mundial
La gesta suicida de los comandos más letales de Mussolini: 6 buzos contra las moles acorazadas inglesas en la IIGM
Aprovechando la publicación de 'El italian0', repasamos una de las operaciones más destacadas de la Décima Flotilla MAS durante la Segunda Guerra Mundial
![La gesta suicida de los comandos más letales de Mussolini: 6 buzos contra las moles acorazadas inglesas en la IIGM](https://s1.abcstatics.com/media/historia/2021/09/24/maiale-kqkC--1248x698@abc.jpg)
Fue una locura suicida con olor a agua marina del Mediterráneo; una aventura protagonizada por buzos italianos , pero más propia del mitificado ejército norteamericano. La Décima Flotilla MAS , en la que se integraban los comandos más aguerridos de la Segunda Guerra Mundial ... , acometió su misión más famosa a finales de 1941. El 18 de diciembre, tres ‘ maiale ’ –torpedos tripulados con una alta carga explosiva en su seno– salieron del submarino ‘ Scire ’ en dirección a Alejandría. Había comenzado la Operación G.A.3. Los pequeños sumergibles superaron las defensas del puerto y buscaron sus respectivos objetivos en mitad de la noche. A saber: los acorazados ‘ Valiant ’ y ‘ Queen Elizabeth ’ y el petrolero ‘ Sagona ’. La idea era hacerlos estallar o, por lo menos, dejarlos heridos durante un largo período de tiempo.
Los nadadores se acercaron a los bajeles, colocaron los explosivos en la obra viva e iniciaron la huida. Su ‘modus operandi’, vaya. El resultado fue agridulce. Cierto es que dejaron fuera de combate a los dos primeros navíos, pero fueron detenidos por los británicos a cambio. A pesar de ello, la gesta fue publicada en todos los periódicos y hasta el almirante inglés a cargo del enclave reconoció que fue el éxito más grande que alcanzó en todo el conflicto un número tan reducido de hombres. El mismo Winston Churchill declaró que el sabotaje había sido «un ejemplo nada común de valor y habilidad». A muchos les sorprendió, aunque, para autores como el académico Arturo Pérez-Reverte aquello fue un día más de trabajo para los comandos de la ‘Regia Marina’.
El académico, que acaba de publicar ‘El italiano ’ –una novela en la que analiza los ataques de estos buzos contra Gibraltar – tiene claro que la Décima Flotilla MAS estaba formada por mucho más que soldados. «Eran chicos jóvenes, de gran valor, coraje y serenidad. Se subían a estos torpedos en parejas, navegaban con el agua a la altura de los ojos hasta que llegaban a las cercanías de su objetivo. Entonces se sumergían y atacaban a los navíos ingleses», afirma. En sus palabras, los héroes no tienen bando. No hay blancos y negros . Y, para él, estos tipos eran unos personajes osados que, con muy poco, hicieron mucho. « Precisamente, uno de los golpes más sonados fue el del puerto de Alejandría », desvela.
Hora de actuar
Vaya por delante una pizca de contexto. Narra el historiador Walter S. Zapotoczny en ‘ Decima Flottiglia MAS, The Best Commandos of the Second World War’ que la ‘Royal Navy ’ andaba renqueante en el Mediterráneo allá por 1941. Ese año, una desagradable concatenación de hundimientos había dejado a la marina con apenas dos acorazados –el ‘ Valiant ’ y el ‘ Queen Elizabeth ’– y varias naves de menor porte. A cambio, los italianos contaban con cinco buques de guerra de igual calibre dispuestos a dominar las aguas. ‘Bad news’ para el viejo Winston. Con una mezcla de cautela y temor, el alto mando decidió resguardar el par de bajeles en el puerto de Alejandría, un enclave rodeado de minas acuáticas, redes antisubmarinas y otros tantos obstáculos como las llamadas ‘ lobster pots ’ –pequeños explosivos que podían detonarse desde la lejanía–.
El historiador Jesús Hernández es de la misma opinión. En su obra, ‘ Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial ’, confirma que Italia perdía por entonces la batalla del abastecimiento con los Aliados y le era imposible llevar suministros hasta los soldados del Eje ubicados en el norte de África. Los datos lo dicen todo: en el mes de noviembre de 1941 apenas llegaron un 38% de las mercancías enviadas a Libia , unas 29.000 toneladas de 79.000. Así que, en la práctica, tan solo dos acorazados se interponían ahora en esa tarea. La decisión fue actuar y hacerlo con el sigilo que podían aportar los hombres de la Décima Flotilla MAS : buzos de combate a lomos de los ‘maiale’. Fueron seleccionados tres binomios y un número igual de torpedos. La fiesta se preparó para navidad.
El 14 de diciembre comenzó la Operación G.A.3 . cuando el ‘Scire’ partió hacia Alejandría. Poco después, el comandante recibió la corroboración de que los acorazados se hallaban todavía en el interior del puerto. A las tres noches, y a eso de las ocho y media de la tarde, del sumergible salieron tres pequeños ‘ maiale ’ dispuestos a poner en jaque todo el poderío de la ‘Royal Navy ’. «Se desplazaron en la superficie durante doce kilómetros a lo largo de la costa. Así, hasta que vieron su objetivo», explica el autor anglosajón en su obra. Las órdenes: colocar los explosivos bajo los barcos y ubicar, además, otros tantos dispositivos incendiarios que prendieran la gasolina liberada por los buques. Por descontado, sin ser descubiertos.
Locura en Alejandría
Los buzos no pudieron elegir mejor momento para su envite. La ‘Royal Navy’, quizá algo confiada, bajó aquella noche la red antisubmarina que protegía los alrededores del puerto en varias ocasiones para permitir la entrada y salida de navíos. Y, como era de esperar, los italianos aprovecharon el descuido para colarse propulsados por sus ‘maiale’. También tuvieron que superar las cargas de profundidad que la armada inglesa lanzaba en la bocana del fondeadero. El teniente Luigi Durand de la Penne , al frente de los tres sumergibles, escribió tras la Segunda Guerra Mundial que aquel fue el momento de mayor tensión de toda la jornada. Al fin y al cabo, que uno de aquellos artilugios cayera cerca implicaba acabar destrozado por dentro.
Cada ‘maiale’ se quedó aislado del resto. El primero, pilotado por el capitán Antonio Marceglia , consiguió esquivar un destructor y se dirigió hacia el ‘ Queen Elizabeth ’. Así describió el oficial el momento exacto en el que se sumergió: «Mantener en equilibrio el aparato era incómodo. Su velocidad aumentaba a medida que descendíamos. No podía sujetarlo con los timones. Sentí un dolor agudo en el oído. Al final, tocamos fondo y levantamos una gran nube de barro». Ya bajo su objetivo, el militar y su binomio intentaron desprender el explosivo del minisubmarino y colocarlo en la obra viva. La tarea fue ardua y las dificultades se contaron por decenas. Su copiloto, por ejemplo, se mareó repetidas veces por permanecer tanto tiempo sumergido.
A pesar de las dificultades, Marceglia terminó el trabajo y activó los explosivos. Una vez dejada su letal carga, el binomio se escabulló sobre su ‘maiale’ a todo trapo. Todo indicaba que lograrían escapar, pero, en el último instante, el copiloto informó de que necesitaba salir a la superficie de forma urgente. Al final, no les quedó más remedio que emerger e intentar llegar a nado hasta la orilla. Pisaron tierra a las 4:30, después de ocho horas en el agua, para ser capturados por los británicos. Un mal comienzo que solo podría ser paliado por el hundimiento del objetivo.
El segundo ‘torpedo humano’, a las órdenes de De la Penne, tenía como objetivo el ‘ Valiant ’. Este equipo fue el que más problemas tuvo para superar la red antisubmarina. «El cable y la red se enredaron con la hélice. Se produjo entonces un ruido ensordecedor, pero la nave se soltó y pudimos dirigirnos hacia el buque», explicó el oficial tras la Segunda Guerra Mundial . El golpe le salió caro a su traje de goma, que quedó dañado. Por si fueran pocas desgracias, a las 2.00 el ‘maiale’ perdió potencia y cayó hasta el fondo del puerto. Poco después, su copiloto, Emilio Bianchi , se vio obligado a ascender por culpa de calambres y nauseas.
El oficial intentó desplazar a su ‘cerdo’ hasta la parte baja del ‘Valiant’. Su idea era extraer la punta explosiva del ‘maiale’ y colocarla en el casco, pero fue imposible. Al final, se limitó a acercar todo lo que pudo el torpedo hacia el objetivo y activar el temporizador. «Tuvo la suerte de haberse hundido a menos de diez metros del barco, lo que convirtió el minisubmarino en una mina de profundidad improvisada. Después, De la Penne se limitó a emerger, reunirse con su compañero e intentar escapar. No les salió demasiado bien y terminaron detenidos por los ingleses. Aunque, si estallaba el explosivo, su misión estaría cumplida.
La tercera nave, pilotada por el capitán Vincenzo Martellotta , tenía asignada un portaaviones. En principio no hubo problemas, aunque terminó por perderse en la oscuridad. Al final, decidió decantarse por su objetivo secundario: un gran petrolero, mucho más fácil de distinguir. Como sus colegas, pusieron el temporizador e intentaron escapar a nado. Al parecer, por problemas con el ‘maiale’. No les fue mal, pero, poco después, fueron detenidos por la policía egipcia.
