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Amenazador «mea culpa» del presidente

Los que anticipaban que habrá un antes y un después del secuestro en la historia del régimen de Putin han tenido la primera prueba en su discurso de ayer

Una madre abraza a su hijo, superviviente de la matanza de Beslán, en presencia de los soldados rusos que acordonan el colegio escenario de la tragedia AFP

MOSCÚ. Los telespectadores rusos se asomaron ayer a las pantallas de sus televisores para encontrarse frente a un nuevo Vladimir Putin. En un «mea culpa» sin precedentes en la historia de Rusia, el presidente reconoció haber permitido que la corrupción se extienda por el sistema judicial y en las fuerzas de seguridad y anunció un giro en su política para asegurar el control de la situación en el Cáucaso y para la actuación en general de los institutos armados.

Los que anticipaban que habrá un antes y un después del secuestro en la historia del régimen de Putin han tenido la primera prueba en este discurso. En una comparecencia muy lejos del tono triunfalista y prepotente del pasado, el jefe del Estado ruso señaló que su país ha demostrado una absoluta falta de preparación para afrontar los cambios que tuvieron lugar tras la caída de la Unión Soviética y vive actualmente en medio de conflictos internos y contradicciones étnicas que no dejan de agravarse.

El presidente reconoció que «hemos dejado de prestar la debida atención a los problemas de la seguridad y la defensa y hemos permitido que la corrupción afecte al sistema judicial y a las fuerzas de seguridad». Del hombre que iba a implantar una «dictadura de la ley», tal y como anunció al llegar al poder, era difícil esperar semejante confesión de fracaso en su gestión. Según Putin «hay que reconocer que no hemos demostrado comprensión de los peligrosos procesos que tienen lugar en nuestro país y en el mundo. En todo caso, no hemos podido reaccionar adecuadamente a ellos. Mostramos debilidad. Y a los débiles les golpean».

Velada acusación

El presidente lanzó una velada acusación a países que no precisó y que según él apoyan a los terroristas, porque «creen que Rusia, en su condición de gran potencia nuclear, representa todavía una amenaza para ellos». Ante tal panorama , Putin afirmó que «no hay elección» y anunció lo que considera la única salida: un conjunto de medidas destinadas a reforzar la unidad del país, un nuevo sistema y nuevos medios para el control de la situación en el Cáucaso norte y una nueva aproximación a lo que debe ser la actuación de las fuerzas de seguridad. En resumen, Putin ha venido a reconocer que su modelo está agotado, no sólo en Chechenia, sino en lo que se refiere al Estado, y hace falta un nuevo sistema. Ese giro se llevará, según él, con pleno respeto a lo que marca la Constitución.

Por el momento se ignora qué es lo que tiene en mente en concreto el presidente ruso. Respecto a la primera cuestión, el refuerzo de la unidad del Estado, Putin ya ha hecho mucho: su primera medida, nada más llegar al poder, fue la introducción de un sistema de «representantes plenipotenciarios» del presidente para cada una de las «superregiones» en que quedó dividido el país y que por lo que se ve no ha dado el resultado que se buscaba. Esto se combinó con la «domesticación de las regiones» a base de imponer a gobernadores fieles al Kremlin. No se sabe de qué manera puede reforzarse aún más la unidad de Rusia, que tiene una administración hipercentralizada, aunque tal vez precisamente por ello de una colosal ineficacia.

Más difícil aún es precisar qué es lo que va a hacer en los otros dos aspectos, nuevo sistema para el Cáucaso norte y para las fuerzas de seguridad.

Reforma siempre aplazada

Tal vez Putin haya llegado a la conclusión de que es necesario abordar la reforma una y otra vez pospuesta del Ejército. Para ello hará falta reducir una estructura elefantiásica de casi un millón de efectivos y limpiar los «establos de Augias» de la corrupción reinante en la Policía y las Fuerzas Armadas, principal causa de la falta de progreso en el conflicto checheno.

Tal vez se haya dado cuenta ya de que es una necesidad imperiosa, aunque no le queda tanto tiempo: ha perdido un mandato y el actual hasta 2008 se anuncia muy agitado. Sin embargo, todo recuerda una vez más al viejo reflejo: ante el descontrol, en lugar de sanear y liberalizar, refuerzo de la vieja y corrupta estructura centralista y a esperar hasta la siguiente crisis.

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