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Diálogos de familia

Una Madre Molona y Marido: «El castigo con los hijos es un acto de venganza»

Isabel Cuesta y Daniel Pérez lanzan al mercado «Cuentos molones para educar en positivo 2», un libro con el que las familias pueden acercarse a la disciplina positiva y conocer que hay otra manera de educar mucho más efectiva a la tradicional

Ana I. Martínez

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Isabel Cuesta y Daniel Pérez , más conocidos como Madre Molona y Marido, son padres de familia numerosa. Tienen 3 hijos y fue con la llegada del segundo cuando el descontrol se apoderó de su hogar. Los gritos, las rabietas , las amenazas, los celos... comenzaron a formar parte del día a día. Era tal el desgaste que ella fue la primera en plantarse e intentar reconducir la situación. Así es como se inició en la disciplina positiva . El cambio fue notable. Tanto que Daniel decidió seguir sus pasos.

Hoy, esta pareja imparte talleres a todos esos progenitores que, desesperados, buscan mejorar el ambiente en el hogar, de tal manera que las peleas y los gritos dejen de formar parte de la rutina habitual. Quienes quieran acercarse a esta disciplina pueden empezar haciéndolo a través de sus libros « Cuentos molones para educar en positivo », con los que más de un padre o madre se sorprenderán.

¿Qué es la disciplina positiva?

Madre Molona (M.M.): Va mucho más allá de la educación que entendemos como tradicional. No es que se tenga nada en contra de esta pero es verdad que había un sistema mucho más jerárquico, en el que uno mandaba y los demás obedecían. Hoy la sociedad ha cambiado: buscamos más la igualdad y otro tipo de habilidades . Hoy, los padres y madres que quieren seguir con esa tendencia más autoritaria chocan con esta nueva realidad y ven que los niños no hacen caso, no escuchan.

La disciplina positiva no es una manera de educar. Lo que nos ofrece es entender al ser humano , entender el propósito que tenemos cuando llegamos al mundo y el papel que vamos a ejercer a lo largo de nuestra vida. Y cómo podemos ayudar como adultos, como padres y como educadores, a nuestros hijos a pertenecer en este mundo, dándoles buenas habilidades como la cooperación o la responsabilidad, no por la obediencia. El « porque yo lo digo y punto » ya no funciona.

La disciplina positiva huye de los castigos y los premios porque con ellos solo conseguimos que los niños hagan algo a cambio de. Esto es todo lo contrario: busca que los padres podamos ver la esencia del niño y, a través de esas fortalezas, ayudarles a crecer con buenas habilidades para la vida y, a la vez, conseguimos una mejor convivencia familiar . No hay guerras porque no hay luchas de poder . No queremos ganar a los niños, queremos que formen parte del mismo equipo.

¿Tan mal se ha educado o se educa a los niños? Hay quien dice... «yo no he salido tan mal ¿no?»

Marido (M): cada vez que nos dicen esa frase, nosotros contestamos: «Así va el mundo». Como decía Isabel, esto son teorías de principios del siglo XX, pero es verdad que no se implementaron hasta los años 80 en EE.UU. Además, la neurociencia en los últimos 10- 15 años ha cambiado muchísimo y todas las nuevas teorías avalan este tipo de educación porque tienen en cuenta cómo funciona el cerebro inmaduro del niño . Siempre se ha dicho: « hay que castigarle porque así aprende la lección ». Y hoy la neurociencia te dice que no. Ahí, lo que está aprendiendo el niño es a tener miedo y a que haya una ruptura del vínculo y, por tanto, menos confianza con ese referente que somos los padres a la hora de educar a nuestros hijos y de enseñarle habilidades para la vida, porque en esto consiste la educación positiva.

Y el castigo sigue siendo hoy muy común

MM: Lo que más les mueve (a los niños) es el dolor. La gente quiere conocer otra manera de educar no porque se cuestionen cómo puedo ayudarles a crecer porque «yo no he salido tan mal». Es cuando se les va de las manos, cuando ven que no disfrutan de su maternidad, de su paternidad, que están sobreviviendo . Cuando hay ese dolor es cuando uno se replantea las cosas y se plantea buscar otra manera de educar.

«'Hay que castigarle porque así aprende la lección'. Ahí, lo que está aprendiendo el niño es a tener miedo y a que haya una ruptura del vínculo y, por tanto, menos confianza con ese referente que somos los padres a la hora de educar a nuestros hijos y de enseñarle habilidades para la vida, porque en esto consiste la educación positiva», Marido

En los libros habláis de conceptos que quizás a muchas familias les resulte chocante: diferenciáis entre normas y órdenes y de hablar y actuar con firmeza y cariño.

