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ABC Cultural

Una educación liberal

Lo que hoy nadie discute significó uno de los debates más duros de la España del fin de siglo decimonónico: la enseñanza laica y liberal. Fue en octubre de 1876 cuando los cursos de la Institución Libre de Enseñanza abrieron un horizonte inédito en la enseñanza española y recuperaron un talante y un espíritu tan propio de la cultura española, la liberalidad y la apertura del conocimiento. Así del machaconamente difundido escolasticismo se pasaría a la divulgación del kantismo y del positivismo, de todas aquellas ideas que hacían al hombre contemporáneo más libre, más crítico. Fueron varios profesores expulsados de las universidades -al no someterse a la declaración de fe católica que imponía el desdichado decreto del no menos desdichado ministro Orovio- quienes daban comienzo a las actividades de la Institución. Modelo de iniciativa privada, modelo de compromiso patrio y modelo de talante liberal. De ahí que lo de ayer constituya algo más, mucho más, que un mero acto protocolario. Todos los presentes eran conscientes del valor simbólico que representaba. Era una restitución de la memoria y un aviso, o una advertencia, respecto a que la reconciliación de las Españas es ya un hecho irreversible. Esa Edad de Plata (las tres formidables generaciones de españoles de 1898, 1914 y 1927) que ahora tanto se trae a colación sería imposible sin la labor pedagógica y ejemplar de la Institución. Creían, como ahora tampoco nadie duda, en la capacidad civilizadora de la enseñanza, en que la instrucción era el principal activo de una nación y mostraban las bondades de un liberalismo ético -sin banderías- y una estricta moral ciudadana. Enseñaron algo a lo que Ortega dedicó buena parte de su empeño académico, político y filosófico: «Y sólo habrá cultura española cuando algunos españoles hagan cultura universal». Salir de las fronteras muertas y empaparse de ciencia, buscar otras sensibilidades, compartir otros sentidos. Hacer la realidad española más grande, más abierta. Europa, el regreso a la mejor Europa, fue su razón de ser, su anhelo histórico. Por eso el acto de ayer es un homenaje de respeto no sólo a la memoria común sino a uno de los capítulos más rotundos y admirables de la historia intelectual española..

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