Hazte premium Hazte premium

Javier Reverte lamenta la «agonía del periodismo» en su nuevo libro de viajes

Javier Reverte presentó ayer en Madrid «La aventura de viajar» (Plaza & Janés), apología y antología del arte de viajar que recopila pequeñas historias que en su día se quedaron fuera de sus libros y

FRANCISCO SECO Javier Reverte

Javier Reverte presentó ayer en Madrid «La aventura de viajar» (Plaza & Janés), apología y antología del arte de viajar que recopila pequeñas historias que en su día se quedaron fuera de sus libros y crónicas periodísticas. Algunas anécdotas proceden incluso de un tiempo tan remoto (según se mire; tiene 62 años) como sus excursiones infantiles. El autor promete algunas reflexiones sobre lo que significa viajar, unas gotas de melancolía y mucho humor. «He aprendido a reírme de mí mismo -afirma- y no me importa contar mis tonterías y meteduras de pata».

En un tono menos jovial, Reverte explica que en su libro también «subyace la nostalgia de un periodismo que ya no existe». En sus lamentos ocupa un lugar de honor el reportaje, «el género rey del periodismo, que ha muerto a manos de los dueños de los diarios». «Ahora no se encuentran este tipo de relatos. El periodismo agoniza al tiempo que el reportaje», sentencia. «Hay mucho género rosa y debates políticos que permiten irte tres meses de viaje, porque cuando vuelves siguen diciendo lo mismo. Hago libros de viajes porque soy un reportero frustrado; la diferencia es que ahora me los tengo que pagar yo».

Diarios sin ingenio ni audacia

Reverte se pone a hablar y no para sobre lo que se ha deteriorado la profesión periodística, un oficio, dice, en el que «un día estabas en palacio con el Rey y al día siguiente en una cárcel con un condenado a muerte. De todos modos, no cree que haya interés en acabar con esa forma de periodismo, «sino falta de de visión». En su opinión, hemos entrado en una «dinámica de imitación» causada por la «falta de ingenio o de audacia para plantearse las cosas de otra manera. El 11-M lleva meses llenando páginas y llega un momento en que nos aburre o abruma», sostiene. No obstante, entiende que también hay una causa económica, no sólo incapacidad: «El reporterismo es caro. Es más barato enviar gente a las Cortes y escuchar lo que dicen los políticos. Además, si sucede algo en el mundo, las grandes empresas marcan lo que es importante, aunque haya otras mil informaciones al mismo tiempo que nadie atiende».

El escritor, que prefiere los clásicos que han escrito sobre sus viajes (cita a Greene, Pla, Gide) a los autores de libros de viajes, también es partidario de la aventura, «pero no en el sentido de jugarte la vida, aunque lo he hecho en Sarajevo porque no tenía más remedio». Una vez metido en harina, no duda en criticar incluso a Cela, cuyo lenguaje «ha envejecido un poco».

Su aproximación a los viajes se produce a través de los sentidos. Importa mucho «la mirada del escritor. «Con National Geographicy, ¿quién necesita un libro de viajes para que le cuente esas mismas cosas? Viajamos con los sentidos, de una forma sensual».

Javier Reverte añade que él no fabula en sus libros de viajes. «No invento, pero organizo. La obligación del escritor es darle unidad a las cosas. Reproduzco diálogos en función de lo que se ha dicho, pero no de cómo se ha dicho. Como decía Pessoa, en el fondo la literatura es un esfuerzo por hacer real la vida». Si se le aprieta un poco, el autor admite que provoca determinadas situaciones: «Me encuentro con gente, me enredo, hago el idiota. Invento profesiones que no tengo. Ahora me gusta decir que soy un oficial retirado de Caballería». Reverte también rebate el tópico del mundo visto como un pañuelo: «Cuanto más viajas, se te hace más grande».

«Los nacionalismos se ven absurdos»

Después de recorrer tantos países, cabe preguntarle si comprende mejor los nacionalismos o los considera más absurdos. Reverte apuesta sin dudar por la segunda opción. «Ahora me siento mejor llamándome europeo que español. Hay ya una conciencia europea que se empieza a notar. Cuando coincides con italianos o alemanes, por ejemplo, se forma una relación que no es igual si se trata de un americano». En todo caso, agrega, «me gusta la recuperación de tradiciones y culturas, pero no la afirmación de la superioridad de lo nuestro, la negación del otro».

Y si quieren una anécdota, quédense con el viaje en 1980 a Santa Marta (Colombia), donde los periodistas celebraron el aniversario de la muerte de Bolívar fumándose un alijo entero de marihuana «golden». La rueda de prensa con Pérez Llorca fue misión imposible y a alguno todavía le dura la resaca.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación