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LA TRAGEDIA DE ARMERO

La agonía de Omaira tras la erupción del volcán Nevado Ruiz

«Váyanse a descansar un rato y después vengan y me sacan de aquí», dijo esta niña colombiana de 13 años atrapada entre el lodo y los restos de su casa, mientras la televisión retransmitía sus últimas horas de vida, hace 26 años

La agonía de Omaira tras la erupción del volcán Nevado Ruiz FRANK FOURNIER

ISRAEL VIANA

«Váyanse a descansar un rato y después vengan y me sacan de aquí”. Esta es la entereza que mostraba Omaira Sánchez hace hoy justo 26 años, atrapada entre el lodo y los restos de su propia casa, con el agua al cuello, mientras las cámaras de televisión retransmitían sus últimas horas de vida. La fortaleza, valentía y ternura con las que esta niña colombiana de 13 años afrontó los esfuerzos de un rescate imposible, la convirtieron en la víctima más famosa de las más de 25.000 que se produjeron el 13 de noviembre de 1985, cuando el volcán Nevado del Ruiz entró erupción y una avalancha de barro, tierra y escombros se tragó literalmente a la ciudad de Armero , hasta convertirla en un cementerio gigante.

Casi tres días estuvo agonizando Omaira, con su cuerpo atrapado e inmovilizado entre los materiales expulsados por el volcán , ante los flashes de los reporteros gráficos y las miradas de los periodistas y los curiosos, a los que hablaba con una tranquilidad sobrecogedora, dejando frases como estas: «Toco con los pies en el fondo la cabeza de mi tía»; «yo quiero que ayuden a mi mamá, porque ella se va a quedar solita»; «tengo miedo de que el agua suba y me ahogue, porque yo no sé nadar, aunque soy de aquí, de tierra caliente»; «estoy preocupada, hoy era el examen de matemáticas», o «mi papá trabaja cogiendo arroz y sorgo en una combinada, mi mamá está en Bogotá, donde mi tío, que es celador de Expreso Bolivariano». Todas ellas intercaladas entre sus comprensibles «tengo frío» y «sed».

Sin embargo, a las 10 de la mañana del sábado 16 de noviembre , después de comprobar que la opción de amputarle las piernas era imposible –no contaban con el material quirúrgico y las condiciones necesarias como para que sobreviviera– y realizar el último intento de succionar con una motobomba el fango que no paraba de crecer, Omaira cerraba los ojos. «No es justo, Dios, no es justo. Después que luchamos tanto y ella aguantó», se lamentaba entre sollozos el médico Mauricio Sarmiento .

«El león dormido»

Miles de niños y adultos desaparecidos, a los que no captó ningún objetivo, debieron sufrir la misma angustia y agonía que Omaira , tanto en Armero como en los otros pueblos afectados por la avalancha de cenizas, lava, piedras, nieve y lodo expulsados por el Nevado del Ruiz. Un volcán conocido por los habitantes de la zona como « el león dormido » y cuya última erupción se había producido 140 años atrás.

Al no poder rescatar los 22.000 cadáveres sepultados, Armero fue declarado «cementerio»

Pero el «león» despertó a las 9 de la noche de aquel 13 de noviembre, expulsando 35 millones de toneladas de materiales y provocando que se fundiera la nieve de este gigante de 5.400 metros. Esto generó cuatro afluentes de lava, agua y hielo que, arrasándolo todo a su paso a unos 60 km/h , fueron a parar a los ríos que drenaban el volcán. Estos ríos aumentaron su caudal por cuatro, con todos los materiales mezclados, hasta arrasar las poblaciones cercanas .

Armero desapareció literalmente del mapa, hasta el punto de que, tres días después, cuando los equipos de rescate comprobaron la imposibilidad de rescatar a los más de 22.000 cadáveres sepultados bajo el fango, declararon la ciudad «cementerio» .

En otros pueblos como Chinchiná mató a 1.800 personas y destruyó 400 viviendas. Pero el total de la devastación (25.000 muertos y más de 5.000 casas arrasadas) hicieron de la «Tragedia de Armero» –en referencia a la ciudad más afectada, fundada menos de un siglo antes– la segunda erupción volcánica más mortífera del siglo XX , la cuarta de toda la historia conocida y el mayor desastre natural del que se tenga conocimiento en Colombia.

Cadáveres a 100 kilómetros

Según ABC, los supervivientes contaban que en lugares alejados a 100 kilómetros del suceso, los ríos arrastraban cadáveres, automóviles destrozados y restos de casas, por lo que el Ejército estableció un cordón de 200 kilómetros de radio en torno al volcán .

«Donde estaba Armero ahora solamente hay lodo. La gente quedó enterrada en el barro»

Los pocos supervivientes de la tragedia, atrapados por el mar de lodo, permanecían sobre los árboles, techos de las casas y colinas, a la espera de que algún helicóptero les rescatara. En Guayabal , por ejemplo, se apilaban «cientos de muertos petrificados por el barro», mientras miles de personas corrían sin sentido, desnudas y enlodadas , con la expresión de miedo en sus rostros. Puentes se vinieron abajo, un oleoducto se partió y contaminó el agua de los ríos y pueblos enteros se quedaron sin electricidad ni medicamentos, entre otras calamidades.

Y mientras, los testimonios de los vivos se sucedían describiendo escenas dantescas : «Estaba durmiendo y sentí que la casa se rajaba. Escuché a uno de mis hijos que gritaba “papá, papá” y salí con él hasta dejarlo en una colina. Luego quise volver a la casa y ya no estaba. Mi mujer y dos de mis hijos no pudieron salir»; «donde estaba Armero ahora solamente hay lodo. La gente quedó enterrada en el barro»; «por la aguas de uno de los ríos bajaban decenas de cadáveres»; «parece una plancha de cemento», o «Dios mío, es injusto que yo esté vivo y que mis hermanos hayan muerto».

Otro hombre al que sí le habían amputado las dos piernas a causa de la gangrena, le arrebataba desesperado un cuchillo a un socorrista, contaba el corresponsal de ABC en Colombia , y se lo clavaba para quitarse la vida. «La tragedia no ha hecho más que empezar», se lamentaba otro socorrista sobre las escenas de una tragedia imposible de olvidar, que cumple hoy 26 años. «Vi a miles de paisanos que quedaron petrificados por el barro, con un rostro de dolor que no he podido olvidar», relataba entre sollozos un supervivientes 20 años después .

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