Tres veces 'boom'
El acto final de esta epopeya comenzó con un marino despertando al almirante inglés Andrew Cunningham para informarle de que habían detenido a varios buzos italianos en el puerto. Una buena caza. El oficial salió de su camarote con un impermeable sobre el pijama, ordenó reforzar las defensas y se dirigió a la sala de interrogatorios.
Durante una hora intentó sacar información a De la Penne y Martellota . Fue en vano. Al final tuvo una idea para hacerles hablar: llevarlos a las bodegas del ‘Valiant’. Le salió bien a medias. Los buzos confesaron que había una bomba en el buque, en efecto, pero lo hicieron diez minutos antes de su estallido. Eso les permitió salvar la vida y condenar al hundimiento el bajel.
Los fuegos de artificio llegaron poco después. A las 5.47 estalló la primera carga, colocada en el petrolero ‘ Sagona ’. Fue el primer ‘ boom ’ de la noche. Según los historiadores, el siguiente en saltar por los aires fue el ‘ Valiant ’ (a las 6.06). «El barco se encabritó con extrema violencia. Todas las luces se apagaron y la bodega se llenó de humo. El buque se inclinó a babor», explicó De la Penne, todavía en el corazón del bajel. Como remate, una columna de fuego destruyó el casco del ‘ Queen Elizabeth ’ a las 6.10. Lo único que salvó a los dos acorazados de perderse para siempre fue la escasa profundidad del puerto, aunque quedaron KO hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Cinco preguntas al historiador Jesús Hernández
¿Qué eran los ‘cerdos’ italianos?
Eran torpedos de cinco metros de largo, impulsados por un motor eléctrico silencioso, y tripulados por dos hombres. La parte anterior era desmontable, y contenía trescientos kilos de explosivo. Recibieron ese curioso nombre cuando, en un ensayo, uno de estos artefactos se fue al fondo, y un tripulante descargó su frustración insultándole así. La ocurrencia tuvo éxito y, a partir de ahí, se conoció a los torpedos con ese nombre, e incluso a sus tripulantes.
¿Eran realmente efectivos, o su efecto era más bien psicológico?
Pese a que nos puedan parecer unas armas poco sofisticadas, sorprenden por la efectividad que demostraron. Podemos decir que la inventiva e improvisación meridional obtuvo unos resultados satisfactorios, a cambio de una inversión relativamente modesta. La mejor prueba de que eran efectivas es que los británicos se aprestaron a copiarlos, después de hacerse con dos ‘cerdos’ recuperados tras un frustrado ataque italiano a Gibraltar, construyéndose unos ochenta, a los que llamaron Chariot.
¿Hasta qué punto era peligrosa su misión?
Esas misiones eran muy arriesgadas, ya que era frecuente que los torpedos sufriesen alguna avería por el camino, o que no encontrasen su objetivo, y que los tripulantes fueran capturados, incluso si conseguían hundir algún barco. En todo caso, debían enfrentarse a redes con artefactos explosivos, cargas de profundidad, patrulleras... De hecho, los tripulantes debían dejar hecho el testamento y reunidas sus pertenencias para ser enviadas a la familia, lo que da idea del carácter casi suicida de estas misiones.
Se habla de que los italianos eran unos cobardes... ¿es un mito esa idea tan extendida sobre la Segunda Guerra Mundial?
Todo mito tiene una parte de realidad y no se puede negar que las tropas italianas no destacaron por su valentía. En cuanto venían mal dadas, se rendían en masa, provocando incluso problemas logísticos a sus abrumados captores. Pero hay que ser justos. Los italianos se lanzaron a una guerra planteada por Mussolini como un paseo militar que luego no sería así, con una dirección deficiente, armamento escaso y una estrategia voluble, mecida por trasnochados sueños imperiales. Quizás la decisión más inteligente era, en efecto, abandonar las armas y aceptar un cautiverio más que soportable en manos de los británicos.
¿Fue el 'raid' de Alejandría útil?
A tenor del resultado, dejar fuera de combate durante un tiempo a los dos acorazados británicos que había entonces en todo el Mediterráneo, el ‘Queen Elizabeth’ y el ‘Valiant’, sí se puede asegurar que fue útil. Sin embargo, esa hazaña apenas tuvo efectos prácticos, ya que Mussolini no se creyó que habían sufrido daños, pese a las fotografías aéreas que lo confirmaban, y ordenó que el grueso de su flota siguiera fondeada en vez de tomar decididamente el control del Mediterráneo oriental. Al menos, Churchill reconoció el valor de los seis tripulantes italianos que llevaron a cabo el heroico ataque, calificándolo de «un ejemplo nada común de valor y habilidad».
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