Quim Gutiérrez: «Si algo me define es mi carácter disfrutón»
El actor, que estrena la comedia 'Al otro barrio', recuerda su infancia y nos habla de la paternidad, de su carácter y de su temprana relación con la fama
Quim Gutiérrez, nuevo embajador de Dior: «Me divierte vestirme y jugar con los nuevos códigos de la moda masculina»
Lleva una jornada maratoniana de promoción, concediendo entrevistas a numerosos medios, y ha pasado ya la hora de la comida, pero sigue al pie del cañón: «No ha sido tan duro, la verdad, me lo he pasado bien». Quim Gutiérrez lleva horas hablando de 'Al otro barrio', una película que define como «una comedia empresarial de disparates en el extrarradio» en la que da vida a Andrés, un empresario pijo obligado a llevar la sede de su empresa a un barrio marginal: «se produce un encuentro improbable entre dos mundos, cada uno de ellos con sus prejuicios, y vemos cómo las diferencias se convierten en una oportunidad.» Aunque hay un trasfondo de crítica social, «el humor permite que el espectador, sin darse cuenta, entre en el ajo.» Quim está encantado de haberse apartado del «pusilánime encantador» para encarnar a este «optimista recalcitrante que, cuando se encuentra contra la pared, se inventa cualquier cosa para salir airoso.»
Casado con la modelo Paula Willems, vive desde hace un tiempo en el campo, ajeno al trasiego de la ciudad. En un pueblo donde sus vecinos apenas le reconocen, puede entregarse a una de sus recientes pasiones, la ornitología. Con sus prismáticos se pasa el día 'a la caza' de aves, siendo el avistamiento algo más que una simple diversión. Quim ha sido padre por segunda vez, algo para lo que ya está preparado: «con el primer hijo tienes una serie de aprendizajes que ahora se convierten en una caja de herramientas. También hay cosas que antes no imaginabas y ahora asumes, como todas las concesiones que vas a tener que hacer en tu vida. Es una ventaja saber cómo gestionar esta situación.» La paternidad le ha acercado a su familia: «Ahora entiendo mejor todo lo que mis padres hicieron conmigo.»
El actor, embajador de Dior en España, se define como «un disfrutón que está igual de alegre en una cena lujosa que con un lápiz o plantando un árbol.» Lo lleva con orgullo, aunque reconoce que, si pudiera, lo que cambiaría es su autoexigencia: «soy muy exigente, muy aplicado, pero debería entender que no pasa nada por no ser perfecto. Me gustaría asumir la posibilidad del error sin más.» No se considera un soñador: «soy realista, intento poner una dirección a la que ir sin perder el contacto con el presente. No se puede estar ajeno al presente y lo que sueñes debe estar ahí.»
Su carácter es «una pacífica combinación entre el nerviosismo y la tranquilidad. Hay una base que me hace nervioso, enérgico, pero por salud mental compenso con elementos de serenidad.» Para ello, Quim recurre a su propio cuerpo: «en los rodajes siempre hay momentos tensos y, entra tomas, he aprendido a escuchar mi respiración. Así encuentro la paz. Me relaja. Es una herramienta increíble. Si la practicas es un gran alivio.» Y Quim, que es un hombre de rutinas que consigue lo que se propone, lo ha practicado mucho: «es verdad que las necesito para luego, si quiero, poder improvisar. Las hago porque me funcionan, pero he aprendido a que no sean un lastre, hay que ser flexible y adaptarse.»
El niño que hacía deporte para integrarse
A los doce años, llevado por su interés en llamar la atención, se presentó a un casting que cambiaría su vida: «Yo era un niño muy normal al que le gustaba ser como el mono de feria delante de la familia. Pero no era especialmente rebelde, aunque sí muy movido. Era muy responsable.» Así llegó a la serie 'Poblenou', convirtiéndose en un rostro popular: «es difícil gestionar la fama a esa edad. Recuerdo ir en el autobús y al parar delante de un instituto, hordas de chavales bloqueando el paso. Ese primer acercamiento al mundo de la interpretación se saldó con una fuga: «quise dejarlo cuando no me gustaron los guiones y una cláusula de mi contrato permitía mi marcha. Estuve cuatro años sin querer saber nada de ese mundo. Fue duro, a mí me gustaba llamar la atención de manera controlada, en un escenario.» En el rodaje descubrió el mundo de los mayores: «yo tenía cierta habilidad verbal que me permitía parecer algo más maduro de lo que en verdad era, lo cual confundía. A veces me vi envuelto en situaciones que no entendía. Pero es verdad que esa experiencia ayuda a madurar. Además, descubres lo que significa ser percibido por los demás y las consecuencias de sentirte más observado.»
Antes de todo eso, Quim solo era «un niño fantasioso, que prefería perderse en su mundo que jugar al fútbol en el patio del recreo. Hasta que mis padres me orientaron a integrarme con los demás a través del deporte. Jamás lo había vivido como un problema, porque yo tenía mi grupito de amigos que me hacían caso.»
Si pudiera darle un consejo a ese niño, Quim no duda ni un momento: «que aprendiera a decir no. Yo era demasiado educado y me comí muchas brasas de gente a la que tendría que haber mandado a freír espárragos.»
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