Susurrando arte al hierro

ABC
Rablaci en su taller de Valencia; debajo, una de las esculturas
POR IGNACIO SERRANO
MADRID. A Rafael el arte le ha gustado de toda la vida, pero es ahora cuando puede decir que algún día, más pronto que tarde, vivirá de ella. Después de probar suerte en La Sorbona y quedar un poco desencantado, decidió volver a Valencia, «que es donde están los mejores talleres de Europa», asegura. «Lo que yo necesitaba era practicar, y en Francia me era imposible, no había lugares donde hacerlo. En La Sorbona sólo enseñaban teoría, teoría y teoría; por eso me fui».
Su primera exposición ha llegado gracias a que su talento encontró un mecenas: Ramón de Soto. El escultor fue quien le ayudó a contactar con Raquel Ponce, que a su vez estaba buscando nuevos valores para su sala de la calle de Alameda 5, sita junto al Paseo del Prado. «Yo creo que en la escultura empieza a haber aires de renovación», dice Rablaci. «Y es algo más que necesario, porque si no se regenera (la escultura), los jóvenes mirarán más hacia la pintura o la fotografía, que está muy de moda. O al menos eso es lo que yo veo en el ambiente de la facultad».
Precisamente la fotografía es la forma de expresión artística invitada en la exposición de Rablaci, dominada por la escultura. Varias imágenes tomadas por el joven artista dan buena cuenta de su capacidad de observación, de su magnífico tratamiento de los brillos y los colores, y de su intuición para hallar cargas simbólicas adecuadas a sus pretensiones estéticas.
El joven artista explica que su intención ha sido «encontrar un vínculo entre la escultura y la fotografía, a través de una reflexión sobre la asociación vida-muerte y cuerpo-espíritu. Las hojas secas, que aparecen en todas las fotografías, simbolizan renovación, porque siempre significa que otras nacerán. Y en la instalación de la planta baja de la galería, las esculturas reposan sobre un manto de hojas, que el visitante puede pisar para trazar su propio camino, como todos trazamos nuestras propias vidas». Las esculturas de Rablaci pueden dividirse en dos secciones. La primera exhibe varias máscaras -denominadas «Nómadas»- realizadas en hierro batido. La segunda está dedicada al acero y el hierro oxidados, y en ella el protagonismo recae en las aves, «máxima representación de la libertad», dice. «Pájaro lunar», «Pájaro envolvente»... todo un catálogo de percepciones de los seres alados llena la galería, que acogerá la muestra hasta el 31 de octubre.
¿Y por qué centrarse en un material como el hierro oxidado? «Me apasiona, siempre me ha llamado la atención, sobre todo gracias a Julio González, que es uno de los escultores que más me inspiran. La soldadura, el manejo de las radiales, las limas, los instrumentos... es un arte fascinante».
Por ahora, Rablaci sólo puede dedicar los fines de semana a crear, pero en cuanto termine su carrera de Bellas Artes, tendrá todo el tiempo del mundo para divertirse con los hierros oxidados. Y además, con las puertas comerciales ya abiertas. «Exponer tan joven ha sido una sorpresa, me da muchas ganas de seguir adelante, aunque con los pies en la tierra, porque la vida del artista es como una montaña, subidas y bajadas, subidas y bajadas...».
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