Alan Hollinghurst novela las sombras de la era Thatcher en «La línea de la belleza»
DAVID MORÁN
BARCELONA. Asegura el británico Alan Hollinghurst que siempre le ha costado identificar el origen de sus libros, aunque «La línea de la belleza» bien podría ser la excepción que confirme la regla. Galardonada con el prestigioso Booker Prize de las letras inglesas de 2004 y traducida ahora al castellano por Anagrama, la cuarta novela de Hollinghurst arranca justo donde se detuvo «La biblioteca de la piscina», su revelador debut literario.
Así, si esta última trazaba un descarado retrato de la sociedad gay inglesa a principios de los años ochenta, «La línea de la belleza» se zambulle en idéntica temática iluminando dos nuevas estancias: la del segundo mandato de Margareth Thatcher y la irrupción de la epidemia del sida. «Esperar veinte años me ha dado cierta perspectiva para verlo, aunque suene algo pretencioso, en su contexto social y político. El sida afectó a mi entorno, pero también coincidió con el segundo mandato de Tachter, que afecto a todo lo demás», apuntó Hollinghurst durante la presentación del libro en Barcelona.
Conectada espiritual y temáticamente con las últimas obras de Henry James, «La línea de la belleza» narra la historia de Nick, «un joven esteta que vive la vida a través del arte» y cuya transformación correrá pareja a su penetración en esa Inglaterra de «las fiestas interminables y la euforia económica».
A través de los ojos de Nick, Hollinghurst disecciona una sociedad recostada bajo la sombra de la era tatcheriana y por la que deambulan familias conectadas a las altas esferas políticas y económicas. «Nunca me he movido en estos círculos y creo que nunca ha conocido a un político del partido conservador, pero he visto muchos por la tele», bromeó Hollinghusrt, quien reconoció que la biografía de Alan Clark, ex secretario de estado para la defensa del gabinete de Thatcher, le ha servido de gran ayuda a la hora de enfocar el libro.
«La línea de la belleza», convertida recientemente en un miniserie de tres capítulos por la BBC, expone, además de las convulsiones políticas de la época, la transformación social que supuso la expansión del virus del sida. «A la larga, ha servido para enseñar a la gente lo que era la comunidad gay y la ha humanizado», explicó.
Aún así, Hollinghurst está lejos de considerarse a sí mismo como icono literario para la comunidad gay. «Siempre he escrito los libros que he querido escribir, no los que a otros les hubiese gustado que escribiese -apuntó-. Si empecé a escribir sobre gays fue simplemente porque creía que no se había escrito bastante sobre el tema». En idéntica integridad se escuda el escritor para responder a quienes se preguntan si el Booker, premio que, según reconoce, hará que a partir de ahora le lea gente que jamás había oído su nombre, va a cambiarle en algo. «Creo que lo mejor es cerrar todas las puertas a lo que se espera de mi para concentrarme en lo que yo quiero hacer», sentenció.
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