El Nobel de Medicina reconoce, por fin, la labor de Sydney Brenner, padre de la biología molecular
Los trabajos sobre formación de tejidos y muerte celular programada de Brenner, Sulston y Horvitz son esenciales en diversos campos de la investigación biomédica.
ESTOCOLMO/MADRID. La Academia de Ciencias sueca concedió ayer el Nobel de Medicina al surafricano Sydney Brenner, al británico John Sulston y al estadounidense Robert Horvitz, por sus descubrimientos sobre la regulación genética del desarrollo de los órganos y de la muerte celular programada (apoptosis).
Se reconoce, en el caso del profesor Brenner, la importante labor que ha desarrollado a lo largo de su dilatada carrera profesional en el campo de la biología molecular. Este investigador sudafricano tiene en su haber importante logros científicos, como demostrar la existencia del ácido ribonucléico mensajero (RNAm), que es el encargado de transportar la carga genética para que se formen las proteínas.
Un diminuto gusano
El comunicado oficial del Instituto Karolinska no deja lugar a dudas cuando señala que estos tres investigadores identificaron los genes claves que rigen el desarrollo del organismo del gusano «Caenorhabditis elegans» -un diminuto nematodo que se convirtió en el primer animal cuyas instrucciones genéticas fueron descifradas a finales de 1998- y la muerte programada de sus células, «y demostraron que existen genes análogos en los organismos superiores, incluyendo al hombre». Estos descubrimientos han sido claves para la investigación biomédica, ya que han permitido una mejor comprensión de los orígenes de una larga lista de enfermedades ligadas a la degeneración de las células, como el cáncer y el sida.
Entre los biólogos moleculares se comenta que, si bien la genética tuvo su punto más elevado cuando Francis Crick y James Watson descubrieron la doble hélice de ácido desoxirribonucléico (DNA), no es menos cierto que la perseverancia de Sydney Brenner hizo posible que se investigase a un organismo que nadie había reparado en él .
El «C. elegans» -cuyo código genético fue secuenciado por John Sulston, se convirtió en el primer animal multicelular complejo cuyo código genético quedó descifrado. Este objetivo científico fue propuesto por Sydney Brenner, considerado como el padre de la biología molecular, a principios de los sesenta. Finalmente, el 11 de diciembre de 1998 la revista «Science» detallaba este importante avance. El interés de los investigadores se centraba en que este nematodo realiza durante sus dos o tres semanas de vida los principales procesos del ser humano: inicia su desarrollo embrionario, se reproduce sexualmente, envejece y muere. La ventaja añadida -subrayada por Brenner- de la transparencia de su cuerpo y ser hermafrodita han hecho posible el estudio del envejecimiento, así como del desarrollo embrionario y el análisis neurobiológico de numerosos seres vivos.
En cuanto a la muerte celular programada o apoptosis, hay que señalar que se trata de un mecanismo natural por el cual los organismos multicelulares eliminan las células no deseadas, bien porque son innecesarias o porque están dañadas. Las alteraciones de este proceso de muerte celular, por exceso o por defecto, conducen a desórdenes de proliferación descontrolada de células -como ocurre con el cáncer- o su degeneración, lo que se traduce en toda clase de enfermedades neurodegenerativas.
Satisfacción entre los científicos
La concesión del Nobel de Medicina a Brenner, Sulston y Horvitz ha originado una serie de reacciones favorables en la comunidad científica. El investigador Ginés Morata, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, coincidió con el profesor Brenner en la década de los setenta, en la Universidad de Cambridge. En su opinión «resulta casi vergonzoso que una persona como Brenner», no tuviera aún el Nobel, dijo a Efe. Tras calificarle como «uno de los grandes genios del siglo XX en biología molecular», Ginés Morata recordó que los tres ganadores del Nobel de Medicina han trabajado intensamente en la regulación genética de la organogénesis del nematodo «C. elegans», «lo que les permitió profundizar en los genes implicados en la muerte celular».
Por su parte, Enrique de la Rosa, del Departamento de Biología Celular y Desarrollo del Centro de Investigaciones Biológicas (CSIC), afirmó que el Nobel de Medicina reconoce la integración de los conocimientos genéticos, ya sea en procesos de desarrollo o en los de muerte celular. Destacó a Robert Horvitz como el máximo exponente de estas investigaciones. «Trabajando con un modelo muy sencillo, un gusano de un milímetro -subrayó-, fue capaz de demostrar que los genes regulan los procesos de muerte celular».
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