Diálogos de Familia
«Hay que tener la inteligencia de no regalar móviles inteligentes a los hijos»
Miguel Ángel Martínez-González, médico especialista en medicina preventiva y Salud Pública y catedrático de la Universidad de Navarra, insiste en la importancia de educar para prevenir daños mentales en nuestros hijos
Miguel Ángel Martínez-González es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y acaba de presentar su último libro 'Salmones hormonas y pantallas', con el que reconoce que va contracorriente de una serie de hábitos y estilos de vida tan extendidos como peligrosos en nuestra sociedad.
-¿A qué hábitos se refiere?
Efectivamente, el libro es un reto en toda regla a los aspectos tóxicos de la cultura contemporánea relativos a la adicción a pantallas, a la pornografía y a tener un concepto deteriorado de las relaciones románticas sexuales amorosas que se ha extendido especialmente entre la gente joven.
-¿De qué manera se le puede convencer a los jóvenes de que todos estos hábitos son tan peligrosos?
Hay muchas evidencias científicas que avalan que son peligrosos. En el libro hay gráficas, 450 notas a pie de página explicando dónde están los estudios que demuestran ese daño. También hay códigos QR que les atrae mucho a los jóvenes y que permiten acceder a vídeos que explican con más detalle algunos de estos aspectos. Además incluyo casos clínicos ya que, de alguna manera, una imagen vale más que mil palabras, y con un ejemplo gráfico se les puede quedar más grabado todo esto.
-Son estilos de vida muy dañinos, pero ¿qué pueden hacer las familias para ayudar a sus hijos a apartarse de este tipo de comportamientos?
El libro es divulgativo y da muchos recursos prácticos para que los padres puedan educar en todos estos hábitos, como el de saber posponer gratificaciones inmediatas para disfrutar mucho a largo plazo. Esa gestión inteligente de los impulsos es algo central en el libro y hay un montón de recursos sobre cómo debe ser el diálogo, cómo debe ser la relación familiar, de cómo tienen que conseguir a la vez empatía y autoridad moral y, al mismo tiempo, establecer unas reglas claras, bien definidas, y que después sepan exigirlas con amabilidad, como pueden ser el uso de los teléfonos móviles para que no destrocen la salud mental de sus hijos... etc. Ahora mismo tenemos un problema de salud mental en la gente joven sin precedentes.
-¿Son conscientes los padres de este problema de salud mental que causan los móviles?
Pienso que no, precisamente por eso he escrito este libro. Creo que no son suficientemente conscientes y que hay unas actitudes a veces ingenuas en los padres y, por eso, tienen que conocer toda esta realidad que la mejor ciencia epidemiológica y de salud pública ha ido poniendo de relieve. Baste decir que India ha prohibido TikTok desde el 2020; que Washington ya ha demandado a esta red social por el daño que está produciendo en la salud mental de los jóvenes. Y baste decir que, ahora mismo, la principal causa de muerte en menores de 40 años en España es el suicidio. Uno de cada diez mueren por suicidio y por cada suicidio hay 20 o 30 intentos. Hay una patología mental, sobre todo de depresiones muy amplias, y se cuenta con el suficiente conocimiento científico para saber que está asociado al uso excesivo de pantallas, a la exposición precoz a teléfonos móviles y a la adicción a pornografía que, desgraciadamente, se consume mucho más de lo que los padres piensan en la gente joven.
-¿Qué habría que explicar a estos padres para convencerles de estos peligros de usar el móvil? ¿Qué se esconden detrás para que sean tan dañinos para la salud mental?
-El depredador está al otro lado de la pantalla. En el último informe de UNICEF, con más de 40.000 jóvenes de 14 y 18 años estudiados en España, se determina que un 11% ha recibido solicitaciones de tipo sexual, de acoso sexual de adultos a través de la pantalla del móvil, sin haberlo pedido, lógicamente. Y un 8% ha respondido y manda fotos pornográficas suyas. Los padres, en su mayoría, no son conscientes, no lo saben. De ahí la inteligencia de no regalarle teléfonos inteligentes a los niños, a los chavales, hasta que no tengan suficiente edad. Los padres inteligentes regalan teléfonos tontos.
-¿A partir de qué edad se le podría entregar un móvil, o depende más de su madurez?
Yo digo una cosa que puede parecer absolutamente fuera de sitio, como si fuera un extraterrestre. Pero a lo mejor parecíamos también extraterrestres los de Salud Pública cuando defendíamos los espacios libres de humo en las universidades en la década de los 70-80 o defendíamos que las bebidas azucaradas eran causa de la obesidad, etcétera. Yo digo que para conducir hace falta cumplir 18 años porque las carreteras están llenas de riesgos, pero muere menos gente en carretera que por suicidio y los suicidios están causados por esto. De ahí se pueden deducir consecuencias.
-Además de las familias, ¿qué responsabilidad social tiene el Estado en este asunto?
En Salud Pública siempre tenemos que actuar a dos niveles: el educativo y el estructural. El educativo corresponde, en primer lugar a los padres, que son los primeros educadores, y hay que reforzar su tarea, hay que decirles que ejerzan su autoridad de padres con mano firme y al mismo tiempo con muchísimo cariño, empatía y dando ejemplo. Esto no se puede olvidar. Pierde toda su autoridad moral un padre cuando se le ve que está en la comida contestando mensajes por el móvil en vez de mirar a la cara de sus hijos.
Y, después, las acciones estructurales son imprescindibles en salud pública. Esto requiere mucha más regulación. Detrás de estos daños a la salud pública y a la salud mental de los jóvenes hay corporaciones multinacionales que están haciendo caja a unos niveles astronómicos, que manejan miles de millones de dólares con sus ganancias, y que son la Corporación Internacional Industrial de Pornografía Online, las redes sociales que ocultaron, por ejemplo, informes internos sobre el daño que Instagram estaba haciendo, especialmente a las chicas en temas de trastornos de la conducta alimentaria, de autolesiones, de ideación suicida... Hay que poner regulaciones. Yo defiendo que todo contenido pornográfico obligatoriamente tendría que tener la extensión '.xxx'. Eso lo defiendo en el libro y si alguien se lo salta tendría que tener multas.
Recuerdo cuando en Málaga un día salió una ley que decía que el que fuera en moto sin casco tendría que pagar 15.000 pesetas de multa. Empezó todo el mundo a llevar casco. Si hubiera multas realmente potentes para estas corporación industrial de pornografía que han abusado de personas, que ha puesto vídeos sexuales de agresiones a chicas sin, por supuesto, consentimiento, que han usado pornografía infantil... si hubiera regulaciones serias, filtros, se solucionaría gran parte del problema y se apoyaría a los padres. La acción educativa y estructural no son opuestas.
-¿De qué manera afecta la pornografía a las relaciones amorosas de los jóvenes?
Estamos en una situación realmente espantosa, espeluznante, porque el mejor educador en todos estos temas, el que más, no el mejor, sino el que más educa en estos temas, no son los padres, no son los profesores, no es el ministro de Educación, sino un gran ministro de Educación mundial, que es la pornografía online. Por ello, se ha despersonalizado el sexo, se entiende el sexo como algo trivial, de usar y tirar. Se mira a las personas como si fueran objetos de liberación rápida de placer, sin un compromiso y sin los componentes que la Organización Mundial de la Salud apunta para la salud sexual, que son componentes no solo somático, sino también emocionales, intelectuales, sociales, familiares, y que facilite, desde luego, el amor. La esencia del amor es tú sí, yo no; decir, el salir de uno mismo, el no usar el sexo como algo narcisista, autorreferencial, egotista donde se busca la gratificación placentera a corto plazo y no hay ningún propósito en la vida a largo plazo.
Y por eso digo este libro plantea un reto claro, y en toda regla, a la revolución sexual, esa que nos vendieron en mayo del 68, y que los frutos están viendo que son muy amargos. Basta ver que uno de cada diez españoles que muere es de suicidio y que la sociedad se ha vuelto mucho más depresiva y con mucha más enfermedad mental precisamente por seguir esos dictados de la revolución sexual global del mayo del 68.
-¿Qué sentido tiene el valor de la espera entonces en el amor?
Tiene un sentido importantísimo. Los jóvenes tienen una serie de preocupaciones: que si voy a ir al paro, que si voy a enfermar de esto, de lo otro, que si me van a considerar o no... Los riesgos de todos esos problemas potenciales son siempre del 10% menos. Pero en España hay 180.000 matrimonios al año en números redondos y 100.000 divorcios, un 60%. Un riesgo del 60% de fracasar de puertas adentro en tu hogar. Lo que te da la felicidad a largo plazo no es ser un investigador muy prestigioso, ni ser el jefe de una gran compañía, ni aparecer en los medios de comunicación. Lo que te va a dar tu felicidad es qué pasa en tu hogar de puertas adentro y eso se construye en el noviazgo, en esa relación romántica y hablando, hablando y hablando.
Sin embargo, el sexo bruto, la carne brava, sustituye el diálogo inteligente. Es un coste de oportunidad muy fuerte que se está teniendo porque todas las manifestaciones amorosas acaban en lo mismo, lo que nos vende Hollywood y las redes pornográficas. Eso destroza la capacidad de construir relaciones sólidas a largo plazo. Este es el valor de la espera. Entonces, ser capaz de tener una gestión inteligente de todos los impulsos y de tener un diálogo profundo durante todos los años de noviazgo y ponerse de acuerdo en todos los aspectos fundamentales con sentido de la oportunidad es lo que construye una relación de pareja sólida para toda la vida y que hace que las personas sean felices.
-En su libro también hace hincapié en cifras alarmantes: cada día hay 1 millón de casos más de enfermedades de transmisión sexual. ¿Es el preservativo la solución, o cuál es?
