SCOLARI, Siempre criticado, siempre campeón

Cosecha brasileña del 48. Más cerca de los sesenta que de los cincuenta, Luiz Felipe Scolari, «Felipao» para el fútbol de su país, acaba de demostrar que sabe manejar las situaciones y también las distancias cortas. Sus palabras a la Cadena Ser en vísperas de que Portugal se juegue su ser o no ser con España han llegado al aficionado local en el momento en el que estaba más en entredicho, pero también es verdad que no más que las críticas generalizadas de la Prensa portuguesa, que tiene el misil preparado contra él si la selección anfitriona no llega a cuartos.
Es curioso que Felipao se haya pintado la cara con pinturas de guerra justo el mismo día que desde Italia se asegura que ha dado su visto bueno al Lazio para entrenarlo la temporada próxima y cumplir así uno de los objetivos que se planteó cuando salió campeón del mundo con Brasil: entrenar a un club europeo de una gran Liga.
Este brasileño trotamundos, que además de entrenar a no menos de una docena de clubes de su país se ha sentado en los banquillos de Arabia Saudí, Kuwait y Japón antes de acabar ganando el pentacampeonato con la «amarelha» en Corea y Japón, aceptó el reto de dirigir a Portugal, la «Brasil europea», como dijo cuando aterrizó por primera vez en Lisboa, el 28-11-2002. Desde el primer día no cayó bien. Como la selección estaba clasificada por ser país anfitrión, la atención siempre estuvo más pendiente de la organización pura y dura que del equipo en sí.
Scolari se aseguró el poder absoluto deportivo, además de un contrato de tres millones de euros. Tenía casa en Lisboa, pero vivía a caballo entre Brasil y sus múltiples viajes. No en balde venía de ganar el Mundial y era el técnico de moda. Pronto confeccionó un grupo de jugadores y siempre apostó por los veteranos. No le importó que cada vez que Portugal jugaba un amistoso y centraba la atención de los medios y de los aficionados se dijera que quienes realmente mandaban en el vestuario eran Couto, Rui Costa y Figo. Como los resultados no fueron buenos siempre estuvo cuestionado, pero él está acostumbrado a estas situaciones límites. Ya le pasó con Brasil y acabó siendo campeón. «Si superé aquella etapa con todo el país pidiendo mi dimisión, no hay nada imposible»
Pero fue después del primer partido, ya con todo el mundo pendiente de lo que sucedía sobre el campo, cuando Scolari fue crucificado públicamente tras perder con Grecia. Durísimas críticas futbolísticas y personales. Salieron a reducir todos los trapos sucios de los últimos meses: su prepotencia de no hacer caso a nadie, su animadversión al Oporto y a sus jugadores, su fe en hombres pasados de forma, sus tácticas defensivas e incluso unas palabras que dijo a un periódico argentino en 2001, que le teñían de un cierto color dictatorial. «Pinochet ha torturado, pero en Chile no hay analfabetos».
En cuatro días Scolari hizo más cambios que en año y medio. Sentó a Couto y Rui Costa y se encomendó a los jugadores del Oporto, campeón de Europa y de Liga. Hoy medio equipo más uno será «portista», Deco incluido. Y él intentará ganar para seguir optando a la hazaña imposible:lograr un Mundial y una Eurocopa de forma consecutiva.
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