Julio José, un chaval de medio siglo

Para celebrar los cincuenta, ha hablado un poco de su familia de ajetreo, pero sin darnos ni mucha ni poca novedad. Se suele enterar de todo más bien tarde, de manera que no aporta primicias sino sonrisas. Aquí, vive donde su madre, la Preysler, y en Miami tiene una casa colonial y con billar. No hace mucho dijo que aún debe hipoteca, pero eso quizá lo cuenta por rellenar los textos de las entrevistas. Se rebautizó, hace ya mucho tiempo, Julio Iglesias junior, porque lo de Julio José es un jaleo, y todo el mundo le tropieza las jotas, y porque lo otro vende más. Pero lo que Julio José es eterno. Una cosa de zagal, aunque ahora cumpla la edad en que otros tienen nietos, como Guti.

Siempre habla de meterse en el estudio a grabar un disco, que es el tercero o cuarto, pero que en rigor es el primero, porque de los primeros propiamente dichos nos enteramos poco, o nada. Se nota que está en forma, o sea, que tiene tiempo. A veces viene para hacer un par de programas de tele de famosos, y se queda un trimestre, sobrehilando bolos, pregones y algún otro pluriempleo de hijo de popularísimo.

La que fue su esposa, Charisse, salía de figuración deliciosa en alguno de los reportajes que él se ha hecho a cada rato. Se casaron en el 2012, en la finca el Rincón, aquí en España. Y luego se separaron, tan contentos. A veces les preguntábamos por la posibilidad del primer hijo, pero pasaban. Hasta que cada uno se puso a vivir en una punta del mundo. Yo un día le pedí a Julio José que me recitara, del tirón, el nombre de todos sus hermanos incalculables, y lo hizo con alegre naturalidad, el tío. Se ríe por todo, que es como decir que se ríe por nada.

Es modelo de algunas marcas de la moda joven, y la verdad es que en la distancia corta acaba pudiendo su buen rollo de chaval que vive en un largo verano interior, y acaso en el verano propiamente dicho, porque estos jóvenes pudientes enseguida se van a Miami a tostarse los ánimos en la playa privada de casa. Sale en las revistas, pero no molesta. Ha aprendido a bailar en Madrid, y siempre va metiendo empeño en lo de cantante, que es lo que le mola. No sabemos cual es su empleo primero. Y acaso él tampoco. Y, la verdad, ni falta que le hace. Así lleva ya cincuenta años de optimista bronceado.