Huelva llega hoy a El Rocío
El camino es polvo y risas, rebujito y la medalla de la virgen colgada al cuello. Una guitarra, una caja y una pandereta. Una sevillana palmeada entre muchos peregrinos
Lloran los pinos del coto despidiendo a las carretas. Los peregrinos terminan esta noche el camino que lleva a la ermita de El Rocío. El miércoles salieron las carretas de la Hermandad de los Emigrantes; ayer, las de los onubenses de la capital. Hoy era el turno de partir para los hermanos de los pueblos más cercanos a Almonte.
Esta mañana, a las cinco de la madrugada, se despertaban los rocieros que empezaban hoy el camino. Entre ellos, un grupo de onubenses del Hospital Infanta Elena de Huelva dispuestos a hacer la peregrinación junto a la Hermandad de La Palma del Condado. Charo, auxiliar de enfermería del hospital, es una de las mujeres que lleva la voz cantante en el grupo. Cada año, entre todo el personal del hospital que le apetece hacer el camino, alquilan una carreta. «Llevamos ya cerca de doce años viniendo juntos», explica Charo.
El camino es polvo y risas, rebujito y la medalla de la virgen colgada al cuello. Una guitarra, una caja y una pandereta. Una sevillana palmeada entre muchos peregrinos. A ratos, caminan aguantando, cada uno como puede, el calor pegadizo y los pies que se cuecen con las botas. Cuando se cansan de caminar, suben a la carreta y recuperan fuerzas. Van armando «jaleo».
Comida para todos
Son más de las tres de la tarde cuando llegan a «El Pastorcillo», un área de pinos perteneciente a Almonte en la que la Hermandad de La Palma tiene la costumbre de parar a almorzar. Son unas treinta carretas y el «Simpecado», arrastrado por mulas. Para comer, bajan de las carrozas las mesas y las sillas. De las neveras salen filetes empanados, tortillas de bacalao, gambas de Huelva, picadillo, croquetas… Cervezas y rebujito.
Quien se acerca come y bebe. Así ocurre con Roberto y Anna, una pareja de jubilados holandeses que se acercan a preguntar si pueden hacer una foto. Para ellos, El Rocío es alucinante. Viajan en caravana por el sur de la península y no querían perderse esta romería de la que tanto han oído hablar.
Después de comer, se reparten helados. Se sigue cantando y tocando palmas. Alguien le da al tambor. Las parejas salen a bailar. Afortunadamente, los trajes rocieros prescinden de tanto volante como tienen los trajes de sevillanas. El volante dificultaría el paso en el camino, y para algunos la peregrinación dura varios días.
Tres petardos anuncian que es hora de emprender la marcha hacia la aldea. Se sueltan los caballos y todos vuelven a subirse a las carretas. Pero, ¿por qué te gusta El Rocío? «¡Cómo no va a gustarme!», responde Charo. La propia pregunta es ya una ofensa. En Huelva se es rociero de nacimiento. Es mayo, huele a romero y la Blanca Paloma queda ya muy cerca.
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