Pequeños paseos con tapa
Taberna Fuenseca, donde se acurruca el arte
Un lugar de parroquianos, de gente cordobesa que va todos los días a tomarse su copa y cambiar impresiones
Descubre las tabernas y bares imprescindibles de la provincia de Córdoba
La taberna más típica de Córdoba a la que hay que ir con una hora de antelación

Pudiera ser cualquier día, en cualquier momento, mejor al mediodía, cuando nos sentemos en unos de bancos de loza corrida, sin respaldo, sustentados por caballetes con adornos romanos, situados en el centro. La plaza de las Dueñas. Unos enormes cedros y pinos nos cobijan y, como soldados de guardia, nos protegen.
Al frente, el convento del Císter con sus impecables muros blancos; ya la izquierda, la antigua radio Popular, donde todavía, para algunos, resuena la voz grave y profunda de Alfredo Asensi recitando poemas de su amigo Pablo García Baena. Un pequeño jardín voltea y rodea una discreta fuente de mármol blanco.
El centro de la plaza se realza sobre el nivel del pavimento, dando la impresión de un islote circundado por tres calles. La plaza de las Dueñas, cuidada y pura, triangular por más señas, es, sin tener el prestigio monumental de otros, un hermoso rincón cordobés digno de figurar en este itinerario.
A la izquierda tomamos la calle Carbonell y Morand, donde no debemos perdernos, a nuestra derecha, las vistas que de la Axerquía se ven en la terraza del Centro de Mayores. Más adelante, a solo unos metros, estaremos delante de la cuesta del Bailío. Con sus 31 escalones salva el desnivel que hay respecto a la calle Alfaro.
Como recomienda el catedrático Manuel García Parody cuando se llega abajo debe uno volver la vista atrás para mirar un conjunto de gran belleza: paredes de blanco impoluto a ambos lados ya lo lejos la fuente sobre la que se cabalga la casa del Bailío.
Atravesamos la calle Alfaros e inmediatamente nos vamos a encontrar con la plaza de la Fuenseca que es conocida por su fuente adosada y sobre todo por el cine de verano, que funciona desde 1943, y que es todo un lujo durante los veranos cordobeses. Continuamos hacia abajo por la calle Juan Rufo donde aparece una de las dos puertas de nuestra taberna.
Flamenco
Al entrar un par de escalones dan paso a una barra corrida y en el fondo, a la izquierda, una pequeña sala con algunas mesas, y antes a la derecha un acogedor patio. Todas las paredes están repletas de fotografías y carteles de temas flamencos que dan significado a su ambiente: La Fernanda, Camarón, Fosforito y sobre todo Merengue de Córdoba aparecen por doquier haciéndonos sentir sus compases y duendes en nuestras entretelas.
Una taberna de parroquianos, de gente cordobesa que va todos los días a tomarse su copa ya cambiar impresiones. Quedan pocas de este tipo, las más emblemáticas han pasado a ser una especie de bistrós turísticos. Así que apresúrese y vaya a tomarse, cuanto antes, un par de medios en su sugerente patio interior.
Para nosotros ha llegado el momento de pedir, con sosiego, una copa de fino Doblas acompañada de una tapita de morcilla picante. Y aquí se podría decir como cantar. Édith Piaf: «Non, la vie n'est pas triste et le bonheur existe».
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