Una final de ocho minutos

El ogro griego resultó ser un corderito. Es lo que tienen los equipos helenos en los últimos tiempos, que están viviendo más de la fama que de la lana. Y el Barcelona está este año hecho un ciclón. Arrasa allá por donde pasa. Anoche no hizo excepciones.

Juan Carlos Navarro y Ricky Rubio se encargaron de poner las cosas en su sitio desde el primer momento. Y Mickeal, que lleva una segunda parte de la temporada espectacular. Pues eso, entre los tres, triple por aquí, robo por allí, rebote en ambas canastas, en el minuto ocho de partido, del primer cuarto, ya habían colocado al Barcelona nueve puntos arriba (22-13), distancia que se limitó ya a dosificar y ampliar durante toda la final, por mucho que los griegos intentaran tirar de grito al árbitro y gesto al público. No había nada que hacer ante el perfecto ataque de los azulgrana.

Y eso que el Barça salió medio dormido tras el descanso, y permitió un 0-4 de parcial a los griegos, que se lo creyeron y, con el gentío de la grada a favor, pensaban que era posible el milagro. Estaban sólo a siete puntos, y los españoles tenían el punto de mira torcido. Quizá lo hubieran logrado si no hubieran desperdiciado tres jugadas de ataque con los azulgrana en pleno despiste.

Hasta que llegó otra vez Navarro, clavó el triple y se acabaron los nervios que pudieran tener los suyos, que no era el caso, y las esperanzas de los rivales. Luego, remate de Mickeal y otro triple de Sada, y de nuevo 11 arriba (58-47). El tercer cuarto volvió a sus fueros, con el dominio insultante del Barça, y cerró con la máxima diferencia, 14 arriba para los de Xavi Pascual (64-50). Dato que duró lo que tardó en robar un balón Ricky para poner la cosa en 16.

Los griegos fueron un pollo sin cabeza ante el ataque demoledor del Barça, con doce triples (cuatro de Navarro) que ni siquiera tuvo que tirar de su terrible defensa. Al final, segunda Copa de Europa para el Barcelona por paliza: 86-68.