«Lo que es nuestro no se toca»
SAN AGUSTÍN DE GUADALIX. En pie de guerra. Los vecinos de San Agustín de Guadalix no están dispuestos a quedarse sin su tesoro más preciado; la dehesa de Moncalvillo y así lo han demostrado en ya más de una ocasión. No se quedarán de brazos cruzados ante esta situación.
La historia de la dehesa en conflicto es, cuando menos, un tanto singular. Allá por el siglo XV, al morir el marqués de Puñoenrostro sin descendencia, decidió dejar parte de su patrimonio a los jóvenes de la villa de San Agustín.
De este modo, lo que el marqués pretendía era evitar que el monte de Guadalix fuera dividido. Los jóvenes del pueblo son copropietarios de la dehesa hasta que cumplen 18 años. En este momento, tomarán el relevo los niños que nazcan en el municipio y así «hasta que se termine el mundo», como comentaba uno de los vecinos.
El conflicto estalló en el mismo momento en el que el alcalde de San Agustín, M. B., decidió ceder la «dehesa adorada» a la Comunidad de Madrid, para que así se recalificaran unos terrenos de una vía pecuaria.
Iras vecinales
Es más que probable que, en ningún caso, el regidor popular se hubiera imaginado que tal decisión pudiera levantar de este modo las iras de todos los vecinos de su pueblo. Desde el mismo momento en el que se conoció la decisión, los ciudadanos de San Agustín saltaron a la calle cuales perros tras su presa, llegando incluso a agredir al alcalde y a varios miembros del Ejecutivo local durante la celebración de un pleno el pasado miércoles.
Ante esta alarmante situación, todos los compañeros de partido de M. B. le mostraron su apoyo sin reservas y anunciaron una reunión conjunta de apoyo al compañero. Dicha reunión -que se iba a celebrar el pasado lunes- tuvo que ser suspendida para «evitar posibles enfrentamientos», según miembros del Partido Popular.
Portando pancartas con lemas como «Alibabá y los 70 ladrones» y poniendo a prueba sus bravas gargantas, centenares de vecinos se congregaron en los aledaños de su Ayuntamiento para demostrar a todo al que por allí pasara que con lo suyo no se juega. Hablan de tradición, que para ellos es lo más sagrado, y aseguran que las 1.400 hectáreas de su dehesa «no están en venta».
Sobre la agresión que M. B. sufrió hay opiniones para todos los gustos. Algunos vecinos niegan que se produjeran dichas agresiones, otros aseguran que allí hubo más que palabras, y los que más prefieren hacer oídos sordos a esa pregunta y continúan reivindicando lo que es suyo y de nadie más: «Yo de eso no sé nada, pero la dehesa es nuestra y nunca nadie nos la conseguirá arrebatar», comentaba uno de ellos.
El popular M. B. está siendo objeto, durante esta última semana, de todas las iras vecinales habidas y por haber. De todo, menos bonito, es lo que le dicen sus conciudadanos a la puerta del Ayuntamiento, en su propia casa y por todos los rincones del municipio. Y es que se vaya donde se vaya, el comentario y el rumor que pulula incesantemente en el ambiente es el mismo: «B. dimite, B. usurero...».
Por su parte, el Partido Popular regional, con su secretario general Ricardo Romero de Tejada al frente, critican la actitud del pueblo. Aseguran que, en democracia, deben existir otras vías de conciliación como la del diálogo. No se debe llegar a las manos si es evitable.
Pero es que los vecinos de San Agustín no entienden de política. Sólo saben, o creen saber, que su alcalde está especulando con algo que no es suyo, sino de los jóvenes de su pueblo y que no es otra cosa que su «dehesa adorada».
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