«Un hombre bueno, un español cumplido»
Descomunal. Así es Miguel Delibes . Un clásico ya. Uno de los verdaderamente grandes. Un maestro en el uso adecuado de la lengua, un maestro en la narración, un maestro en la creación de personajes, a los que dejaba hablar para que contaran sus alegres fantasías y sus ásperas realidades, como recordaba Gregorio Salvador. Delibes era una de esas singulares personas que van por la vida ofreciendo amistad, mostrando comprensión, derrochando generosidad. Ayer, en el día de la Fundación Pro Real Academia Española, se le quiso dar esplendor al hombre y al escritor que defendió a todos los desheredados, santos inocentes, de la creación.
Sus Majestades los Reyes rindieron tributo «a quien ha sido un hombre bueno, un castellano leal, un español cumplido, un literato cuya vida y obra pervivirán para siempre en nuestra memoria». Don Juan Carlos y Doña Sofía quisieron mostrar su «afecto, admiración y gratitud a un hombre íntegro y completo, ejemplo de grandeza de espíritu, de sensibilidad y humildad».
Los Reyes tributaron este homenaje a Delibes después de que ningún miembro de la Familia Real, por diversas circunstancias, acudiera en su día al funeral del escritor. Don Juan Carlos, que ha sido el Jefe del Estado que más ha apoyado a los escritores y a la cultura en toda nuestra historia, quería reparar esa ausencia y anoche lo hizo con las más cariñosas muestras de afecto y admiración hacia el escritor. «Nos sale del alma decir: Miguel Delibes, gracias; muchas gracias».
Pero Delibes no tuvo que esperar a su muerte para recibir el aprecio de los Reyes: «Hemos disfrutado desde hace muchos años y hasta sus últimos días de su gratificante amistad», dijo Don Juan Carlos y recordó aquella lluviosa tarde de hace tres años que «tuvimos la inmensa alegría de visitarle en su casa, en Valladolid, para reiterarle todo nuestro afecto, admiración y gratitud». Ese día Delibes cumplía 87 años y los Reyes le llevaron el premio Vocento a los valores humanos.
Delibes, oro molido
Para hablar de Delibes, el Rey recurrió a Machado («y más que un hombre al uso que sabe su doctrina/soy, en el buen sentido de la palabra, bueno») y a Julián Marías («Delibes siente pasión por la autenticidad de la vida, y horror por la convención, la falsedad...»), y destacó que «nos ha legado una gran lección de la libertad de espíritu basada en la comprensión y el respeto al hombre. También la de la tolerancia y la concordia».
Según el Rey, Delibes pudo recibir la muerte «con el señorío espiritual de otro castellano viejo, el comendador don Rodrigo Manrique». Así, dijo, «dio el alma a quien se la dio» rodeado de sus seres queridos y «arropado con el calor del pueblo y de cuantos le hemos querido». «Las manifestaciones de duelo que se produjeron a raíz de su fallecimiento demuestran hasta qué punto el pueblo lo sentía suyo».
Miguel Delibes seguía las labores gramaticales académicas palabra sobre palabra, a pesar de que no podía acudir físicamente a la sede de la RAE, Por teléfono o con sus entrañables tarjetones se comunicaba con sus compañeros de silla en la Docta Casa. Un día, Arturo Pérez-Reverte propuso celebrar un «plenillo» académico en su Valladolid natal. Don Miguel aceptó, con la condición de que él convidaba a almorzar. «Se nos adelantó la muerte —recordaba con amargura Víctor García de la Concha , director de la RAE—, éste es el Pleno que le debíamos. Esta Casa es, fue y será de Miguel Delibes».
También desde esta Casa, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo , afirmó que «la mejor manera de rememorar a Delibes es leerlo». Subrayó: «Necesitamos, más que nunca, de palabras verdaderas»; y, desde la tribuna, concluyó: «Nos comprometemos a velar por las palabras y a dejar que ellas velen por nosotros».
El académico Gregorio Salvador evocó, en un delicioso texto, cuarenta y seis años de amistad con Delibes, que talló una prosa de oro molido, excelente, precisa, fidedigna. Y en los diálogos, absolutamente verídica, absolutamente real. En Delibes sí que era castellano el español: el del labrador de Berrueces o el molinero de Arlanza, el palomero de Pozo Pedro, los alfareros de Arrabal del Portillo, el capador de Mayorga de Campos, la vieja gallera de Boñar... Delibes entró «Por esos mundos» de América en 1955 y oye en la Argentina «fierro», en vez de hierro y advierte que en Chile la amapola es «maravilla», el maíz «choclo» y una tisana es simplemente una «agüita». «Fiel a su expresión de que eran precisos “ojos de palurdo para sacarle a un viaje todo su rendimientio”, Delibes se irrita en Santiago de Chile con extravagancias como llamar codorniz a un pájaro con moño parecido al avefría: “Será para ellos. ¡No te amuela! Si esto es una codorniz, yo soy teniente coronel”. Y así al fondo de sus personajes se oye la voz de Delibes legándonos un pensamiento claro, inteligente, abierto y una constante invitación a la cordura y al sentido común, «que buena falta nos hace», invocó Gregorio Salvador.
Luis Mateo Díez pasó un maravilloso día en la obra de Delibes, el 21 de marzo de 1975, cuando a las nueve de la mañana salió de su casa de Valladolid y viajó a la ribera del río Luna (León), al coto truchero de Garaño. Iba a ser el día más feliz de un pescador de ribera, «alguien que asumió el arte de la pesca de la trucha tan apasionante como el de la caza». «Me metí en el río —escribe Delibes, precursor de «Block de Notas» de «Mis amigas las truchas»—, en un cascajar medio cubierto por las aguas y, en una hora de reloj, llené la cesta sin cambiar de sitio ni arriesgar un aparejo». «A las cinco de la tarde de ese 21 marzo —culminó Mateo Díez— Delibes llega a su casa de Valladolid tras la jornada más feliz de su vida en el río, con una cesta bella y uniforme, seis kilos en doce peces, es decir, un promedio de cuatrocientos ochenta gramos por pez. El Luna le dio lo que nunca le había dado ningún otro río. Sus amigas las truchas eran aquella tarde las joyas de una satisfacción».
El Presidente de la Fundación pro Real Academia Española y Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez , resaltó los valores humanos de Delibes, que «postulaba el nacimiento de un hombre nuevo, imaginativo, generoso sobre un entramado social nuevo».
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