Día Mundial de la Lucha contra la Depresión
¿Es conveniente decirle a un niño que tiene depresión?
Silvia Álava Sordo, Doctora en Psicología, explica que los niños se deprimen y que los datos registran casos a partir de los seis años y el pico aumenta al llegar a la adolescencia
«Sí, los niños también se deprimen»
Hay que tener cuidado, según Álava Sordo, para no diagnosticar depresión infantil cuando no la tienen
Los niños también sufren depresión. No todos tienen una infancia feliz llena de alegrías y risas. «Pero, ¡cuidado!, advierte Silvia Álava Sordo, Doctora en Psicología, »porque socialmente estamos utilizando mucho el término depresión y, en ocasiones, patologizamos la normalidad porque no hay que ... olvidar que los niños también pueden sentir tristeza, enfado, apatía... sin necesidad de estar deprimidos. La depresión va mucho más allá y tiene otros síntomas que se manifiestan durante meses. Eso no significa -matiza- que si vemos a un menor pasarlo mal durante un tiempo, no pidamos ayuda profesional para mejorar su situación y evitar, de este modo, que sí pueda entrar en depresión. En estos casos el 'ya se le pasará' no vale porque es mejor prevenir«.
Aclara esta experta que los datos reportan depresión en pequeños a partir de los seis años, en Primaria, y sobre todo el pico de casos aumenta cuando se acercan a la adolescencia. Añade que en adultos la depresión se caracteriza fundamentalmente por ciertos síntomas como tristeza, apatía, pérdida de apetito..., pero en niños las señales que más pueden hacer sospechar de que sufren esta patología son sus cambios de comportamientos. «Es decir, pequeño que era más o menos bueno, de repente tiene enfados desproporcionados y muy intensos. En la infancia no tienen suficiente desarrollo metacognitivo para expresar lo que sienten y lo hacen con una conducta mucho más disruptiva de lo normal. Es habitual en niños y también en adolescentes».
Asegura que otras señales que puedan hacernos sospechar de una posible depresión son:
-que pase de una actitud muy tranquila a una muy movida o, al contrario, que si es muy nervioso esté muy quieto.
-que si antes comía poco, ahora ingiera mucha comida; o al contrario.
-que haya perdido el interés por las cosas que antes le gustaban mucho y le emocionaban.
-que ya no desee estar con sus amigos.
-que esté mucho tiempo con pantallas para sentirse bien y evadido de sus problemas.
Cuando unos padres deciden llevar a su hijo a la consulta de un psicólogo, «se trabaja con la familia, no solo con el menor. Es decir, se necesita la implicación de todos, y los progenitores hacen un poco de co-terapeutas ya que les indicamos lo que deben hacer en cada momento según sea el comportamiento del niño, al que le explicamos lo que son las emociones, porqué se siente así y le damos herramientas para dominarse, mejorar sus sensaciones y afrontar esos momentos de decaimiento».
Errores de los padres
Según Álava Sordo, hay muchas ocasiones en que los padres, aunque intentan ayudar a su hijo, cometen errores que perjudican la situación de su hijo. «El mayor de todos es que los padres piensan que como el niño está mal hacen todo lo posible para no verle sufrir, le sobreprotegen en exceso, le tienen entre algodones. Esto, a la larga, perpetúa su depresión porque no le enseña en absoluto a afrontar sus emociones desagradables, no pone en prácticas ciertas herramientas para salir de su situación y no aprende de cara a las dificultades presentes ni futuras. Deben saber convivir con estas emociones y los padres tienen que acompañarles en este proceso».
Respecto a si hay que decirles a los niños que tienen depresión, esta Doctora en Psicología considera que «los menores tienen derecho a saber lo que les ocurre y hay que explicárselo con un lenguaje sencillo acorde a su edad, para que entiendan los motivos de sentirse mal, de los cambios bruscos en su comportamiento y, muy importante, que sepan que estamos a su lado para ayudarles. Sin embargo, es mejor no ponerle etiquetas, no mencionarles que tienen depresión, ya que les condicionará en gran medida.
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El proceso de curación depende del origen de la depresión. «En la mayoría de los casos el problema es que el niño sufre por un mal ambiente familiar (discusiones de los progenitores, violencia doméstica, separaciones mal llevadas de los padres...) o acoso escolar. Estos dos casos son los más complicados. El primer caso porque el niño vive en el origen del problema y, en el segundo, porque hay que acabar primero con la situación de acoso. Sin embargo, en consulta también vemos a menores que tienen aparentemente de todo pero están deprimidos. Estos casos son más sencillos de resolver, tardan menos en curarse», concluye Silvia Álava Sordo.