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FOTOMATÓN

Ser más que Miss

Un certamen que pasó de tener la foto de portada segura a hacerse un hueco de cromo en los crucigramas

¿De qué vive una Miss España una vez que finaliza su reinado?

Maria del Mar Aguilera con Tania Medina Garcia y Marta Gonzalez Perez durante la Gala Miss World Spain 2019 gtres
Ángel Antonio Herrera

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Le había perdido yo la ruta a los concursos de Misses, y resulta que hoy mismo se celebra en Tenerife una gala de Miss World Spain, un título que será pasaporte para que la ganadora represente a España en el certamen de Miss Mundo.

La noticia, para mí, es que estos campeonatos de guapas aún existen. Algún día me dejó dicho Carmen Rigalt que el mejor concurso de belleza es el que no existe. Creo que estábamos Carmen y yo en la tele, cargándonos el certamen de Miss España. Pero sí existe el Miss World Spain, que no es mi el mejor ni el peor concurso, sino que ahí está.

Veo la baraja de candidatas y hay mucha profesional del baile, y mucha estudiante de cosas turísticas, y mucha aspirante a policía. De manera que tenemos de todo. El Concurso de Miss España se quedó en concurso de acreedores, hace años.

Tuvo velorio en el BOE, porque no había un euro. Ahora renace de algún modo, porque ahí está Miss World Spain, que viene a ser más o menos lo mismo, sólo que tirando de diccionario inglés, y algo de presupuesto. La Miss siempre ha ido a más, pero se había quedado en menos, desde hace temporadas. Hasta que, de pronto, salió al horizonte Paula Pérez, de Castellón, Miss World Spain en vigor, que viene a ser la nueva Miss España, cuando Miss España ya no existe.

Yo hice mucha crónica del concurso de Miss España, cuando era un show que descubría, cada año, a una saludable muchacha ilusionada, como Remedios Cervantes, María José Suárez, Eva González, o Helen Lindes. Ser Miss, cuando el título era pujante, constaba de corona que se cae, lagrimón porque has ganado, y dejar el novio en el pueblo, para venirse a Madrid a conocer golfemia. Creo que la mujer resulta un género literario, y no pocas temporadas me apliqué de cronista, a pie de Miss, cuando el Certamen era un convoy de monadas que duraba una semana y se emitía por la tele.

Se pasaba ameno y te traías al periódico un poema en prosa que siempre era el mismo, aunque cambiando el nombre de la ganadora. Creo que no perdemos mucho si los concursos de Misses al fin no existen, porque Misses habrá siempre, con título o sin él, y porque «la belleza es frecuente, como la verdad», según la máxima inolvidable de Borges.

Sí pierden, claro, todas esas soñadoras muchachas en flor de provincias, que quieren un futuro en las variedades, y a ver cómo te lo apañas ahora sin un atajo de reina de la hermosura, diploma incluido, y un ramo de interflora, que se suele quedar la madre emocionada.

En la prehistoria de este Certamen están Carmen Cervera, y también Amparo Muñoz, que siempre habló entre mal y muy mal de estas competiciones donde hay que demostrar que tienes estudios, pero a bordo de un bañador. La última Miss España se llama Andrea Huisgen, y estamos, con su caso, quizá, ante la joven reliquia de un certamen que pasó de tener la foto de portada segura a hacerse un hueco de cromo en los crucigramas.

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