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El compromiso moral de Ángel Benito

La Universidad no está muerta. La Universidad es, todavía, algo más que una fábrica de títulos. He podido comprobar que aún revolotea por sus espacios, casi siempre desoladores, el viejo espíritu de la Ilustración e incluso algún aliento transformador. El cronista, que no hace más que recibir mensajes constantes sobre la resignación del profesorado, el pragmatismo de los estudiantes y el imperio del burocratismo, ha tenido la ocasión de vivir un acto de signo muy distinto con motivo del homenaje al profesor Ángel Benito en Ciencias de la Información de la Complutense. Sé que sería abusivo dar un mayor alcance a esta experiencia fugaz pero me siento obligado a dejar constancia del perfume reconfortante que la envolvió.

Es posible que la gravísima situación de la enseñanza secundaria -especialmente por la indisciplina salvaje- hace que uno pueda sobreestimar la residual liturgia de la academia universitaria, la sacralización de la autoridad rectoral, la discreción gestual del profesorado, esos murmullos frailunos en el salón de actos... No se ha roto del todo la transmisión de un estilo, de unas formas de trabajo, de ese valor que se llama excelencia a pesar de los asaltos administrativos y partidarios.

Pero lo que me pareció más relevante del acto con el que se rindió homenaje a Ángel Benito fueron no sólo las apelaciones a los valores morales e incluso algún guiño a la utopía sino la respuesta cálida, contagiosa, de un colectivo del que se dice que está de vuelta de todo. Sin duda alguna el desbordamiento de los límites burocráticos y corporativos fue posible, en primer lugar, por la condición humanística de Ángel Benito; en segundo lugar por las cualidades retóricas de quienes intervinieron, especialmente del profesor Farias, cuya voz llegó a quebrarse en algún momento. Todo medido, todo ajustado, como corresponde a unos tiempos que posiblemente no sean el fin de la Historia pero que sin duda no cuentan con protagonistas creíbles para superarla.

La biografía de Ángel Benito requería un acto de esta altura: la coherencia de su itinerario a lo largo de cuarenta años, el compromiso civil... Nuestro profesor comenzó a construir su Teoría General de la Comunicación con materiales científicos importados y en nombre de una libertad que todavía era negada entre nosotros. Lo saben bien las distintas generaciones de periodistas a las que enseñó que los mecanismos que llevan a la verdad no pueden ser extraños a la moral. Pero ¿cómo predicar esto sin una ética del profesor mismo? «No he sabido hacer bien otra cosa sino dar clase», dijo. Supo hacer, además, esta Facultad, de la que fue decano durante los diez primeros años.

En esta etapa crepuscular la lucidez de Ángel Benito es mayor y mayor el pesimismo derivado de ella. Si la libertad trajo las conquistas que se pretendían, ha traído también perversiones inesperadas: la comunicación es asaltada hoy por poderes escasamente representativos de la ciudadanía. Es un proceso que Ángel Benito define con la paradójica expresión de «la libertad contra la prensa». En todo caso ha valido el esfuerzo. Nadie -dijo- «podrá expulsarme de ese paraíso que es la memoria».

El homenaje tiene libro: mil quinientas páginas, más de setenta colaboraciones de profesores. Una muestra expresiva de esta Universidad que no ha muerto, que es todavía algo más que una fábrica de títulos.

Posdata: En el homenaje no se aludió a ese lado casi secreto de la personalidad sensitiva, delicada, del profesor Ángel Benito. A él se debe el mejor estudio crítico de la obra de Daniel Vázquez Díaz.

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