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Tita Cervera: «Yo también he sido infiel, no se puede ser perfecta»

La baronesa se sienta en el Chester de Risto para hablar de sus maridos, de sus hijos, de su madre y de su pasión por el arte

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Tita Cervera y Risto Mejide

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Tita Cervera llega al encuentro con Risto Mejide con un 'outfit' moderno y minimalista, con chaqueta negra, pantalón ancho blanco y deportivas a juego. Apenas sin joyas, con el reloj de oro en la mano derecha: «Creí que lo había perdido», explica Tita, que le echa la culpa a su mascota, Chita, una traviesa y juguetona caniche negra que le ha mordido la muñeca al jugar con sus complementos. Curiosa la elección del nombre: «Yo de pequeña jugaba a ser Chita, no Jane. Qué cosas…».

Su madre, su vida

Es la persona más importante de su vida: «Ella me preparó para lo que sería mi vida. Me llevaba de pequeña a visitar museos, le encantaba la pintura costumbrista, Julio Romero de Torres». También hizo de celestina: «Yo era muy rebelde y me enamoraba de quien no debía. Ella seguramente quería un novio famoso para mí. Sabía que yo quería una vida internacional. Cuando supo que me había enamorado por primera vez, a los catorce años, me mandó a Alemania. Del mismo modo, cuando supo que me casaba como Espartaco Santoni, se enfadó muchísimo».

Los hombres de su vida

Siempre le han gustado mayores. Su primer novio le sacaba diez años: se trataba de Manuel Pierre, un amigo de su hermano Guillem. En un aeropuerto, su destino se cruzó con el de Rex Baker. Mientras las azafatas revoloteaban alrededor del actor, Tita se levantó para pedirle un autógrafo, pero él le pidió a cambio su dirección: «'¿Te puedo ir a visitar', me preguntó». Así empezó un romance que acabó en boda.

La etapa con Espartaco prefiere olvidarla: «Lo pasé mal porque era otra forma de ser. Era otra mentalidad, otro círculo, otra educación. Era buen amante, pero mal marido: era infiel por naturaleza. Yo he soportado infidelidades de personas que he querido, pero esas cosas al final se olvidan. Al final, puede más el amor por esa persona». Tita se refiere, en concreto, al día en que se encontró a una muchacha en la suite del hotel con su marido, Rex Baker: «Yo volví de viaje antes de lo previsto y me los encontré a los dos (...) La infidelidad es dura, pero lo que no soporto es la deslealtad. Una infidelidad es una tontería de la que luego te arrepientes. Yo también he sido infiel, no se puede ser perfecta».

Los celos también estuvieron presentes en su matrimonio con el Heini Thyssen: «Una vez apareció una mujer que le llamaba todos los días».

El barón fue, sin duda, el amor de su vida: «Me siento muy bien por haber tenido la suerte de conocer a un hombre extraordinario. No los hemos pasado muy bien juntos. Nunca tuve problemas con la diferencia de edad, nunca me acusaron de dar un braguetazo. Yo nunca salía con chicos de mi edad, no me gustaban, no sé por qué».

Tita y el dinero

Según la revista 'Forbes', Tita Cervera es la sexta mujer más rica de España. Pero el que fuera su marido, el barón Thyssen, heredó la fortuna de una de las familias más poderosas de la industria europea, estimada en unos 3.000 millones de euros. Su colección privada de arte era la más importante del mundo. Otra de las pasiones de Heini fueron las joyas: la pieza más valiosa, el 'diamante de la paz' (270 kilates, valorado en unos 7 millones de euros), fue la que lució Tita en la inauguración en Madrid del Museo Thyssen. Otra de las posesiones familiares era Villa Favorita, en Lugano, Suiza, con 35.000 metros cuadrados de jardín, que la baronesa vendería por 60 millones de euros.

Para una de las grandes fortunas de este país, «ser rica es la libertad de decidir lo que quieres hacer cada día. Aunque si eres rico también tienes muchas obligaciones». Eso lo dice una mujer que reconoce que nunca ha pasado hambre y nunca ha tenido problemas para llegar a fin de mes. Tiene la residencia en Andorra, pero paga los impuestos españoles de sus casas en Barcelona, Costa Brava, Madrid y Marbella: «Yo no trabajo, yo no genero fortuna». Solo lo hizo en febrero del año pasado, con la venta de tres obras y el alquiler millonario de la colección.

Cuando hablaba de los hombres, Tita insistía: «Yo era un poco despistada, nunca pensaba en el dinero». De hecho, recuerda que «Santoni era pobre de solemnidad» para demostrar que ella no se enamora por el dinero: «Me enamoro si es honesto, si me quiere… Pero ahora mismo no me quiero enamorar».

Tita y sus hijos

La historia de Tita y su hijo mayor, Borja, es el relato de una decepción: «De pequeño no me soltaba ni un minuto. Mamá por aquí, mamá por allá… Cuando cumplió 19 años cambió la vida. Lo he echado mucho de menos. Me ha sabido muy mal, las madres somos así, esperamos que haya cambios». La irrupción de Blanca Cuesta provocó una ruptura impensable entre madre e hijo: «He intentado favorecer un cambio, pero no lo hay por otras personas cerca de él. Es verdad que cada uno elige su camino en la vida, no puedes tener a nadie encerrado en una torre… Le echo de menos. Me hubiera gustado verle mucho más a menudo. Mi madre le adoraba». Y Heini: «Me acuerdo cuando estábamos en Villa Favorita y le llevaba todos los días al colegio (…) Fue la época más feliz de mi vida».

«Las niñas son monísimas. Una es más artista, le gusta la música y cantar. La otra es más estudiosa, tiene las mejores notas de Andorra y quiere irse a estudiar a Harvard».

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