Memorias de la mesta
La serie de hoy, «Trashumantes», retrata la versión antigua de la vida en la carretera. Su autor, Pedro Pérez Esteban, es uno de los numerosos participantes del concurso ABC y Notodofotofest.com

Durante cerca de siete siglos -del XIII al XIX- la Mesta fue una de las organizaciones más poderosas de la Península Ibérica. Amparada por las órdenes militares y reforzada por la inmensa importancia económica que llegó a tener la producción de tejidos en la economía nacional, la Mesta llegó a reunir a miles de ganaderos, la mayor parte de los cuales trasladaba sus rebaños con el cambio de las estaciones, en busca de pastos frescos a través de las cañadas reales que atravesaban -principalmente- las dos Castillas y Extremadura.
Esta versión antigua de la vida en la carretera (que, si bien tuvo en la Mesta a su encarnación más característica y poderosa y en la Meseta su territorio principal, se extendió durante muchos más siglos y por la práctica totalidad de nuestra geografía) vio desaparecer su esplendor con la modernización de la economía y la revalorización de la agricultura. Pero la estampa de miles de ovejas moviéndose de un lado al otro del país (además de resultar perfecta como remedio casero para el insomnio) dejó su huella en la cultura. No hay más que recordar que las ovejas fueron el ejército perfecto para enfrentarse a don Quijote.
Pero la trashumancia no ha desaparecido del todo, ni mucho menos. Aún quedan personas capaces de guiar a estas huestes lanosas en una marcha hacia el futuro en la que incluso se atreven a retar a los coches por el dominio de calles de Madrid que ellos siguen considerando parte de las cañadas reales, sus autopistas hacia las praderas eternas.
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