Las soluciones en salud pública nunca son con un solo factor. Antes hablábamos de cómo cambiar conductas y hablábamos de medidas educativas, que son muchas, y de medidas estructurales, que también son muchas. Pues aquí el error que se ha cometido es fiarlo todo a una sola medida. Prácticamente es como un mantra que cada vez que se habla de infección de transmisión sexual se dice preservativo, y solo preservativo. Entonces ahí hay silencios culpables en salud pública y errores que se han cometido en salud pública porque lo que se ha silenciado, sobre todo, es que cuando uno tiene una pareja monógama mutuamente fiel y no infectada, las infecciones de transmisión sexual, por muchos millones que hay en la estadística, no son tu problema. Pareja mutuamente fiel, monógama no infectada. Esto lo dice el CDC de Atlanta desde que empezó el SIDA y lo viene repitiendo. Entonces esto es lo que se debería repetir como un mensaje importante. Por supuesto que después cada uno es libérrimo, insisto en el libro, tiene derecho a saber o no saber, pero una vez que uno sabe, es libre de decir pues quiero optar por esto o por esto otro, asumiendo los riesgos. Si hay personas que lo que quieren es tener una conducta donde hay multiplicidad seria o concurrente de parejas y van cambiando de pareja frecuentemente, pues el preservativo ahí tiene un lugar y reduce el riesgo, pero no lo elimina, solo lo reduce.
Lo mismo que el retraso del debut sexual en los jóvenes, que es otro elemento que tiene que estar en ese programa multifactorial, al igual que la detección precoz de enfermedades, que la vacuna frente a infecciones de transmisión sexual para los que tenemos vacuna... Hay que actuar a muchos niveles. Pero no darle protagonismo sólo a uno porque si se repasan todos los mensajes que se vienen difundiendo sobre prevención de enfermedad de transmisión sexual, parece que hay una sola cosa, con gran deleite de los vendedores de condones que han hecho su agosto. ¿Por qué hay un millón de nuevos casos de infección sexual, de las que se cuentan, porque hay otras que no son contabilizadas? Porque un pequeño porcentaje de la población tiene muchísimas parejas a lo largo del año y esos son los que se llaman los súper dispersores. Proporcionalmente son muy pocos, pero, sin embargo, son responsables de la mayoría de los casos.
-Como experto en la salud y en la prevención, ¿en qué tres facetas aconsejaría a las familias que pusieran el foco para prevenir y favorecer una buena salud a sus hijos?
-Pues pienso que tienen que hablar muy pronto con sus hijos, preferentemente el padre con los hijos y la madre con las hijas, de todos los temas de sexualidad como algo natural, sin tabú. Tienen que desterrar ese mito de que es un tabú y explicárselo a fondo, como un encuadre en la persona humana completa, en su capacidad de amar, de entregarse y de donarse para toda la vida, en el contexto de la familia, en el contexto de lo que han sido ellos -padre y madre para los hijos-, en el contexto amoroso de la esencia del amor.
Después, que sean ejemplares. Cuando unos chavales ven que sus padres siempre dan buen ejemplo en el modo de mirar una serie, de hablar de estos temas, en el modo de usar las pantallas, de comportarse con autocontrol en los distintos aspectos, de no perder los papeles, los nervios, de no enfadarse, de no usar un lenguaje agresivo, violento... Esa ejemplaridad de los padres me parece que es absolutamente clave. Y después, todo lo que supone facilitar la confidencia, la confianza, yo diría estas tres cosas. Y la confianza tiene que ser mutua. La sinceridad es mutua. Los padres tienen que ser muy sinceros con sus hijos para que se abran y consigan esa amistad, y cuanto antes se consiga más fácil será que surja espontáneamente que el chaval cuando tenga un teléfono móvil le diga a su padre 'yo he visto esto o lo otro', y tenga esa relación de amistad. Pero eso requiere una sinceridad y confianza bidireccional.
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-Miguel Ángel, para terminar, 'Salmones, hormonas y pantallas' ¿Salmones?
Los salmones somos los que vamos contracorriente. A cada generación humana la salva un grupo, un puñado de gente que parecen inactuales porque parecen extraterrestres, que han venido de otro sitio porque no siguen la norma de la mayoría. Cuando yo tenía 18 años todo el mundo fumaba. Parecía raro si no te comprabas un paquete de cigarros todos los días porque estaba normalizado fumar. Yo fumaba aunque lo dejé hace décadas. Parecía lo normal. Lo normal no es lo más común, lo más frecuente. Recuerdo cuando estábamos en clase de patología quirúrgica a las ocho de la mañana con los alumnos de 4.º de Medicina con la ventana cerrada y todos fumando. Aquello era una cámara de gas, pero lo peor es que entraba el profesor que también fumaba. Entonces, tenía que haber habido salmones que dijeran «esto de fumar es muy malo, hay que respirar aire puro y no humo». Pero luego pasó lo mismo con la comida basura, y ahora está pasando lo mismo con la exposición a la pornografía, las pantallas y la trivialización y degeneración de la sexualidad y del amor en algo que no es lo humano. En todo eso hay que ser salmones que van contracorriente porque, al final, el movimiento va contra la corriente que parece ahora arrastrar a los que son en vez de salmones clones. Hay que ser un salmón y no un clon.
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