MM: El primer sitio donde aprendemos que hay un orden y una convivencia es en casa. Lo que ocurre es que cuando la norma se impone sin que yo la entienda, sin haberme tenido en cuenta a la hora de elaborarla, puede ocurrir que yo me rebele contra esa norma. Así lo demuestra la neurociencia: el cerebro percibe las órdenes como una amenaza . Por lo tanto, cada vez que damos una orden a un niño, es mucho más fácil que diga «no». A nadie, ni a los adultos, le gusta sentirse sometido. Hay que tenerles en cuenta y diferenciar entre ser un líder o un dictador con ellos. Tampoco significa que tengamos que negociar todo con los hijos pero hay una serie de cuestiones que, entendiendo muy bien el concepto de la pertenencia y utilizando las herramientas no para someter al niño, sino para que participe de esta sociedad que es la familia, para que colabore en la búsqueda de soluciones, para que participe en la elaboración de la norma, al final, el niño va a querer acatarla porque es parte de él, ha participado, entiende que hay lógica y lo ha entendido. Y así es como nos preparamos para la vida. Como padres, no nos interesa que nuestros hijos se sometan a otras personas . Entonces, ¿para qué queremos someterles en casa? ¿Para qué queremos entrenarlos en una obediencia ciega? Eso no les da habilidades para la vida.

M: Y además que va en contra de la naturaleza del ser humano. El cerebro está programado para buscar una lógica y un sentido a todas las cosas. Un niño que actúa por una orden sin entender para qué es algo que va en contra del propio funcionamiento cerebral, porque el cerebro necesita encontrar una lógica, un sentido, y lo que va a hacer es oponerse a esa orden. Y además eso es lo sano. Aún así, los límites y las normas son necesarias para los niños porque les hace sentirse seguros.

También habláis del castigo, soluciones y consecuencias lógicas. En los cuentos vemos que hay que cambiar el concepto y no castigar ni buscar culpables: hay que buscar siempre soluciones.

MM: El castigo es un acto de venganza . Suena muy mal decirlo, pero es así. Nuestros hijos están en edad de equivocarse. La diferencia está en si queremos que aprendan porque lo importante del error no es el error en sí, sino el aprendizaje que sacamos después. Se aprende más de los errores que de los aciertos, por eso este enfoque es muy potente: implicamos al niño en la búsqueda de soluciones. Y aprende mucho más. Además, se produce un arrepentimiento mucho más real.

«El cerebro percibe las órdenes como una amenaza. Por lo tanto, cada vez que damos una orden a un niño, es mucho más fácil que diga 'no'. A nadie, ni a los adultos, le gusta sentirse sometido. Hay que tenerles en cuenta y diferenciar entre ser un líder o un dictador con ellos», Madre Molona

Por otro lado, están las consecuencias. Hay una delgada línea entre consecuencia y castigo. Y en nuestras formaciones lo explicamos: los padres aprenden a diferenciar ambos conceptos. Pero al final se trata de hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo quieres que traten tus hijos a la gente? Así es como tú les tienes que tratar, porque lo van a aprender a través del ejemplo

M:: Nuestros hijos no son una lavadora que llevan un manual de instrucciones y cuando dan fallo buscamos en el libro para dar con la solución. La educación positiva es mucho más que herramientas concretas para que los niños «se porten bien». Hay que entenderlo como una filosofía de vida en la que vamos a cambiar nuestra forma de relacionarnos y de dirigirnos a nuestros hijos.

Y además no es nada fácil. En los cuentos de 'El taburete' y 'Al agua patos' los niños la lían pero la madre actúa de una manera inimaginable

MM: Es muy importante conocerse a uno mismo y saber leer esas señales del cuerpo que te están diciendo que vas a explotar. Si los niños la están liando con algo, es fundamental respirar e incluso decirles: «Mamá está a punto de explotar. Necesito respirar». Sin amenazas. Si los adultos estamos desbordados, tomaremos peores decisiones. Y no le puedes pedir al niño que después de sentir una emoción desagradable, sepa tomar buenas decisiones. Vamos a gritar en algún momento porque somos humanos. La diferencia está en que antes gritaba, ponía orden, se iban a la cama y me sentía culpable. La diferencia ahora es grito, les digo a mis hijos «voy a respirar, chicos». Y cuando me haya tranquilizado, regreso y digo: «Lo siento, mamá se ha equivocado. He gritado porque estoy desbordada. ¿Podéis ayudarme? ¿Qué hemos aprendido de esto?». Así todos aprendemos. Hace falta conocimiento, mucha práctica y entender el error como la mejor oportunidad de aprendizaje.

M: Una frase que puede resumir todo esto es: lo que quieres que aprendan tus hijos, lo tienes que aprender tú primero . ¿Qué ocurre? Que a nosotros no nos han educado en la gestión emocional de esas emociones y confundimos lo que es la emoción que estamos sintiendo con la reacción ante esa emoción. Tradicionalmente, hemos creido: yo me enfado y por lo tanto tengo derecho a gritar. Ahora no es así. Yo me enfado y puedo mostrar enfado sin faltar al respeto a mis hijos, simplemente diciéndoles «Chicos, esta situación no me ha gustado. Estoy enfadado. Voy a tranquilizarme» para poder ser y demostrar la mejor versión de mi mismo a mis hijos , inculcarle los valores y principios que quiero que tengan ellos cuando sean adultos. Como a nosotros no nos han educado así cuando éramos pequeños, es muy difícil que ahora lo sepamos hacer. Lo más importante que vamos a hacer en nuestra vida es ser padres ¿no? Y ¿cómo queremos inculcarles esos valores? Tienen mucho que ver en cómo van a ser nuestros hijos de adulto. Nosotros, con los cuentos, pretendemos simplemente que la gente sepa que hay otra forma de educar, que hay otra alternativa a la educación tradicional, que además hoy en día ni funciona ni va a funcionar, porque la sociedad ha cambiado mucho a cómo eran las familias antiguamente.

«La diferencia está en que antes gritaba, ponía orden, se iban a la cama y me sentía culpable. La diferencia ahora es grito, les digo a mis hijos 'voy a respirar, chicos'. Y cuando me haya tranquilizado, regreso y digo: 'Lo siento, mamá se ha equivocado. He gritado porque estoy desbordada. ¿Podéis ayudarme? ¿Qué hemos aprendido de esto?'», Madre Molona

MM: Queremos conseguir un mundo mucho mejor y estamos todavía diciendo qué mundo les estamos dejando a nuestros hijos. Y la pregunta no es esa. La pregunta es: ¿Qué hijos estoy dejando yo a este mundo para poderlo mejorar? Entonces, si yo ante una dificultad actúo con una serie de características como son el respeto hacia ellos; actúo sabiendo que en caliente no puedo tomar decisiones, que necesito primero coger un poco de perspectiva; si aprendo a preguntar en lugar de dar órdenes; si aprendo a ayudarles a confiar en ellos... Si yo hago eso, nuestros hijos serán personas que van a crecer con buenas habilidades y van a utilizar esta manera en la que les educamos con el resto de personas con las que se relacionen. Por lo tanto, si yo les preparo para cada dificultad, para hacer una evaluación y ver cómo puedo superar esta dificultad, cómo puedo encontrar soluciones sin humillar, sin perder esa autoestima, sin hacerles sentir mal... estamos empoderando a estas personitas y además estamos haciéndoles más humanos, con más sentimiento de comunidad.

Hay otros conceptos que abordáis en el libro y que también es diferente a lo que normalmente solemos ver: los hermanos. En ningún momento, los padres intervienen en peleas, en los conflictos ni obligan a los niños a compartir.

MM: La generosidad no puedes imponerla . La generosidad nace de dentro. Si el niño tiene una mala experiencia de lo que es compartir, vas a conseguir lo contrario de lo que quieres. Entonces, entendiendo cómo funciona el cerebro del niño, vamos a empezar a confiar en ellos y vamos a empezar también a respetar lo que es de ellos. Yo no puedo obligar a mi hijo que tiene un juguete que cuida mucho a dejárselo a su hermano pequeño porque le da un valor. Y su hermano de 4 años no se lo da y va a tener menos cuidado. Yo creo que es muy importante que uno también sepa el valor de lo propio porque también te ayuda a hacerte responsable de lo tuyo y a respetar lo de los demás. Un ejemplo de generosidad es cuando tu hijo te dice: « Toma un gusanito, mamá ». Y nosotros le decimos: «No, cariño, para ti». Lo que tenemos que responder es «Sí. Muchas gracias por este gusanito», porque en el momento en el que ellos quieren compartir sale de su corazón y tú le dices «No». Cuando tú coges ese gusanito y te lo comes, el niño siente esa emoción natural en el ser humano porque ha sido generoso.

M: El problema de obligar a compartir a los niños es que no les estás enseñando un valor como es la generosidad porque lo que les estás enseñando es a obedecerte. La generosidad nace de dentro, porque yo quiero compartir y eso me hace sentirme bien. Cuando tú obligas a tu hijo a compartir, no le estás enseñando. Él piensa «voy a obedecer a mamá, pero yo es que no quiero compartir».

