La vida loca de Liz
Mala salud de hierro y corazón a juego. Nunca es tarde, piensa Liz Taylor, para vestirse de novia

Laura Valenzuela, de 79 años, preguntaba el otro día a los periodistas por qué no le inventan un novio. Elizabeth Taylor, de 78, no puede quejarse de lo mismo. Eso sí, ella se quejaría en Twitter, su vía de comunicación habitual. A través de su perfil DameElizabeth desmintió (en abril) que se fuera a casar con Jason Winters, uno de los propietarios de la agencia Sterling Winters y representante de Janet Jackson. «Los rumores sobre mi compromiso simplemente no son ciertos. Jason es mi manager y querido amigo. Lo quiero con todo mi corazón».
Era la segunda vez que se la casaba con Winters. La primera fue en 2007, cuando la prensa británica publicó que la pareja había pasado unas vacaciones en Hawai. La tercera ha venido de un portal de internet. Ahora que está retirada y, como mucho, presta su voz, la actividad de la legendaria actriz consiste en escribir en el Twitter, dar fiestas benéficas, hacer críticas cinematográficas (sobre «This is it»), operarse, estar a punto de morir, desmentirlo, nadar entre escualos (pero en jaula, como Richard Dreyfuss en «Tiburón») y en que le cuelguen novios y futuros maridos.
Lista de bodas
Si se casa, sería una actividad que no practica desde los 90. Para la prodigiosa actriz (véase «De repente, el último verano»), que anda una muesca detrás de las copas de Europa del Real Madrid, sería su novena boda. En su haber, dos Oscar, siete maridos, ocho casamientos, un marido muerto (con luto corto) y siete divorcios. Ya se sabe que reincidió con Richard Burton. La lista Taylor es la que sigue: Conrad Hilton Jr., hijo del senior, que se casó con Zsa Zsa Gabor; el actor Michael Wilding, con el que tuvo dos hijos; el productor Mike Todd, el único que la hizo viuda y con el que tuvo una hija; el cantante Eddie Fisher, que estaba casado con Debbie Reynolds y era el mejor amigo de Mike Todd; Richard Burton, con el que adoptó una hija; el político John Warner, que sería elegido senador con ella al lado (y eso que fue su etapa de gorda despeinada), y, finalmente, el constructor/albañil Larry Fortensky, de deslumbrante corte de pelo en melena de fantasía al que conoció cuando ambos estaban ingresados en la clínica Betty Ford, y con el que se casó en Neverland, la casa de Michael Jackson, en una boda por todo lo excesivo. Todos blancos. Si se anima, Jason Winters sería su primer marido negro.
Turbante de luxe
De lo que se ha publicado, lo más llamativo no es si se casa o no se casa con este señor. O si el señor es o no homosexual (esto la emparenta con Sara Montiel, la duquesa de Alba y Liza Minnelli), sino lo que va a llevar el día de su boda. Un turbante. Como Moratinos. Bueno, un turbante de luxe. La web que ha publicado que se casa, «Bang Showbiz», ha hablado con Keith Holman, el diseñador del turbante y el vestido, que sería un kaftán. La pieza para la cabeza dicen que cuesta 2,3 millones de euros porque está coronada con dos diamantes de cuarenta kilates y un pedrusco adicional de treinta kilates, además de cosillas de platino, oro y plata. Algo que no impresiona mucho si se asocia a Elizabeth Taylor, que ha lucido La Peregrina, la perla que perteneció a Felipe II.
«Es algo absolutamente espléndido, una pieza única, irrepetible», dice Holman. Para que todo sea más irrepetible, en la historia también aparece la ultraoperada madre de Sylvester Stallone, amiga de Liz, que asegura que el lugar de la boda es secreto y así se mantendrá hasta el último momento. Mientras sea secreto y no mentira…
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