LA PERVERSIÓN DEL LENGUAJE DE IBARRETXE
ESTOS días Ibarretxe nos está buzoneando a los vascos un folleto bilingüe. Una iniciativa para la convivencia (Elkarbizitzarako ekinbidea) es un folleto cursi donde un rostro risueño de humano con mirada de buey feliz sin problemas te mira a toda página para que leas un texto capcioso en frases rojas y negras, dándote a conocer «de primera mano» su propuesta para la convivencia, porque «tal vez» no hayas escuchado más que «comentarios y opiniones de terceras personas». Y, así, vienen cuatro páginas con cinco bueyes felices de a página entera mirándote no para venderte una lavadora ni un viaje a Bali, sino para ofrecerte su filosofía del conflicto vasco con diez propuestas. Por supuesto, en esa filosofía no aparece la palabra conflicto, sino sólo la afirmación de que «todos tenemos un objetivo común»: convivir en paz. Ibarretxe no habla para nada de ETA ni de la liquidación física y mental de los no-nacionalistas ni tampoco de su exclusión política. Según Ibarretxe ETA no existe como problema de la convivencia de los vascos, nada se dice de la falta de libertad para opinar y vivir según el modo de vida más apto a cada cual; solamente se afirma lo que al lendakari le gustaría que pasase, a saber, que «todos queremos convivir en paz».
¿Todos queremos convivir en paz? Nuestros vecinos franceses y marroquíes tienen un objetivo común, la convivencia en paz, que es el mismo objetivo de los europeos y también del resto de los habitantes del planeta. Y, por supuesto, también de los españoles. Pero ahora mismo existen más de treinta guerras en el mundo, amén de múltiples conflictos de todo tamaño y grosor en todos y cada uno de los países del mundo. Y existen conflictos en cada casa y también en el interior de uno mismo hay conflicto; y por eso se dan querencias de paz en todo el mundo, en las casas y también en el interior de sus moradores. Precisamente porque el conflicto es la causa esencial del deseo de paz: sin conflicto nadie se afanaría en convivir en paz y ni siquiera existiría la paz como concepto. Ni el de «paz interior», antesala del concepto de felicidad. ¿En qué concierne, pues, a los vascos que ese objetivo de todos los humanos mereciese un folleto especial sino la existencia de ETA y su oposición al pluralismo y la tolerancia democráticas? Pues no; Ibarretxe hace como que no se entera y sostiene que todos los vascos tenemos el mismo objetivo de convivir en paz. Pero eso es pura falacia, una trampa del lenguaje para vehicular una propuesta política que no arreglará el conflicto vasco.
Hitler quería la paz, así como Julio César o el propio dictador Franco. Se trataba entonces de paz aria, paz romana o paz nacional-católica obtenidas a la medida de los conflictos que ellos mismos crearon. ETA quiere también su paz, proporcional al conflicto que ha creado, e Ibarretxe -que mañana mismo brindaría con la paz etarra- aparenta no jugar su juego silenciando la clase de conflicto que tenemos para mejor maquillar el tono y color de la paz que precisamos. Por eso su folleto ensambla esa supuesta querencia general de paz de todos los vascos con una propuesta a la que califica de «abierta», apta para «hablar y dialogar» y abrir un «proceso participativo, flexible, legal, democrático». Como en un tiovivo para niños, la risueñamente prolija adjetivación de su propuesta rola en rojo... y en música de carrusel: una tierna música de flautista de Hamelin para arrastrar a gente autocomplaciente que, sin mirar al conflicto, es decir, hacia donde tiembla el perseguido y el excluido, acepte su propio deseo de paz tan narcisista como cautiva de ETA. Música para pueriles fotos de buey feliz escrita en este pentagrama: «(Una propuesta) basada en el derecho a decidir nuestro propio futuro, el futuro de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas vascas. Sin violencia, sin imposiciones y sin chantajes. Con ilusión y esperanza. Creemos que merece la pena iniciar un proceso donde todos tengamos cabida. Todas las opiniones, todos los ciudadanos y ciudadanas (esta última frase en rojo)». Pero ¿en qué quedamos, lendakari buzoneador? si hoy no hay conflicto ni violencia sino sólo la misma apetencia de paz por parte de todos los vascos ¿por qué me inquietas asegurándome un futuro donde «todos tengamos cabida»? ¿O es que hoy no todos tenemos cabida en Euskadi?
