El síndrome de Diógenes emocional: cómo gestionar con tu hijo el cajón de las cosas que no duelen
Nahir Gutiérrez e Iván Harón proponen en su álbum ilustrado un viaje bidireccional de aprendizaje para que adultos y pequeños aprendan a ordenar lo que sienten y despojarse de aquello que sobra
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Portada de 'El cajón de las cosas que no duelen'
Que levante la mano aquel que no se haya despertado sobresaltado alguna noche a las tres de la mañana y le ha empezado a dar vueltas a un asunto que no está en su mano arreglar. Es la más clara manifestación de que guardamos recuerdos, preocupaciones y emociones no resueltas como si fueran prendas en un armario y terminan convirtiéndose en una pesada carga invisible. El problema no es solo de los adultos. Los niños también guardan dentro sentimientos que no saben cómo gestionar, pero que salen a la luz a través de comportamientos poco deseables (enfados, intranquilidad…).
Es lo que Nahir Gutiérrez e Iván Harón denominan síndrome de Diógenes emocional. Para ponerle orden han publicado 'El cajón de las cosas que no duelen' (Babobab), un álbum ilustrado cuyo objetivo es «aprender a dejar caer cosas que nos pesan y así crecer felices».
A la autora le vino la idea del cuento a través de una amiga. «Fue en pandemia. Elena Blanco, a la que dedico el libro, tenía un viaje alucinante a México que perdió a causa de las restricciones. Le dije que aquello era una gran faena, pero ella me respondió: 'Ya está, lo he asumido, lo he metido en el cajón de las cosas que no duelen. Y yo le dije: «Esa frase se merece un cuento». Se puso manos a la obra y contactó con el ilustrador Iván Harón, con el que ya había colaborado en 'La bailarina sin corazón', que trata de una pequeña que debe reinventarse tras serle detectada una cardiopatía.
Del cajón al armario hay un paso, y ambos se centraron en esa metáfora. El protagonista del libro, Simón, vive en medio del caos y parece estar enfadado sin saber muy bien por qué. El síntoma visible del síndrome de Diógenes emocional. «Muchas veces nos dedicamos a acumular cosas que no sirven de nada. Pero cuando las tienes aquí dentro, acaban afectando tu bienestar, en que no respiras bien, en que tienes una contractura de espalda…«, comenta Gutiérrez. Ese hacinamiento tiene el riesgo de desembocar en uno de los mayores males de nuestro tiempo: la ansiedad, que acecha sobre especialmente a los adolescentes.
La importancia del 'sherpa' emocional
De ahí la importancia de que los niños puedan identificar y desprenderse de esa carga invisible. Gutiérrez y Harón presentan para ello a Robusto Ropero Picaporte, un armario de alta gama al que trasladan a la habitación del pequeño Simón. «No sabe qué es exactamente lo que le está sucediendo, pero está enfadado, entonces digamos que Robusto, el otro gran protagonista, actúa un poco como un 'sherpa emocional', y es ahí entonces cuando Simón empieza a organizar estos sentimientos. Hace un poco de terapeuta», explica Harón.
Robusto cuenta con un compartimento opaco con una pesada tapa para la tristeza; un colgador para la ira, que hay que airear de vez en cuando porque huele mal; un coche de choque de cristal para la alegría… Pero la historia da aquí un giro interesante: el niño enseña al armario que también él debe adaptarse al mundo. Le falta el cajón de las cosas que no duelen. «Robusto acaba entendiendo que necesita actualizarse. Pensaba que estaba perfecto, pero al final se da cuenta de que todos los armarios –y las personas– son distintos y que debe evolucionar», indica el ilustrador.
Ese cajón nos recuerda que todos –niños y adultos– tenemos emociones que aprender a gestionar. No se trata de ocultarlas, sino de darles el espacio adecuado. «Si ayudamos a los críos a identificar esas cosas con las que tienen que dejar de luchar, quizás les estamos enseñando a vivir con menos ansiedad en el futuro«, reflexiona Gutiérrez.
¿Y cómo diferenciar las que hay que dejar ir de las que hay que afrontar? En el libro se mencionan tres situaciones con las que no tiene sentido cargar: Las que ya pasaron porque forman parte del pasado; las que no puedes evitar porque están fuera de tu control, y las que no dependen de ti porque no puedes hacer nada para arreglarlas o modificarlas. «Son aquellas cosas que tienen que soltar. Las que ya pasaron, las que tú no has intervenido en ellas, y las que no puedes evitar. Iván las ha plasmado incluso en un dibujo aparte, para que cada uno eche allí lo que realmente le está estorbando, a veces hasta sin saberlo», explica la autora.
Son igual de válidas para padres e hijos, porque 'El cajón de las cosas que no duelen'. Los niños necesitan adultos que les ayuden a recorrer el complejo camino de sus emociones, pero los adultos también pueden encontrar en este libro herramientas para reflexionar sobre sus propias vivencias. La clave se encuentra en la lectura compartida. «El álbum ilustrado está pensado para que los niños no solo escuchen la historia, sino que dialoguen con los adultos. No hay que simplificarles el lenguaje ni darles respuestas cerradas, sino abrirles la puerta a la reflexión«, afirma Gutiérrez. »Si lees con tu hijo, él aprende contigo. Y, muchas veces, tú también aprendes de él«, concluye la autora.
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