Muere Laura Boyer, la hija de Miguel Boyer y Elena Arnedo, a los 57 años
La hermana de Ana Boyer Preysler llevaba tiempo luchando contra una grave enfermedad
Laura Boyer: «Mi padre era un hombre de los pies a la cabeza que amaba a las mujeres»
Tal y como ha podido confirmar ABC, este jueves 23 de febrero ha fallecido Laura Boyer a los 57 años, tras luchar contra una grave enfermedad.
Hija de Miguel Boyer y su primera mujer, la ginecóloga de renombre Elena Arnedo, Laura nunca quiso convertirse en un personaje público y detestaba el universo mediático al que llegó de rebote cuando su padre se convirtió en ministro de Economía y Hacienda en 1982.Una fama no deseada que alcanzó su punto álgido cuando el político dejó el hogar familiar para lanzarse a los brazos de Isabel Preysler, que dos años después se convertiría en su segunda esposa.
En enero de 2015 concedió su primera entrevista a un medio de comunicación y fue a este periódico. En aquel momento, Laura Boyer decidió hablar para hacer un homenaje a sus progenitores y desmentir ciertas informaciones que se habían publicado sobre ella, como que era la hija díscola del ministro o que tuvo un affaire con un playboy chileno.
Licenciada en Economía, años más tarde también realizó la carrera de Fotografía y Dirección y Guión Cinematográfico. Laura pasó sus peores años cuando se encadenaron las muertes de tres de las personas más importantes de su vida: el 29 de septiembre de 2014 falleció su padre; el 4 de abril de 2015 su abuelo materno, Juan José Arnedo; y el 7 de septiembre de de ese mismo año su madre.
Para ella, a veces apellidarse Boyer «ha sido un latazo», tal y como confesó a ABC en su entrevista. Y ser hija «de padres famosos, divorciados y que se han vuelto a casar con personajes públicos» también es una «faena, y carga».

Siempre se ha dicho que Laura se sintió como una princesa destronada cuando nació su hermana Ana Boyer Preysler, también que le marcó la separación de sus progenitores a principios de los años 80. Incluso se llegó a publicar que la relación con su padre se había enfriado. «No es cierto lo que se ha dicho de que estábamos distanciados . Entre nosotros había una gran complicidad, nos entendíamos incluso telepáticamente. Si a veces hablábamos menos era porque alguno de los dos estaba pasando una mala racha y no quería preocupar al otro, pero siempre estaba a mi lado para lo importante, y yo al suyo. Era una unión indestructible que solo pudo romperse con su fallecimiento», confesó entonces.
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