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FOTOMATÓN

Alba Carrillo, en la cola del paro

La modelo es de esas famosas, ya casi en extinción, que hacen literatura, sólo que sin saberlo

La reacción de Alba Carrillo tras su despido fulminante de Mediaset

Alba Carrillo en las calles de Madrid gtres
Ángel Antonio Herrera

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Se ha ido a la cola del paro de tertulianas Alba Carrillo, que es una tertuliana químicamente pura, porque su especialidad de temarios es ella misma. Dice que la tele es su medio natural, y tiene razón, porque hay gentes que no tienen otro medio que la tele. No es que salga en la tele, es que no sale de la tele. No es la única, sólo que ahora a quien han echado de la tele es a Alba.

Hay gente que pasa tanto tiempo en un plató que la noticia no es que fichen por un programa sino que el programa no les renueva el fichaje. Quiero decir que Alba es una guapa de soleada lámina que ha logrado una carrera solvente de motorista de plató, de tenista del runrún, o la trifulca. Eso, y que tiene un hijo con Fonsi Nieto, y una boda del pasado con Feliciano López. He aquí dos capítulos biográficos que no son asunto de poco calibre, porque le han dado a Alba mucha inspiración de musa de sí misma.

Lo que le pasa a Alba es lo mismo que le pasa a demasiados poetas: le gusta hacer memoria. Y no se cansa. Hasta que le han dado el carnet del paro. En su memoria, aún joven, hay famosos no de garrafón, según sabemos, con lo que ella ha hecho un podio en el Roland Garros del chisme, en la velocidad sin moto de los programas de culebrón de lo propio. En Alba se da la poeta, o poetisa, del patio de Jorge Javier, y también la musa que se va a hacer biografía propia a la isla de Supervivientes, que es como irse de máster a Oxford, pero de otra manera, y tirando directo a Honduras. A veces, la aventura incluye a la madre, incluso.

Alba Carrillo y su madre, Lucía Pariente gtres

A uno, cronista de hermosas, cuando toca, le gusta Alba Carrillo, porque a menudo responde antes de que le pregunten, y porque da fina y dorada en los selfies de cuerpo entero. De Alba, si nos fijamos, no hay demasiado que decir, salvo que ella siempre tiene que decirnos mucho. Ya digo que tira mucho de recuerdo, como los poetas alegres, y enseguida le sale un jaleo con Fonsi Nieto, un desaire de Feliciano López, o bien una melancolía porque se le acabó lo que se le acabó con el último novio, David Vallespín, por ejemplo.

No hace tanto, nos dio amenidad con un caliente culebrón navideño. Alba y Jorge Pérez, otro campeón de plató, se encontraron en una fiesta de la empresa de la tele, y acabaron en eso mismo, de fiesta. Lo que pasa con las cenas de empresa es que igual sale una sabida de salario que salen unos cuernos con brindis. Alba, en cualquier caso, siempre tiene algo que contar, porque es una muchacha inquieta, y siempre tiene un novio pendiente, porque parece que con los novios propiamente dichos la cosa se remata con fracaso.

Llegó a pedirle cita a Albert Rivera, mirando directamente a cámara, porque Albert acaba de reingresar en la soltería, y ella se intuía capaz de consuelo. El remate a aquella propuesta fue soberbio, y la avala de primera raqueta del endecasílabo sin endecasílabo de plató: «Y Albert es Escorpio, que son súpersexuales».

Alba es de esas famosas, ya casi en extinción, que hacen literatura, sólo que sin saberlo. Es la novia del imprevisto, una tertuliana de sí misma. Está de repente en el paro, pero ya verán cómo enseguida no para.

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