«Un nuevo bebé no puede taponar el dolor por la pérdida de otro hijo»
Los expertos en psicología apuntan que cada hijo debe tener su vida propia y no se puede esperar de ellos que suplanten a la persona fallecida
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Todo lo que hace Ana Obregón suele ser noticia. Recientemente sorprendía el hecho de que a sus 68 años acaba de ser fotografiada saliendo de una clínica de Miami con su nueva hija en brazos, fruto de la maternidad subrogada. Las opiniones al respecto ... no acaban más que empezar.
Lejos de los comentarios sobre su nueva vida, ¿sirve el nacimiento de un nuevo hijo para lidiar el duelo por la pérdida de otro hijo? Según Verónica Corsini, psicoanalista y Socia Fundadora PSYQUIA, esta decisión es más común de lo que suele parecer, tal y como ven en consulta. «Se trata de una decisión complicada para unos padres y tendrá éxito o no en función del lugar que vaya a ocupar el nuevo recién nacido».
Explica que si el objetivo «es tapar la falta del hijo fallecido surgirán problemas para ambas partes. Los progenitores no verán cumplidas sus expectativas porque cada vida es única y no pueden esperar que ese nuevo bebé se comporte de la misma manera que el que perdieron con anterioridad. Hay padres incluso, que deciden poner el mismo nombre que el del niño que perdieron, lo que, además, es una enorme presión para el nuevo miembro de la familia. Es imposible cubrir la falta de una persona que se fue con otro niño porque cada niño es distinto. No se puede suplantar», insiste.
Esta experta asegura que cada persona debe ocupar un lugar propio «y no puede sustituir a nadie, ni siquiera al dolor que ha supuesto una pérdida personal. Un nuevo hijo no puede taponar ese sufrimiento. Cuando esto ocurre, esos niños tienen muchos problemas por la presión a la que son sometidos al tener padres que esperan de ellos que sean distintos, como la persona que falleció. Lo importante para superar el duelo es sentir la felicidad de la llegada de un nuevo ser, que ha llegado para ser una vida propia y no para restaurar nada del pasado».
En la misma línea se manifiesta Rafael Santandreu, psicólogo y autor de 'El arte de no amargarse la vida', al reconocer que perseguir cubrir el dolor de una muerte con un nuevo hijo puede ser insatisfactorio para los padres y el bebé porque no se puede suplantar a nadie. «Lo correcto desde el punto de vista psicológico en estos casos es, primero, sanar la pérdida con un correcto proceso de duelo y, después, o al mismo tiempo, establecer nuevos vínculos de amor».
Santandreu no duda al asegurar que cuando se produce una pérdida «contar con una fuente de amor siempre resulta muy sanador para la mente humana porque nos ayuda a reparar el dolor, es alimento para el ser humano«. Explica que estas fuentes de amor pueden llegar de múltiples formas, «de amistades, de familiares... e, incluso, hay personas que deciden adoptar a niños que viven en muy malas condiciones porque eso les reconforta en gran medida».
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Silvia Álava, doctora en Psicología, matiza que las pérdidas de seres queridos «nunca se superan, pero sí se puede aprender a aceptarlas y a volver a ser feliz de otra manera«. Explica que biológicamente estamos preparados para superar la muerte de los padres, »pero no es lo mismo perder a un hijo porque por naturaleza son ellos los que deben vivir nuestra muerte. El trabajo con quienes pierden un hijo es muy duro porque sufren una pérdida muy traumática y hay que enseñar a estos padres a aceptarla e integrarla en su vida. Para ello, desde la psicología se trabajan muchas emociones como la tristeza, la rabia, la frustración...».
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