Bugao
6.5 /10- Precio medio
- 50€
- Dirección
- María de Molina,4
- Aparcacoches
- Si
- Teléfono
- 91 576 35 04 Llamar

Saltar de Ceuta a Madrid no es tarea fácil. El éxito de un restaurante en aquella ciudad española del norte de África no implica que en la capital las cosas vayan a ser iguales. Aquí la competencia es feroz. A las innumerables aperturas de estos meses me remito. A pesar de todo, Hugo Ruiz, cocinero que regenta dos conocidos restaurantes, Bugao y Piscolabis, se ha animado a intentar la aventura madrileña. Como socio, Moisés Chocrón, heredero de una conocida familia de relojeros muy vinculados a Ceuta. Se han instalado en el gran local de María de Molina por el que han pasado, con regular éxito, muy diversos restaurantes. Apuesta ambiciosa, con una de esas cuidadas decoraciones que tanto gustan a ese sector de público madrileño que es, a la vista también de la carta, al que se dirige esta nueva casa. En la planta baja, zona de barra, comedor con cocina a la vista y una terraza posterior. En la superior un comedor de estética recargada que todavía no está en funcionamiento y dispondrá de una oferta diferente. De momento, lo que encontramos son mesas un tanto apretujadas y sin mantel, ni siquiera soportes para los cubiertos o el pan. Si el público lo acepta sin rechistar… Eso sí, cuentan con una buena coctelería.
En la carta hay una cierta confusión con la mezcla de tapas y platos más formales. La principal oferta gira en torno al atún rojo, que luce mejor en las preparaciones más sencillas. Así, están buenas las láminas de atún crudo simplemente aliñadas con aceite, sal y pimienta (20 €), y también el tartar (22,50), acompañado con guacamole y crema de wasabi. Sin embargo, a la tostada con tarantelo (11,80) se le añade trufa negra, totalmente fuera de temporada y que confunde los sabores. Del resto, no vale nada la insípida ensaladilla (4,50 la tapa), con patata y gambas excesivamente machacadas, casi una pasta. Mejor el ajoblanco malagueño (7,20) con dados de atún y unos piñones que aportan poco. Dentro del batiburrillo de la carta, hay un apartado de bocadillos. Está bueno el brioche de langostinos fritos con pan de gambas (6,80), pero resulta demasiado complicado de comer en una mesa formal (aunque no tenga mantel). Como buen ceutí, Ruiz trabaja bien los pescados del Estrecho. Fuera de carta, una gallineta frita (28,50), presentada entera con los trozos de pescado sueltos. Buena pieza y buen punto de fritura. Postres muy dulces, entre los que llama la atención un arroz con leche (9,50) que al parecer rinde homenaje a Casa Gerardo, donde Ruiz estuvo una temporada. La intención es buena, no así el resultado. Menos aún cuando se le añade un crumble por encima. Está bien la carta de vinos. En cuanto al servicio, parece bastante desbordado por el éxito inicial.
No cierra. Terraza. Aparcacoches.