Suscríbete a
ABC Premium

Los blancos de la guerra

La gente da por supuesto que, en tiempo de guerra, un periodista anda más liado que un gato el día de la matanza, pero esto no es así ni en el caso de los corresponsales de guerra. En las guerras posmodernas, el corresponsal de guerra se limita a trasladar esa suerte de tedio dominante en cualquier redacción occidental al hall del hotel más caro en el país más cercano a la zona del conflicto. Eso es todo. Y, sin embargo, en tiempo de guerra se venden más periódicos que en tiempo de paz. ¿Por qué?

La respuesta está en la censura de prensa impuesta por la guerra. El primero en darse cuenta del fenómeno fue Julio Camba a raíz de que Clemenceau, al hacerse cargo en Francia de la jefatura del Gobierno durante la primera guerra mundial, suprimiera la censura de prensa, con el consiguiente descalabro de la venta de periódicos. Los periódicos franceses, que desde el comienzo de la guerra habían salido todos los días a la calle con grandes espacios en blanco, dejaron de venderse porque, al serles suprimida la censura, comenzaron a salir sin blanco ninguno.

Periodista de toda la vida, Clemenceau, según Camba, había conquistado a fuerza de «blancos» la mitad, por lo menos, de su reputación profesional. Mucho más que por lo publicado, las gentes lo habían admirado siempre por lo suprimido, y mucho más que por lo que decía cuando estaba en la oposición, por lo que se suponía que había querido decir. «Está muy bien esto -pensaba el público ante un párrafo «negro» de monsieur Clemenceau-; pero, indudablemente -añadía ante un párrafo «blanco»-, esto otro debía estar bastante mejor todavía. Si no, la censura no lo hubiese tachado.» La cosa es que las gentes lo elogiaban tanto más cuanto lo leían menos, algo así como lo que hemos visto estos días con Steiner.

Suprimir de golpe la censura al asumir la jefatura del Gobierno fue una mala faena que Clemenceau le hizo a la prensa. «¿Cómo podría ya ningún periodista de oposición arrebatar a las masas con sus artículos si no se le ponía la menor traba para escribirlos y se lo dejaba decir en ellos todo lo que quisiera? Un periodista al que lo dejen decir todo lo que quiere ya no puede decir que no lo dejan decir todo lo que quiere, y, si no dice esto, es como si no dijese realmente nada. En ciertos momentos de la Historia el lector debe tener la sensación de que el periodista está amordazado, y cuando sabe que no lo está y que lo que escribe constituye la expresión total de su pensamiento sin que detrás de ello quede más que el vacío, suele experimentar una gran decepción.»

Esta «gran decepción» es precisamente lo que trata de evitarnos hoy el Pentágono con su «apagón informativo». Al precio que está el papel, nuestra prensa no puede permitirse el lujo de los «blancos», si bien esos «blancos» existen, sólo que rellenos de lugares comunes destinados a hacer volar la imaginación de los lectores, hasta el punto de que, después de hojear lo que se publica sobre la guerra, a uno siempre le queda la duda de si, en realidad, el Pentágono no estará demoliendo en Afganistán el mayor Estado del Bienestar que el mundo haya conocido, dado que no hay manera de pegar un tiro sin acertarle a una guardería, a un asilo, a un colegio de primaria, a un ambulatorio, a un templo, a un instituto de la mujer, a una tienda de ultramarinos o a una oficina de empleo.

Contra toda lógica comercial, los periódicos se rebotan contra el «apagón informativo», y han solicitado del Pentágono autorización para que los periodistas acompañen a los «rangers» en las incursiones en territorio enemigo. Técnicamente, ¿es posible cubrir una guerra como se cubre una vuelta ciclista? El señor Rumsfeld tiene sus pegas: «Los «rangers» se lanzan en paracaídas y, en medio del fuego, no podrían atender a los redactores y fotógrafos que fueran con ellos.» Dada la seriedad de la guerra, lo ideal sería poner tertulianos en los macutos de los «rangers», pero, al parecer, resultan demasiado pesados.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación