Conversaciones de mayores de ABC y la Fundación «la Caixa»
«Cuando se une la energía de la juventud con la sabiduría senior, es la bomba»
En el encuentro de ABC y la Fundación »la Caixa» se matizó que el talento «no tiene ni edad ni género»
«No se puede comer lo mismo a los 40 años que a los 65»
El talento es innato, no tiene edad ni género. Al menos así se manifestó en el encuentro Conversaciones de Mayores de ABC y la Fundación »la Caixa», celebrado bajo el título: 'Talento senior y emprendimiento'. El economista jubilado y actual presidente de la Asociación Senior Empresa Sureste de Murcia, Juan Pedro Huertas, matizó que todos tenemos talento en mayor o menor medida, en un segmento, en un sector, o para algunas cosas. «Se nace con él, se tiene, se adquiere. Lo que ocurre es que esa habilidad hay que mimarla, enseñarla y practicarla. Si no, se pierde».
José Ruiz, que ha trabajado en banca 35 años y desde su jubilación es voluntario en actividades para mayores y jóvenes en la Fundación »la Caixa» y en la Universidad de Murcia a través del Aula Senior, destacó que el hecho de que el talento no tenga edad es un matiz muy importante «porque puede aparecer en cualquier momento de nuestra vida, y en las personas mayores no es una excepción».
En su turno de palabra, María Puchades, docente jubilada y en la actualidad voluntaria del programa de acogida a emigrantes y de actividades intergeneracionales del Centro Social de Personas Mayores Murcia II, apuntó, no obstante, que el talento hay que descubrirlo. «Hay personas mayores que piensan que no lo tienen. Están equivocadas, sí disponen de él. Para descubrirlo deben reflexionar sobre sus gustos, sus apetencias, sus hobbies... En definitiva, concretar sus aptitudes y actitudes, unido a lo que les llama la atención, a lo que están dispuestas siempre a hacer, a colaborar socialmente… y, además, hay que comunicarlo, darlo a conocer. Uno de los grandes problemas es que no se hace visible y, de esta forma, no puede ser valorado por los demás. Aportar al entorno es muy gratificante».
Y es que el talento y emprendimiento en las personas mayores tiene un gran valor personal. «Yo me siento muy satisfecho –confesó Juan Pedro Huertas– cuando realizo tareas que me aportan y sé que ayudo a los demás. A lo largo de nuestra vida, sin darnos cuenta, recopilamos vivencias, experiencias, situaciones y las vamos metiendo en nuestra mochila. Son un tesoro. Y se le llama tesoro porque es algo muy preciado y que normalmente estaba escondido en una isla y había que ir a buscarlo. Todos nos enorgullecemos, en mayor o menor medida, de nuestra experiencia. Y ese talento sólo sirve si somos capaces de mostrarlo y lograr que los que nos rodean se puedan beneficiar de él, porque es lo que aporta el verdadero valor, no solo a nosotros, sino a los demás algo que, al final, revierte en nosotros. Cuando estás rodeado de alguien que efectivamente se aprovecha de tu experiencia, de lo que has vivido, le sirve y lo desarrolla, de alguna forma esa persona es más feliz. Y cuando vives en este ambiente, la felicidad es mayor, se contagia».
José Ruiz añadió que «si yo soy especialista en temas financieros quiero trasladar mis conocimientos a mi entorno. Nuestra experiencia y habilidades como personas mayores, al hacer un bien a los demás, nos llena. Cuando hacemos voluntariado, asesoramos a jóvenes en institutos… recibimos una respuesta muy positiva. Sin duda, mi autoestima aumenta cuando traslado este conocimiento a los que me rodean».
Durante el encuentro se advirtió que «el talento no tiene que ver con que la personas tengan o no estudios, ya que muchos mayores –matizó Huertas– no han tenido oportunidad de recibir formación académica o universitaria y, sin embargo, destacan por sus grandes habilidades». José Ruiz añadió que «aunque el mayor no disponga de títulos puede apoyarse en otros que sí los tienen. Para eso hay asociaciones a las que acudir».
En femenino
En lo que sí matizó María Puchades es en que «se valora de forma distinta el talento femenino del masculino, ya que se destaca menos. Muchas mujeres se han dedicado a la familia y la casa, una labor esencial que requiere gran talento. Pero su valoración es baja. El famoso techo de cristal que existe en todos los ámbitos, aunque cada día menos». En este sentido José Ruiz apuntó que el talento no tiene género, «lo tengo clarísimo, lo puede tener una mujer igual, o mejor, que un hombre». «El problema –lamentó Puchades– es que se le da menos visibilidad».
Puchades manifestó, además, que el talento senior está desaprovechado. «No se aprecia la experiencia que tenemos. Y es un tesoro que enriquece a todos, y a las generaciones más jóvenes sobre todo. El sistema no está por la labor. Hoy nadie quiere ser aprendiz de nada cuando hacen falta muchos aprendices. Y para que los haya tiene que haber maestros. Los mayores lo son».
Puntualizó que el problema no acaba aquí. «Cuando una persona ha trabajado 40 años y tiene su pensión de jubilación, como se le ocurra trabajar en algo haciendo mérito de sus habilidades, su jubilación disminuye. ¡Pero vamos a ver! –exclamó Puchades–, si tengo talento y quiero exportarlo, ¡no me dejéis sin medios económicos! Tenemos lagunas muy grandes».
Seguir siendo útiles
En la misma línea se manifestó José Ruiz al destacar que las empresas, tanto privadas como públicas o incluso organizaciones, «subestiman la experiencia y habilidades de los mayores. Pero sí creo que se está mejorando: hay un intento por borrar la idea errónea de que el valor profesional disminuye con la edad. Se tiene en cuenta que los mayores que han sido válidos puedan volver a ser útiles mediante salidas escalonadas, jornadas laborales partidas, jubilaciones progresivas… Cuando se une la energía de la juventud con la experiencia y sabiduría senior, eso es una bomba para una empresa».
Para impulsar el talento de los mayores, José Ruiz destacó, entre otras iniciativas, los programas de mentoring intergeneracional en los que los profesionales mayores comparten su experiencia; una formación continua, para mantenerse actualizados en aspectos como la tecnología; que las empresas reciban recursos o microcréditos; fomentar redes empresariales senior e, incluso, gratificaciones, que no siempre deben ser económicas como pueden ser los premios o menciones…
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Juan Pedro Huertas concluyó asegurando que se está evolucionando positivamente en lo que a las relaciones intergeneracionales se refiere. «Lo que ocurre es que intentamos que los jóvenes tengan el mínimo tropezón en su vida, tendemos a minimizarlo, que en su caída se hagan nada más que una herida en la rodilla, que no se abran la cabeza, pero hasta que no sufren un fracaso, no aprenden. No solo vivimos de los éxitos, tenemos que aprender de los fracasos. Y los mayores sabemos que es así. El senior le va a enseñar, además de ser su paño de lágrimas, cómo ganar en paciencia, en caché, a reconducirlo, reanimarlo y volver a ponerlo en el camino. ¿Hay algo más bonito que eso?».
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