Eloy Arenas: «Hubiese querido ser cura pero me quedé en monaguillo»
El actor, que no descarta casarse con Esperanza, su pareja desde hace 16 años, nos habla de su infancia como monaguillo y de su adolescencia rebelde

Eloy Arenas (73 años) celebra en Reyes su nacimiento, no su cumpleaños. «Es el hecho más importante de mi vida. Todo lo demás fluye desde ese día. Y la alternativa no es algo deseable,» bromea. Lleva días con una molesta faringitis: «Cuando sales al escenario desaparecen todos los males y aparecen los bienes. Pero tengo a mi chica, que es mi enfermera favorita». Ella es Esperanza, con quien comparte 16 años de amor y complicidad, y con quien no descartaría dar un paso adelante: «¿Una boda? No lo sé… No la descarto, nunca se sabe. Hay momentos en que solo encuentro felicidad y otros en que necesito mi espacio. Toda pareja recorre tres caminos: el de él, el de ella, el de ambos. Pero la pareja es mucho más que amor. El amor es frágil. En la pareja existe la conciliación y la complicidad. Yo ya me casé una vez y lo único que no me gustaría es volver a pasar por las obligaciones y los reproches«. Pero están lejos de eso: «Ella es adorable. Somos cómplices. Tenemos deseos coincidentes y tenemos libertad para no coincidir y negociar las cosas. Tiene mucho carácter: yo soy capricornio y ella, escorpio». Cualquier aficionado al horóscopo sabe que son palabras mayores.
Como autor, Eloy ha sido un pionero en la lucha contra el machismo: «Reconozco que soy 'feministo', pero hasta que los hombres no salgamos a la calle junto a ellas, codo con codo, y reivindiquemos su causa el movimiento no tendrá la fuerza que necesita para imponerse. No soporto cuando estoy en casa de algún conocido y, después de que su esposa haya hecho todo, le pregunte '¿Te ayudo?'. Perdona, eso no se pregunta. Únete a ella, ayúdala. La responsabilidad es común«.
A Eloy le apasiona su trabajo. Es un cinéfilo, no falta a un estreno de teatro y es adicto a las series. No es de extrañar que sus hijos sintieran desde pequeños 'el veneno' de la profesión: el mayor, Eloy Azorín, como actor; el pequeño, Alejandro, como productor. Al padre se le cae la baba hablando de sus hijos. Con su primogénito compartió escenarios en 'Sálvese quien pueda', de la que es autor: «Él pudo aprender de mí las lecciones de mis años en el oficio, pero yo aprendí de él lo genuino, su naturalidad. Yo sentí una satisfacción enorme«. De Alejandro puede presumir de su buen ojo en el sello independiente en el que trabaja: «Su primera película, 'Timbuktu', representó a Mauritania en los Oscar». En su casa, ver la gala de la Academia de Hollywood ha sido una tradición desde que eran pequeños, quién les iba a decir que un día estarían ahí de una manera, como productor o como actor, porque a Eloy le toca una parte del Oscar de Almodóvar por 'Todo sobre mi madre'.
Hasta el regreso de 'Burundanga', la longeva comedia de Jordi Galcerán, Eloy cuela el cartel del 'Agotadas las entradas' en su espectáculo 'La inmortalidad es pasajera', un divertido monólogo al que se lanza acompañado de un baterista, Davide Zoolli, que le pone ritmo jazzero a la improvisación. Un espectador podría repetir y llevarse la sorpresa de descubrir una función totalmente distinta, porque Eloy juega a despistar, a provocar, a reírse de todo, empezando por donde tiene que hacerlo, por uno mismo. Y encima le deja estupendo, como le dijo Beatriz Rico: «¡Qué guapo está! Al final va a resultar que es verdad eso de que hacer lo que te gusta embellece, tersa la piel y te ilumina el rostro«.
La foto: Monaguillo antes que 'bucanero'
Si su padre, no se hubiera negado, lo más probable es que Eloy hubiera acabado en el seminario, en Orihuela, bajo la protección de su tío cura. Al final, tras una negociación entre sus padres, Eloy se convirtió en monaguillo. Y se tomó la misión muy en serio: «Yo tenía siete años y sentía el poder del cargo. Lo tenía todo: el uniforme, el ceremonial, incluso el poder recaudador, que yo pasaba el cepillo y no me movía de mi sitio hasta que no soltaban el real… Me fijaba mucho en el cura, en sus sermones, y me asombraba el efecto que causaba en la feligresas. Se dirigía a ellas como si las conociera perfectamente y ellas se quedaban afectadísimas con sus palabras. Hasta que por casualidad descubrí cómo funcionaba el confesionario y entendí que el cura no era divino, solo tenía el divino don de la información«.

Aquel monaguillo se mudó a la capital, Alicante, donde tuvo una banda de rock, hacía cortos y organizaba espectáculos en la plaza de toros después de ser 'bucanero', es decir, miembro de una pandilla que sembraba 'el terror en las chicas': «Yo tenía un Derbi Variant trucada con la que arrasaba con las francesas«. Después se fue a Madrid para estudiar Arte Dramático, se presentó al casting del cuerpo de actores de Radio Madrid y descubrió que los puntos gramaticales eran como notas musicales: una cosa era leer y otra, leer con intencionalidad, es decir, interpretar. Así empezó todo.
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