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La guerra que no ha empezado todavía

Los países islámicos, satisfechos por verse librados de Sadam, comparten frustración y humillación por lo sucedidoen Bagdad. Exigen que los iraquíes tomen el control del Estado, hablan de ocupación, no de liberación,y temen un mapa de Oriente Próximo idóneo para Israel

Cientos de palestinos acompañan al cadáver de Ramez Al Talmas, militante de Hamas abatido por el Ejército Israelí en Gaza. EPA

RAMALA (CISJORDANIA). Fueron sólo unos minutos. Ni siquiera. Un puñado de segundos. Pero el gesto espontáneo de ese soldado en lo más alto de la estatua, luego derribada, de Sadam Husein, tapando su cara con una bandera norteamericana, fue la prueba definitiva, tampoco necesitaban muchas, para confirmar los temores de los países islámicos de que ni Estados Unidos ni Gran Bretaña están de paso en Irak.

«Estados Unidos ha ganado la guerra pero le va a costar mucho más ganar la paz en Oriente Próximo». Ghasan al-Jatib, ministro palestino de Trabajo del Gobierno saliente y experto en relaciones internacionales, pone voz desde su oficina de Ramala a una idea que ya planea por todas las capitales islámicas de la región.

«La guerra no ha empezado todavía». Los países árabes se han sentido humillados a lo largo de toda la campaña militar. Las imágenes de mujeres, ancianos y niños muertos no se pueden borrar de nuestras memorias de un día para otro.

El desenlace de la guerra ha sido sorprendente y para muchos frustrante por la nula oposición y resistencia que ha ofrecido Bagdad. Pero eso no es óbice para que los árabes vean a las tropas norteamericanas en la capital iraquí como una fuerza de ocupación, no de liberación; como una avanzadilla para la colonización por Estados Unidos de Oriente Próximo y el diseño de un nuevo mapa con un solo beneficiario: Israel».

La larga parrafada de Al Jatib podría ser firmada, de hecho ayer se sucedieron declaraciones en ese sentido desde El Cairo, Damasco, Beirut, Ammán, por cualquiera de los líderes políticos, mandos militares, intelectuales o empresarios de un Oriente Próximo que asiste al final de una era que puede ser sólo la primera de una seria de estaciones hacia idéntico destino.

Desde todas esas capitales árabes antes citadas, sus dirigentes envían mensajes similares para quienes no tengan los oídos taponados: «Los iraquíes deben tomar cuanto antes el control del país»; «es imprescindible establecer de inmediato la seguridad para evitar el caos y el vacío de poder»; «el pueblo iraquí, y sólo el pueblo iraquí, es el que debe elegir libremente a sus líderes»; «debemos trabajar para garantizar la unidad e integridad territorial de Irak»; «resulta imposible democratizar Oriente Próximo sólo con carros de combate y misiles»...

Los padres de cada sentencia tienen nombres y apellidos: Hosni Mubarak y Saud al-Faisal, ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, que ayer se reunió en El Cairo con el presidente egipcio durante una visita inesperada; Bashar al-Assad; Nabil Berri; Marwán Muasher...

La coincidencia pues en el mundo árabe y musulmán total. Incluso Teherán, acérrimo enemigo del régimen de Sadam Husein, se ha unido al coro islámico que exige la retirada inmediata de las tropas norteamericanas y británicas de Irak.

Los «ayatolás» no olvidan la guerra de 8 años contra Irak ni el uso de armas químicas que hizo Sadam, de ahí la satisfacción demostrada por el desmoronamiento del régimen iraquí, pero temen que la presencia norteamericana en la región acelere el efecto dominó que muchos dirigentes de Oriente Próximo anticipan. Damasco y Teherán, precisamente, los más amenazados.

El rechazo hacia Estados Unidos puede ir en aumento en la calle árabe a medida que se prolongue la estancia de sus soldados. «El 11-S recé por sus víctimas pero si hoy hubiese otro ya no rezaría por ellas», dice Mohamed en un café de Ramala mientras saborea una pipa de agua. No es una opinión cogida al azar. No es una declaración aislada.

«Estados Unidos podría comenzar a ganar la guerra de la paz imponiéndose a Israel y facilitando una salida equilibrada y justa al conflicto», apunta Ghassan al-Jatib, «pero no creo que eso vaya a suceder». «La alianza de Washington y Tel Aviv sale fortalecida de esta guerra pero será insuficiente para ganar la otra guerra que comienza ahora y es todavía más importante, la de la paz», afirma consciente de que por mucho que ayer se derribaran en Bagdad estatuas de Sadam Husein, muy pronto se derribarán también aquellas que se apresuren ahora a erigirle a Bush.

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