¿Y con las peleas?

MM: Se aprende muchísimo observando. Si tú eres capaz de observar, te vas a dar cuenta de la razón por la que hay una pelea. Puede ser por aburrimiento, por discrepancia, puede ser parte del juego... Hay que diferenciar. Y luego, la pelea más común es la de quiero mantener mi rol en la familia. Si he asumido que soy el «malo», el «chinchón», el que «pincha»... mantego ese rol. Nosotros entendemos que a menor intervención del adulto mayor es el aprendizaje . Hay algo que les falta a nuestros hijos y que nosotros tuvimos y es mucha calle. Antiguamente salíamos a la calle, nuestra madre miraba por la ventana, te llamaba y volvías. Y tú estabas con un montón de niños como tú y cuando había un conflicto, una pelea, no había un adulto que lo resolviera. La calle era una escuela para aprender a resolver conflictos.

«El problema de obligar a compartir a los niños es que no les estás enseñando un valor como es la generosidad porque lo que les estás enseñando es a obedecerte. La generosidad nace de dentro», Marido

M: Todo tiene su límite. Es decir, hay peleas y peleas en las que tenemos que intervenir sin posicionarnos, porque se rebasan los límites con respecto al grado de violencia física como verbal que veamos. Pero en general, la gran mayoría de las peleas entre nuestros hijos tienen mucho más que ver con lo que dice Isabel. El verdadero aprendizaje es que ellos van a ser capaces de resolver sus problemas sin que nadie venga a ayudarles ni a decirles lo que tienen que hacer. Van a saber socializar con otras personas, van a tener que ser compasivos con los demás cuando a lo mejor me he equivocado yo. Les estamos enseñando habilidades para que luego, de cara al futuro, en su vida adulta, ellos sepan solucionar los problemas sin que nadie intervenga.

¿Qué pasa con el «Te lo dije»?

MM: Desalienta muchísimo. Es como una punzada en el corazón, en la autoestima y en todo. ¿Cómo te sentaría que te lo dijeran a ti, que eres adulto? Es que hay que experimentar el equivocarse para poder encontrar ese aprendizaje. Es un poco humillante . Cada vez que decimos esa frase se produce una pérdida de valor o un sentimiento de «no valgo suficiente»y conseguimos que, ese coraje que traen de serie para intentar cosas, vaya mermando. Y llega un momento en el que muchas veces ya no se van a atrever a intentarlo para no recibir esa frase. La alternativa al te lo dije es: ¿Qué hemos aprendido de esto?».

M: Desalienta y además se dirige desde una posición de superioridad. Por lo tanto, si tú eres superior, yo soy inferior. Ese sentimiento lo van a experimentar siempre que le digas esa frase y eso merma mucho la autoestima de los niños.

«El verdadero aprendizaje de las peleas entre hermanos es que ellos van a ser capaces de resolver sus problemas sin que nadie venga a ayudarles ni a decirles lo que tienen que hacer. Les estamos enseñando habilidades para que luego, de cara al futuro, en su vida adulta, ellos sepan solucionar los problemas sin que nadie intervenga», Marido

¿Y con esa filosofía que hoy impera tanto de «sí que puedes hacerlo», «Puedes conseguir todo lo que te propongas»?

MM: Hay una tendencia ahora del positivismo malentendido, que roza la irrealidad y que puede generar mucha frustración en adultos y en niños. Si tú me dices que no hay límites, que tú puedes con todo, es cargarte mucho con una serie de objetivos que va a conllevar un precio muy elevado el cumplirlos. Hay un momento en el que el precio es tan sumamente elevado que es irreal, que te genera frustración. Los adultos nos vamos a la cama frustrados por todo lo que no nos ha dado tiempo a hacer y estamos constantemente en esa rueda. Nosotros proponemos sustituir las alabanzas, el «tú puedes con todo», «tú eres el mejor», por el aliento, que nace de dentro, sin presiones. «Si lo intentas lo puedes conseguir», dejando así la puerta abierta al error y sin tener esa adicción al refuerzo externo . Así, cuando llegue la adolescencia, momento en el que tienen mucho más peso sus iguales, sus amigos, si están acostumbrados a recibir esa aprobación externa, van a tener muchas más papeletas de tomar decisiones negativas.

M: Se trata de que hagan las cosas no para quedar bien con sus amigos o para obedecer al líder del grupo, sino porque yo considero que eso es lo correcto, aunque no sea lo que los demás esperan de mí. Y eso en la adolescencia, por ejemplo, es súper importante.

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