A por Redondo
El juego sucio contra Nicolás Redondo tuvo ayer un episodio que revela con claridad hasta dónde estarán dispuestos a llegar sus detractores con tal de evitar que vuelva a ser secretario general de los socialistas vascos y que se mantenga la política del PSE de oposición al nacionalismo. La pauta de este acoso y derribo mediático-político del líder socialista vasco quedó marcada al día siguiente de las elecciones vascas, cuando sesudos analistas del foro denunciaron «el aplauso ancilar» que Redondo dedicaba a la estrategia de Aznar para el País Vasco. Era cuestión de tiempo que la política de desgaste sordo pero implacable contra Redondo le obligara a exigir claridad a su partido. Lo hizo con su dimisión. Pero se equivocó si pensaba que el debate sobre las ideas iba a ser limpio y a estar libre de nuevos ajustes de cuentas contra su persona. Literalmente van a por él.
La noticia, difundida ayer, de su reunión con Aznar el pasado verano sintetiza la estrecha conciliación de intereses diversos que quieren evitar algo mucho más trascendente que la vuelta de Redondo al cargo del que dimitió. Quieren cerrar el paso a una política que durante año y medio ha creado un espacio de acuerdo con el Gobierno de Aznar y el Partido Popular en torno al mayor problema actual de España, que es el terrorismo y la estrategia rupturista del PNV. Por eso se presenta el encuentro con el presidente del Gobierno como la prueba de cargo contra Redondo, la confirmación del nefasto seguidismo del que el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, había abominado el día antes en otro medio del mismo grupo -mera casualidad, sin duda- que ayer delató a Redondo. Si la intención es abyecta, el resultado va a ser seguramente corto. Después de la gran revelación de que se reunió con Aznar, habrá que preguntarse cuál es el problema que supone, qué ilicitud moral o política ha cometido Redondo al conversar personalmente con el jefe del Gobierno con el que su partido firmó un acuerdo que fijaba los criterios comunes de populares y socialistas para oponerse al terrorismo y para tratar la política soberanista del nacionalismo vasco. Es evidente que lo peor de esta estrategia es lo «facilona, estúpida y vulgar» que resulta, como ha dicho Redondo. Probablemente concitará mayor unidad en torno a su ideario, porque ha dejado al descubierto la amoralidad de quienes han facilitado esa información con ánimo de perjudicarle. Eso sí, la noticia exacerbará el entusiasmo del PNV ante la creciente fractura del socialismo vasco y aumentará la tranquilidad de Arzalluz al comprobar que, a pesar de todo, su partido seguirá contando con el respaldo -esto sí que es ancilar- de quienes anteponen su sectarismo ideológico a la defensa de los valores más importantes de nuestra democracia, que están siendo literalmente laminados en el País Vasco.
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