Y uno lee los diez puntos de su propuesta y sin sorpresa alguna ve lo que miran esos ojos de buey feliz: ve que la propuesta de Ibarretxe no se refiere a incluir a los vascos, hoy física, política y culturalmente excluidos, sin libertad y sin derechos, no sólo de futuro sino de in corpore presente. La propuesta sólo se refiere a incluir territorios, relaciones con territorios como los «de la Comunidad Foral de Navarra» y «los territorios vascos de Iparralde». Y, sin estupor alguno, uno comprende la trampa de la paz de Ibarretxe, esencialmente del mismo calado que la de Hitler, César o Franco, la trampa de crear un problema, agudizarlo en conflicto y exigir luego la paz. «Paz» significa para Ibarretxe unificación territorial o, lo que es lo mismo, deseo de terminar su supuesto conflicto con España. Es decir, «paz» significa lo mismo para él que para ETA. Y uno comprende que ese deseo de paz de «todos» los vascos es únicamente el deseo de los nacionalistas; pero lo comprende a condición de no mirar desde esos ojos de buey feliz, sino desde lo que se ve cuando se quiere ver todo lo que pasa. Y para ver todo lo que pasa es preciso sacarles los ojos a los asesinados y ponérselos uno mismo, y así comprender que sólo existe negrura y tribulación, sin ningún presente desde que esperar un futuro. O mirar desde los ojos del vigilado, del perseguido, del chantajeado y del atemorizado que ni chista, para así ver su presente de aflicción sin apenas futuro alguno de esperanza personal.
Y la tinta bóvida del folleto de Ibarretxe, sea en rojo o bien en negro, sigue en la trapacería de ocultamiento de lo que hay. Por ejemplo, ¿hay o no hay España como hay Francia, Italia o Europa? Pues, no; Ibarretxe menciona Europa pero jamás menciona España por su nombre sino que la denomina «el Estado». Dos veces la escribe así, acomplejado por el tabú impuesto por ETA desde los años 60 para denostar a la España de Franco y combatirla, aceptando el acto de magia por simpatía entre la cosa y su nombre y llamando «Estado» a un país con forma democrática de gobierno, con un paisaje diverso y un paisanaje en libertad y autonomía. No pronunciar España es como el vudú de negarla, pero llamarla «Estado» es humillarla, suponiéndola eje del omnímodo poder opresor. ¡Pobre Ibarretxe! No se ha enterado todavía que lo llamamos lendakari únicamente porque es parte esencial del Estado, como lo es su partido y todos los demás, son los sindicatos o cuantos funcionarios lo servimos en muy diversos departamentos. Cuando se empozoña el lenguaje infectando la semántica del sentido común, ni hay análisis de la realidad ni, por consiguiente, propuesta alguna de arreglo.
Si ETA no acepta la propuesta del folleto del lendakari se debe a que aspira a expandir más aún el sufrimiento para darle más verosimilitud a ese lenguaje de ocultamiento que, ciertamente, no hablamos la mitad de los vascos. Y si, enrabietado, Ibarretxe decide salir a la calle contra ETA porque no le hace caso a su folleto, nosotros acompañaremos a Ibarretxe a la calle porque es seguro que sólo irrumpiendo contra ETA aprenderán Ibarretxe y los nacionalistas a llamar a las cosas por su nombre. Pues sólo entonces ETA perseguirá también a los nacionalistas y éstos dejarán por fin de mirar con ojos de buey feliz la paz, los derechos de futuro, España y Europa. Idia adarraren, gizona hitzaren decía uno de los más viejos refranes eusquéricos transcritos a papel, el buey por su cornamenta, el hombre por su palabra. Ibarretxe, que siempre ha expresado su afán de caminar por la senda que hace el buey, debería aprender que la única senda humana la hace la palabra, el léxico común de l
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