Palabras mágicas y números más mágicos

AUNQUE están los magos del «marketing», y los magos de la publicidad, incluso los magos del mundo editorial, hay algo en Harry Potter que se nos escapa. Todo lo relacionado con el que fuera niño prodigio de la varita de acebo con pluma de fénix -hoy ya adolescente- parece tocado por las hadas. Harry Potter es uno de los grandes fenómenos de la lectura mundial, quizá el más global. Niños de todo el mundo -y de todas las edades, cabría añadir- esperan con impaciencia cada nueva entrega. Aunque sabemos que su autora, J. K. Rowling, posee una fortuna mayor que la de la Reina Isabel II -y subiendo-, hay algo que resiste a cualquier análisis cuantitativo, mediático o publicitario.
La emoción de nuestros hijos volando sobre cientos de páginas, reflexionando sin saberlo sobre el bien y sobre el mal de las acciones humanas, en este mundo de bombas sin porqué, nos hace recordar viejas aventuras: de piratas, tesoros, bosques o criaturas amenazadoras... Potter tiene ese poder de la fantasía, idéntico al de aquellas otras páginas antiguas que algún día conjuraron nuestro miedo. Ese poder es mágico, es la verdadera magia de la lectura, y anega los números.
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