Mónica Hoyos y Carlos Lozano: lo que hay detrás de su emotivo reencuentro

Aarón Espí

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08/02/2023 a las 02:52h.

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Los reencuentros familiares siempre gustan. Más aún si se trata de rostros conocidos que han mantenido sonadas disputas en la pequeña pantalla. Prueba de ello es el millón de reproducciones que acumula el vídeo en el que aparecen Mónica Hoyos y Carlos Lozano junto a su hija Luna bailando al ritmo de Shakira. Los 15 segundos que dura la grabación constatan que atrás quedaron las polémicas y los cruces de acusaciones. «Soy una persona que antepongo lo que más quiero a lo demás. Lo otro se te olvida o decides aparcarlo. Al final, no le das tanta importancia y prevalece el cariño», desliza la actriz a ABC.

Ninguno de los tres esperaba el revuelo que se ha originado en torno a la comida que tuvo lugar el pasado fin de semana en un restaurante japonés de Madrid. «Luna es una niña natural y que no le gusta ser el centro de atención. Es un perfil muy bajo y subió las fotografías y el vídeo de forma natural. Además, no es la primera vez que quedamos», explica Hoyos, quién ha aprovechado esta conversación para «agradecer a todo el mundo el cariño. Hay mucha gente buena y con un corazón noble». Eso sí, con ánimo de zanjar los rumores y ante las preguntas de este periódico, Mónica ha negado que haya retomado su relación sentimental con Lozano: «No hemos vuelto. Yo no te digo que va a pasar mañana ni que pasará la semana que viene, pero no».

Lo suyo fue una bonita historia de amor que terminó en 2008. Pero contra lo que muchos piensan, se han esforzado por mantener una buena relación, algo que, según dice, han conseguido. «Es cierto que cediendo y aguantando algunas cosas. No todos tenemos un carácter fácil. Uno tiene que esforzarse porque así sea. Si cuando dos personas están juntas hay veces que no se entienden, imagínate cuando ya no lo están». «Se complica más si agregamos los episodios en televisión ya que nuestra vida ha sido narrada como un reality show durante años» añade mientras muestra su desacuerdo con aquellos que «han opinado sin informarse para facturar. No tienen información y dicen lo primero que les viene a la cabeza».

Hoyos sigue el lema de «aprender a desaprender». Por ello, explica que cuando una relación termina no hay que pasar al odio. «Estamos muy mal acostumbrados. A Carlos le tengo cariño como padre y como persona. Hemos compartido muchos años». Eso sí, matiza que «el cariño puede ser como amigo, como familia... No solo como pareja. Es un sentimiento que puede que no sea constante pero que siempre está ahí». Aún así reitera que «es de agradecer que haya personas que han vivido nuestra historia junto a nosotros y que les gustaría que las cosas vayan a más. Es muy bonito».

Lo que sí tienen claro ambos es que están volcados en el bienestar de su primogénita. «Ayudamos a Luna a que cumpla sus expectativas de hacer cosas para cambiar el mundo. Ahora está en Londres estudiando Ciencias Políticas con Relaciones Internacionales y descubriendo lo que ocurre en el mundo para saber a que parte dirigirse», explica la orgullosa madre. Además, destaca que la joven «tiene sus propias ideas y cree mucho en el equilibrio. Le encanta leer y debatir. Su pasión es la Política Exterior». «Me parece increíble que, para su corta edad, tenga unos criterios tan formados», añade.

Las ofertas a Luna para su primera aparición televisiva no han cesado desde que cumplió los 18 años: «A mi hija la han llamado muchas veces para ir a televisión. Ella tiene un concepto muy formado de lo que es, yo no tengo que explicárselo. Luna me dice lo que quiere hacer y lo que no. No la obligo a hacer nada. Tiene que hacer lo que le haga feliz».

En cuanto al amor, Mónica Hoyos repite las mismas palabras que dijo, el pasado junio, a este periódico: «Da para otra entrevista». «Yo tengo mis sombras y diariamente lucho para darme cuenta de que todo lo que abogo lo tengo que llevar a la práctica. Mi vida es una telenovela turca». Aunque antes de terminar la charla y ante nuestra insistencia, la televisiva nos resume su situación sentimental con un «bueno, bueno... Y una carita feliz».