Gastronomía
Quesos cremosos, curados y azules: cómo hacer la tabla de queso perfecta
Variedades como el Camembert, Manchego o Roquefort son esenciales a la hora de buscar el equilibrio entre sabores

Para elaborar una buena tarta de quesos, no hace falta ser un experto en el lácteo o en gastronomía, sino saber buscar el equilibrio entre texturas y potencia de sabores. Es una forma fácil de plantear el objetivo y comenzar a escoger los primeros quesos para la tabla. De esta forma, el planteamiento inicial podría ser un queso suave, un queso curado, y finalmente, el imprescindible queso azul.
Para hacer una tabla de quesos, la selección de cuatro tipos puede ser suficiente, pero lo normal es que la tabla esté compuesta de entre cinco y ocho tipos. Un queso láctico y un queso cremoso son una buena forma de abrir boca. Un queso de pasta cocida, o incluso el Parmesano o Cheddar, sirven como transición para pasar a los de maduración más altas, como un Manchego y Zamorano. Finalmente, no puede faltar el queso azul: Roquefort o Savel, y para los más atrevidos, el queso Cabrales o Gamoneu, que aunque no es un queso propiamente azul, también puede ser un gran protagonista.
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Quesos lácticos y cremosos
Entre estos quesos se encuentran algunos como el queso Valleoscuro. Se trata de un queso de cabra tierno y suave, de sabor caprino que ofrece notas de crema y avellana. De una forma sencilla y agradable, abre boca para adentrarse poco a poco a sabores más fuertes. En la misma línea se comportan los quesos cremosos, como elBrie o el Camembert. Estos últimos son dos de los quesos franceses más populares. Se caracterizan por una corteza suave y aterciopelada, en ocasiones con algunas manchas. De notas afrutadas, tienen una textura cremosa textura y bordes suaves.
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Queso de pasta cocida
La perfecta transición para pasar de quesos suaves a quesos de sabor más fuerte e intenso, los quesos de pasta cocida tienen texturas elásticas y sabores dulces. Una gran referencia en este tipo de alimento el queso Comté, al que siguen algunos como el Parmesano o el Cheddar. El primero de los tres citados tiene sabores afrutados. Además de tener en cuneta el sabor de cada una de las piezas, también se deben tener en cuenta las características de cada uno. El queso Parmesano es difícil de cortar, por lo que se suele presentar en tiras, mientras que el Cheddar es característico por su color naranja y su sabor dulce.
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Queso de pasta dura
Sus nombres resultan familiares y son reconocidos con tan solo mencionarlos. El queso Manchego y Zamorano son dos de los ejemplos de queso de pasta dura, de obligada presencia en toda buena tabla de quesos. Sus texturas son firmes y secas, debido a sus altas maduraciones y procesos de elaboración. En ocasiones tienen un punto picante, algo que tiene su origen en reacciones químicas que se desarrollan en el queso. En el caso del queso Manchego, también es posible utilizarlo para sustituir al parmesano en la célebre ensalada césar, o para rallar sobre la pizza, pasta o verduras asadas.
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Queso azul
Para concluir, el queso azul no puede faltar en una tabla de quesos que se precie. Sus texturas y sabores pertenecen destacan completamente frente al resto por su particularidad e intensidad, que pone el broche perfecto para poner fin a la selección. Dentro de la categoría, también hay distintas potencias de sabor y picor. En lo más bajo de la escala se encuentran los quesos Stilton, Savel o Roquefort. Para los amantes de los sabores más intensos, el queso Cabrales o Gamoneu son esenciales en la lista.
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