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Almudena de Arteaga, la aristócrata que ha recuperado su castillo

El castillo de Manzanares El Real vuelve a ser propiedad de la duquesa del Infantado, Grande de España y escritora de novelas históricas

El castillo de Manzanares, envuelto en un lío burocrático que podría alargar el cerrojazo un año

Almudena de Arteaga, la aristócrata que ha recuperado su castillo d.r.

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Desde que heredó el título en 2019, Almudena de Arteaga y Alcázar, duquesa del Infantado, se ha mostrado su determinación en recuperar y preservar el valioso legado inmobiliario y cultural de la Casa del Infantado, cuyo origen se remonta a 1475 bajo el auspicio de los Reyes Católicos. La estela de su dinastía no palidece al compararse con los Alba, los Medina Sidonia o los Medinaceli. Íñigo de Arteaga y Martín, XIX duque del Infantado, falleció a los 76 años, pero como su heredero natural, su hijo Íñigo, había perdido la vida en un accidente de avioneta a los 43 años, fue su hija Almudena quien recibió la importante misión que dejaba en su testamento: «La responsabilidad no es solo no dilapidar lo que recibes sino mantenerlo e, incluso, si se puede, agrandarlo». Y ella la está cumpliendo a rajatabla, paso a paso, sin rendirse a pesar de los conflictos políticos y burocráticos a los que se está enfrentando.

Prueba de ello han sido sus últimos movimientos en Manzanares El Real, donde ha ido recuperando los bienes que durante años fueron cedidos al municipio: el pasado mes de septiembre, tras nueve años de negociaciones fallidas con el Ayuntamiento, se hizo con la parcela en la que se había instalado un parque de recreo infantil tras ejecutarse la pertinente orden de desahucio. Se trata de terreno arbolado no urbanizable que la duquesa quería vender por 2,5 millones a un consistorio cuyos técnicos habían valorado en apenas 140.000 euros. Pero quedaba la 'joya de la corona', el Castillo de los Mendoza, declarado Bien de Interés Cultural, que desde el pasado 5 de enero ha vuelto a la Casa Ducal al hacerse efectivo el fin del contrato de arrendamiento para la gestión pública. Conocido como el Castillo de Manzanares El Real, es uno de los monumentos más simbólicos y visitados de la Comunidad de Madrid, foco de atracción de miles de turistas y motor de la economía local gracias al turismo.

Fue construido en el siglo XV por orden de Don Diego Hurtado de Mendoza, I duque del Infantado, que contrató al arquitecto de la corte de Isabel La Católica, Juan Guas. Desde que pasó a manos públicas, en 1965, se sometió a un espectacular proceso de reconstrucción: de casi estar en ruinas a convertirse en uno de los castillos mejor conservados del país. Ahora permanece cerrado a la espera de las pertinentes licencias, razón por que la que, aconsejada por sus abogados, la duquesa prefiere no hacer declaraciones a la espera de la resolución definitiva de la situación administrativa del monumento.

El sueño de Almudena de Arteaga es crear una fundación que premie el talento de los grandes creadores. Al fin y al cabo, además de ser una de las aristócratas con más títulos y Grande de España, es una escritora de éxito que ha encontrado un filón en la novela histórica, sobre todo gracias a su apuesta por personajes femeninos de fuerte carácter que han dejando huella en nuestro pasado: «Llevo 25 años intentado sacar del ostracismo a muchas mujeres, pero quedan muchísimas en el tintero y no sé si tendré vida suficiente para rescatarlas», reconoció a ABC. El interés por este género le llegó de manera natural, como relató a este periódico: «Desde hace más de cinco siglos, mis antepasados han estado vinculados a la historia de España. Muchos de ellos se mencionan en los tratados y quizás por ello, desde niña, me ha interesado esta material en particular. Lo de transmitirla en forma de novela de una manera amena vino casi cumplidos los treinta».

Se había licenciado en Derecho y ejerció durante seis años, pero tomó una decisión que cambió su vida: «Colgué la toga y me dediqué a escribir y a otras cosas menos divertidas de contar. Fue arriesgado y soy consciente. Nunca pedí permiso a nadie para hacerlo. Mis hijas sabían que cuando me ponía a escribir me metía en otro mundo. Tuve mucha suerte con el éxito de 'La princesa de Éboli'. Y aunque sería difícil repetirlo, lo intento cada día», confesó a ABC. Esos intentos se han saldado con más de 20 novelas y el Premio Azorín.

Además de la historia, es una apasionada defensora del amor: «Es importantísmo. Pero todo tipo de amor: adoro a mis nietos, a mis hijas, a mi madre, a mi marido. Me he casado dos veces y con mi marido llevo 23 años de amor. La familia es un pilar fundamental y no concibo no tenerles. Allí incluyo el perdón, las discusiones, todo», explicó a ABC.

Cuando no escribe, se centra en la gestión del patrimonio familiar, labor que le exige mucho: «Tengo la obligación de heredar a mis hijas lo que yo he recibido y engrandecerlo. Es la parábola de los talentos, así es como veo yo la vida», ha explicado en alguna ocasión.

Está casada con el marino José Ramón Fernández de Mesa y Temboury. Su primer marido fue el abogado José Luis Anchústegui, padre de las dos hijas que le han dado cinco nietos. Almudena, su hija mayor, es marquesa de Santillana y María Teresa, la menor, marquesa de Cea: «Las tuve muy joven. Son dos niñas al las que he intentado inculcar todo tipo de valores y austeridad. Son estupendas». Ejerce con entusiasmo como abuela: «no suelo hablar de mis nietos, pero los disfruto mucho. Me llaman la abuela Cuchufleta que viene en bicicleta porque voy y vengo con una eléctrica», confesó a 'Vanitatis': «He plantado 6.000 árboles en un bosque realmente bonito que tenemos y soy minera porque tenemos una pequeña cantera. ¿Si soy una mujer fascinante? No es lo que sea, es que me ha tocado ser como la vida me viene».

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