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Cuerpos jamone

ArchivoEl atleta Misapeka, un «cuerpo jamone»

El COI y la globalización -o sea, Bush, Bill Gates y Emilio Aragón- se han puesto de acuerdo para que los Mundiales de Atletismo, las Juegos Olímpicos, la Copa del Mundo de Fútbol, el Tour de Francia y cuanta mojiganga deportiva se tercie, se lleven a cabo todas juntas en verano. Uno que se mete en casa después del curro, echando de menos la playa y satisfecho de burlar el calor, cuando de pronto salen por la tele tropecientos tíos sudando como si estuvieran por la calle Sierpes.

El neoliberalismo y los políticamente correctos -es decir, Jane Fonda, Tony Blair y Ana Belén- nos han hecho creer que el deporte es más necesario que el comer, pues a más comer más deporte. Y así uno recibe cualquier cantidad de presiones para estar menos gordo, menos fláccido, menos plasta y tres tallas menos. Entonces, cuando no es un actor es un modelo o un deportista de los cojones. Y uno que no ha ido a la playa para evitar las comparaciones. Felizmente apareció Trevor Misapeka.

Era uno de esos días en los que uno tiene que escuchar lo flexible que está fulano, qué plana está la barriga de perencejo y cómo tiene mengano los músculos en su sitio, cuando de pronto el telediario nos mostró una de las eliminatorias de 100 metros lisos: ahí estaba el samoano Trevor Misapeka con sus 140 kilos de peso, llegando 7 segundos más tarde que el primer corredor. Su federación quiso inscribirlo en lanzamiento de peso, pero como no había plaza lo anotaron en 100 metros.

A uno que es un manazas, que tiene habilidades poco atractivas como la literatura y que no es precisamente un atleta, le hace ilusión que existan deportistas como Trevor Misapeka o aquel nadador guineano que casi se ahoga en las Olimpiadas de Sidney -¿te acuerdas de Mussambani, Machuca?-, que ponen su granito de michelín al lado de tanto cuerpo desnatado. Porque hay que ver cómo esos devotos del músculo nos estropean el verano a quienes estamos en manteca como los chorizos antiguos.

El G-8 y los adalides del pensamiento débil -a saber, Milton Friedman, Fukuyama y Javier Sardá- han perdido la guerra de los clones estéticamente correctos desde el momento en que Trevor Misapeka empezó a correr sus testimoniales 100 metros lisos. No hay que estar como un tren para estar en la élite de la velocidad, porque Misapeka estaba como un camión y no pasó nada. El atletismo ya no me da calor y el personal por fin ha comprendido que no es lo mismo estar gordo que estar fuerte. ¿Cuerpo Danone? No, «Cuerpo Jamone».

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