Vendida por 1.762 euros una sincera carta escrita por el Rey Carlos III cuatro meses después de la muerte de Lady Di
Dirigiéndose a un conocido que también acababa de perder a su esposa, el monarca desvela en la misiva el triste estado anímico que atravesaba
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La vida privada en la Casa Real Británica despierta siempre el interés cuando se conocen sus entresijos, por ejemplo en biografías de sus miembros o por boca del personal de Palacio aunque tengan por bandera la discreción, y cuando las fracciones de la institución se ponen al alcance de cualquiera. Para esto, el mundo de las subastas es tan sorprendente como las enormes cifras que los fanáticos son capaces de pagar por tener pedazos de historia, y la Familia Real una de sus inagotables fuentes.
La trágica muerte de la Princesa Diana no solo dejó desolados a sus familiares y al resto del mundo, también enalteció su figura y la convirtió en un auténtico ícono. Casi tres décadas después, una colección de cartas escritas a mano por Lady Di y dirigidas a su ama de llaves se subastaron recientemente alcanzando cifras de escándalo. Ahora, una desconocida misiva que la concierne tiene un nuevo dueño.
Cuatro meses después de la muerte de la Princesa, el estado anímico del Rey Carlos III fue incierto y su dolor impensable. Gracias a una casa de subastas, ha salido a la luz una de las cartas más especiales que escribió en aquel entonces. Vendida por 1.762 euros, según indica 'Vanitatis', y acompañada del sobre de envío original para el que se recibieron instrucciones de entregar en mano, la carta se dirigía a un hombre que acababa de enterrar a su mujer, Peter Houghton, y más que servir de aliento, terminó siendo el mayor desahogo del Rey por la pérdida de su gran amor.
Muy preocupado
Fechada el 8 de diciembre de 1997, y firmada como «Charles», el monarca se abre por completo a lo largo de tres páginas por ambas caras. Mostrando su cara más humana y desesperada y casi rozando la reflexión filosófica, Carlos III comienza comunicándole a su amigo su preocupación por la situación que atraviesa debido al fallecimiento de su esposa. «He estado pensando mucho en ti ayer y hoy, sabiendo lo profundamente afectado que estarás por la trágica noticia de ayer sobre la querida Liz. Mi corazón sangra por ti», se expresaba dolorido.
El Rey también atravesaba un duelo similar y no duda en intentar consolar al destinatario de sus palabras. «Todos los que os conocemos —y os apreciamos tanto— hemos sentido la agonía de una forma mucho menor, por supuesto, pero hemos anhelado agitar una varita mágica para transformar la situación», escribe anteponiendo el dolor de Peter al suyo y transmitiéndole su sanadora intención.
«A menudo pienso que esa es la peor parte de todo: no poder ayudar de ninguna manera constructiva, excepto rezando constantemente en el fondo e intentando rodearos a ambos de amor, afecto y preocupación», termina reconociéndole su frustración al no poder ser de gran ayuda.
La fe como ayuda
Lamentablemente, no había nadie mejor que Carlos para comprender los sentimientos que podía sentir su amigo. Así, continuaba diciéndole: «Puedo imaginarme muy bien el insoportable vacío que debes sentir en estos momentos; la sensación de desconcierto y confusión que acompaña a la partida de este mundo de alguien todavía tan joven». El fallecimiento repentino de Lady Di es lo que hizo que el Rey se sintiese tal y como expresa en el papel.
Para reconfortarle cuanto podía, el monarca también recurrió a la fe. «Personalmente, creo que existe otra dimensión más allá de la física y que nos sorprenderá descubrirla por nosotros mismos cuando, con el tiempo —o en un momento dado—, seamos llamados a realizar ese viaje determinado por nosotros mismos», comparte su visión acompañada de unos versos de la Biblia.
Amigo presente
El rey Carlos III le quiso dejar claro lo mucho que le importaba el hombre y su esposa. «No puedo expresar lo contenta y feliz que estoy de haber conocido a Liz. Era una persona que mejoraba la vida. Todos tendremos recuerdos muy especiales de ella pero, por encima de todo, Peter, nos acordamos de ti y estás muy presente en mis pensamientos y oraciones en estos momentos tan angustiosos», se sincera. Por último, y como muestra de su pésame, le comparte unos filosóficos versos de William Blake y le indica el envío de algunas 'cosas de Highgrove' con la intención de que encontrase una «pizca de consuelo».
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