Conversaciones de mayores
«Las personas que viven solas, y no desean estarlo, no lo expresan»
En la cita de ABC y Fundación «la Caixa»quedó patente que la soledad es un tabú al creer que es un fracaso personal
«No se puede comer lo mismo a los 40 años que a los 65»
El colectivo de personas mayores en nuestro país representa el 19,1% de la población y se estima que entre las que superan los 65 años, la soledad tiene una prevalencia de hasta el 40%; es decir, afecta a 3,6 millones de ciudadanos. Detrás de casi todas estas cifras hay duras historias personales que, en ocasiones, rozan, incluso el abandono en la última etapa de la vida.
'¿Es la soledad un tabú?'. Bajo este interrogante se ha celebrado una nueva edición de Conversaciones de Mayores, un encuentro de ABC y Fundación «la Caixa» en el que Francesc Torralba, escritor y catedrático de Filosofía de la Universitat Ramón Llull de Barcelona, apuntó que, efectivamente, se trata de un asunto del que parece que es mejor no hablar «puesto que las personas que viven solas, y que no desean estarlo, prefieren no expresarlo».
Apuntó durante la cita online que la soledad «ha existido siempre», pero lo que ocurre en la actualidad es que «la mayoría de las personas vivimos cada vez más en grandes urbes muy masificadas, lo que no significa que haya más comunidad y más vínculos. Todo lo contrario. Uno se puede encontrar muy solo aunque esté en el metro, en la Puerta del Sol de Madrid o en la Quinta Avenida de Nueva York, porque hay una experiencia de despersonalización, de masificación, de pérdida del yo. Y eso es lo que experimentan muchas personas, que a pesar de vivir en una gran aglomeración, se sienten solas por la carencia de vínculos afectivos. Eso sí que es muy nuevo y aquí está la clave porque cuando uno tiene un ser amado, un amigo, un compañero... tiene lo fundamental. La cuestión –matizó– no es tanto la cantidad de vínculos, de seguidores o followers, sino la calidad de los vínculos. En cuanto alguien que te aprecia te reconoce, te escucha, te pregunta cómo te encuentras, la soledad desaparece».
De la misma opinión se manifestó Elvira Gómez Ruiz, de 79 años, quien a pesar de tener dos hijos y vivir con su marido, confesó sentirse sola. «Siempre he sido muy activa y he trabajado mucho. Tenía amigas pero nos fuimos distanciando por nuestras obligaciones diarias. Ahora mis hijos son mayores, ya no viven en casa y, como mi marido, cada uno tiene su vida. Lo he pasado muy mal. Cuando nos hacemos mayores es como si volviéramos un poco a la infancia y necesitamos más cariño, atenciones, llamadas, visitas de los hijos...».
La manera de salir del pozo en el que se sentía fue apuntarse a diferentes talleres y jornadas del programa Siempre Acompañados de Fundación «la Caixa». «El día que voy me levanto con ilusión, como si fuera una cría, pensando en vestirme y arreglarme para salir. Allí hablo con otras personas y he hecho amigas, lo que me hace volver a casa feliz».
Distinto es el caso de Isabel Carvajosa, jerezana de 73 años, que se quedó sola después de separarse en 1996 de su marido. «Me separé enamorada y toqué fondo porque no quería ver a nadie. Fue una etapa muy dura», reconoce. Considera que aunque ella eligió vivir en soledad, «nadie debería vivir solo, aunque diga que está bien así. A mí la sociedad me ha impuesto esta forma de vivir porque, además, con tanto avance tecnológico a la gran parte de los mayores nos están apartando a un rinconcito. Al vivir en esta soledad impuesta, ahora valoro mucho cuando un vecino me saluda o me pregunta si necesito algo, porque el ser humano también es muy solidario».
La cuestión es que hoy, según Francesc Torralba lo que prima en los individuos es tener una agenda muy llena. «Es algo muy valorado, de tal modo que la persona que, incluso libremente opta por la soledad, aunque sea para estar un fin de semana solo, parece que le pasa algo, que está en un proceso de depresión. Sorprende a todos porque el valor reinante es la conexión y la interacción con los demás. Y es verdad que el ser humano es un ser social por naturaleza, que necesita vínculos, pero también necesitamos de vez en cuando estar en soledad».
«Cuando alguien quiere estar solo trata también de ocultarlo porque da la impresión de tener una vida de fracaso y frustración»
En opinión de este experto, en ocasiones se demoniza la soledad, «pero, en su justa medida, es muy positiva porque permite valorar, ordenar ideas, planificar, crear, tener momentos de introspección, de una reflexión de primer orden, ya que vivimos en un mundo donde actuamos de manera automatizada. En nuestra sociedad lo que prima y lo que se valora por encima de todo es la conexión con los demás. Y por eso, –incide– cuando alguien quiere estar solo, trata también de ocultarlo porque da la impresión de tener una vida de fracaso y frustración».
Una epidemia
Francesc Torralba advierte de que «la soledad no buscada es una epidemia, aunque lo positivo es que en nuestro país, al igual que en otros de nuestro entorno, se ha puesto de manifiesto que existe este diagnóstico, lo que ya es mucho».
Desde su punto de vista, para mejorar la situación lo que hace falta es, en primer lugar, reforzar a las organizaciones no gubernamentales para dar visibilidad a la enorme labor de acompañamiento que están llevando a cabo.
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También considera esencial apoyar la gran tarea de alfabetizar tecnológicamente a las personas mayores, «que tienen el mismo derecho que todo ciudadano de disfrutar de las ventajas de la era digital. Del mismo modo, hay muchas organizaciones que pueden hacer mucho más por los mayores, como ya se está haciendo, por ejemplo, desde la universidad al acercarles al mundo del saber y el conocimiento. Tiene que ser una labor de todos buscar soluciones porque la soledad impuesta no nos puede ser indiferente. La indiferencia es el mal», concluye.
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