Ultrasonidos para operar el cáncer de próstata
El Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, estrena en España una nueva técnica mínimamente invasiva que ofrece buenos resultados en el control de la enfermedad

MADRID. «En el siglo XIX y a lo largo del XX se consideraba importante hacer operaciones muy agresivas; los grandes cirujanos eran los que hacían grandes incisiones. En el siglo XXI ha cambiado la mentalidad en cirugía: buscamos hacer lo mismo, pero con la incisión más pequeña posible». El doctor Carlos Hernández, jefe del Servicio de Urología del Hospital Universitario Gregorio Marañón, de Madrid, introduce con estas palabras una nueva técnica que este centro hospitalario ha estrenado en España para operar el cáncer de próstata. Se trata de utilizar ultrasonidos de alta intensidad (HIFU), una técnica mínimamente invasiva que ofrece también buenos resultados en el control de la enfermedad en los años posteriores a la intervención. Es el primer paso del esfuerzo de la Asociación Española de Urología para incorporar técnicas pioneras que ya se utilizan en otros países; próximamente se incorporarán más hospitales.
Destruir con calor
«Hasta ahora sólo se ha tratado a cuatro pacientes, pero este año se espera llegar a cincuenta para obtener nuestras propias conclusiones en España», señala el doctor Hernández. Los pacientes que se pueden beneficiar son aquellos en los que el tumor está localizado y no ha salido de la glándula prostática. «Utilizamos ultrasonidos de alta intensidad, que, a diferencia de los que se utilizan en una ecografía normal, producen una elevación importante de la temperatura en el punto que se enfoca. Esa elevación de temperatura altera o destruye las células de ese tejido, las normales y las cancerosas. Las tumorales son más agresivas, pero también más inestables, y se alteran y mueren antes que las normales. Éstas, además, se regeneran, primero como tejido inflamatorio y luego como tejido fibroso. Ya no es un tejido normal, pero esto no tiene consecuencias desde el punto de vista físico».
La intervención se lleva a cabo con anestesia general. Se introduce por el recto una cánula que lleva un ecógrafo (para visualizar la próstata) y éste, a su vez, un emisor de ultrasonidos. La emisión de energía que se administra va «fileteando» la glándula y destruyendo tejido. Tras la intervención, el paciente, que sólo está ingresado 24 ó 48 horas, puede marcharse a casa sin indicaciones especiales. Durante unos días llevará una sonda vesical.
«Hay que tener en cuenta que estos pacientes han de someterse a una evaluación periódica. En el caso del cáncer de próstata, hacemos dos al año: cada seis meses se monitoriza el marcador tumoral PSA. No podemos garantizar la curación al cien por cien, pero los resultados hasta ahora indican que, pasados 3-5 años desde la intervención, el 83,3 por ciento de los pacientes tienen biopsias negativas y el 90 por ciento valores normales de PSA».
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