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El clan Rivera-Pantoja: una familia deshecha tras la muerte de Paquirri

En el 40 aniversario de su muerte, la herencia del diestro sigue alimentando polémicas en una familia, los Rivera, marcada por los conflictos

Julián Muñoz, Isabel Pantoja, el hijo que pensaron tener y la infidelidad con Dulce

Los Rivera: una familia deshecha tras la muerte de Paquirri abc

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Aquella tarde del 24 de septiembre de 1984, Francisco Rivera, Paquirri, saltó al ruedo de Pozoblanco sin imaginar que saldría desangrándose hasta morir en la enfermería. «Tanto luchar, tanto luchar, y tó p'a ná» fueron sus últimas palabras. Se encontraba en la cumbre, con el mundo del toreo a sus pies, respetado por su valentía, su arte con las banderillas y el certero arte de entrar a matar. Dejaba un huérfano de apenas unos meses, una viuda que sería la de toda España y un puñado de secretos que, todavía hoy, siguen sin resolverse. Si Paquirri levantara la cabeza, se encontraría con un panorama desolador de su familia y de su propia leyenda.

De su matrimonio se ha especulado con que la relación agonizaba y pensaba divorciarse. Agobiado por las visitas que invadían Cantora, una supuesta grabación de la familia Pantoja realizada a escondidas le habrían abierto los ojos. Tanto su chófer como su mayoral afirmaron que el torero les confesó su deseo de romper con Isabel y su clan. Se decía que la cinta permanecía en una caja fuerte de la finca, la misma donde el padre de Paquirri aseguraba que se guardaban 40 millones de pesetas. Abierta y vacía, así fue encontrada esa caja a su muerte.

Le dolería descubrir que su primera mujer, Carmen Ordóñez, tuvo un final trágico: su cuerpo fue encontrado sin vida en la bañera de su casa. Tenía 49 años y había vivido dando tumbos buscando la libertad en brazos de los hombres equivocados. Con ella tuvo dos hijos, Francisco y Cayetano, que no dudaron en vestirse de luces y seguir los pasos de su padre. El mayor lo tuvo claro desde pequeño, el menor sintió una llamada tardía. Tal vez le sorprendiera a Paquirri descubrir que su familia entroncó con la Casa de Alba tras la boda de Francisco con Eugenia Martínez de Irujo, dándole su primera nieta, Tana. Actualmente casado con Lourdes Montes, tiene dos hijos y otro en camino. Empresario relacionado con el mundo taurino, Francisco ha sido contertulio en televisión a pesar de sus malas relaciones con la prensa. Su hermano Cayetano es el guapo de la familia, incluso ha probado fortuna como modelo. Ha estado casado en dos ocasiones, con Blanca Romero y Eva González, con quien tuvo su único hijo.

Pero los hermanos mantienen una turbulenta relación con el tercero en discordia, Kiko, el hijo de Isabel Pantoja. Parte de la culpa recae en los conflictos por una herencia que nunca se cumplió: ni Francisco ni Cayetano recibieron jamás los objetos personales que les dejó su padre. Isabel denunció un robo del que no consta denuncia alguna, pero la justicia sentenció que estaba obligada a entregarlos. Los vaivenes de Kiko, que lo mismo apoyaba a la tonadillera que se acercaba a sus hermanos, han frenado en seco tras un descubrimiento que le ha hecho romper con su madre: 'engañado y robado', así se confesó al saber que Cantora, la joya de la corona de ese testamento maldito, había sido hipotecada en varias ocasiones, generando una ingente deuda. Además, de las nueve fincas que componen el conjunto, solo quedan seis.

Isabel Pantoja y Paquirri Gtres

Que su viuda y su hijo mantengan una constante batalla en los medios es lo último que Paquirri podría imaginar. Claro que la trayectoria de la mujer con la que estuvo casado 18 meses también le dejarían boquiabierto: de 'viuda de España' a convertirse en la presa más famosa de la cárcel de Alcalá de Guadaíra, donde cumplió condena por blanqueo de capitales durante su relación sentimental con el que fuera alcalde de Marbella. El dinero ha sido la perdición de la Pantoja. Tanto, que incluso dinamitó la relación de la viuda con la que fuera primera mujer del diestro.

Carmina e Isabel parecían llevarse bien, incluso llegaron a decir que sus hijos debían crecer juntos, como una familia. Carmina apoyó a Isabel en los momentos más duros. Pero todo empezó a torcerse con el tiempo: Antonio Rivera se quejaba de no conocer a su nieto («No quiero morirme sin ver a Paquirrín», lloraba amargamente) y la herencia se enquistó tres largos años. A Carmina no le gustó el reparto final, porque además de vender parte de los bienes para hacer frente a las deudas, nada se supo de la supuesta fortuna que Paquirri tendría en Miami y Venezuela. Interpuso un acto de conciliación, pero Isabel ni se molestó en acudir. Y mientras tanto, nada se sabía de los estoques, los trajes de luces o la capilla portátil en la que rezaba el torero cada tarde. Su valor económico es escaso, pero tienen incalculable valor sentimental. La herida de los Rivera sigue sangrando por esta brecha.

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