La liga, en su punto
La nube de ceniza se disipó anoche un poco sobre el Bernabéu. Ya no quema tanto la lava azulgrana. El horizonte parece menos oscuro para el Madrid, que jugó un partido muy convincente contra el Valencia y deja la Liga literalmente en su punto: a uno del Barcelona.
El partido adquirió enseguida una pauta bonita. En esa conquista estética todo el arte lo puso el Madrid. El Valencia fue solo ese paseante ocioso que se acerca mirón al artista para ver cómo va esbozando el cuadro. Mientras que el Madrid, aplicado su obra como un taller completo, buscó siempre el trazo limpio y profundo, su rival no se decidía a triangular. Banega dejó en tierra de nadie un par de pinceladas, y poco más. La prueba de la esfumación del Valencia era que Silva no intervenía. Simple cerrojo che.
Todo quedaba en la paleta local. Es curioso que el Madrid se esté jugando la Liga con un centro del campo en el que Gago y Guti son titulares. Sin embargo, ambos vindicaron la confianza debida. Guti, que había montado el caballete con excesos de parsimonia, demostró en el gol que a veces además de los pinceles puede manejar la espátula: le peleó el balón a Bruno para poder servírselo a Higuaín, que superó a César. Gago participó en la mejor jugada del primer tiempo, una canónica para ilustrar lo que el Bernabéu aspira a ver cada noche. Fue una trenza larga y enfilada por el centro del campo, perpendicular a la línea de puerta, llena de toques vivos y precisos, que nació en Guti, desembocó en Higuaín y murió en un tiro de Van der Vaart parado por Alexis sobre la raya de gol. Esa obra tuvo pinta de 2-0 ideal.
La dormición del Valencia chocó con el 1-0, que pareció desperezarlo sin que llegara a despertar. Se incorporó, pero frente a sus parcas contras el Madrid unido fue sumando ocasiones de gol, mal resueltas por Higuaín, Guti o el cuajado Van der Vaart. Cristiano lucía en su mejor versión: lanzado en carrera hacia el regate largo con el tiro entre ceja y ceja. Topó con un gran César, que en vez de años cumple contratos: su vieja calidad.
Después el Madrid tomó el relevo letárgico, fiel a su hábito de dedicar las segundas partes a la hazaña del guerrero o a su reposo, según toque. Ayer tocaba almohadón. El Valencia se estiró más a gusto frente a esa languidez y Silva se lo hizo saber a Casillas con un disparo lejano que escupió la escuadra.
El Valencia amagó con mostrar el potencial que tiene en el centro del campo con sus afamados «bajitos», pero era una cuestión de estatura general del equipo, y no pudo dar la talla. Contra su fútbol menguado recreció el Madrid guiado por Alonso y lo más elevado lo ofreció entonces Marcelo, que coronó su apreciable temporada con un perfecto regalo regate-pase a Cristiano para aclarar la atmósfera. Un clamor blanco sacudió la nube de ceniza.
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