La mudanza inacabada de los Franco en el pazo de Meirás
Los Martínez-Bordiú tenían un doble propósito desde verano: llevarse todo lo que pudieran del pazo y dejar constancia del empeño de su madre por rehabilitarlo tras el incencio de 1978
Un par de mandos a distancia y varios juegos de llaves reposaban sobre una mesa frente a la puerta de la cocina del pazo de Meirás el pasado miércoles. La visita exclusiva de este periódico a la residencia estival de la familia Franco estaba a ... punto de terminar y Jaime Martínez-Bordiú , nuestro anfitrión, despachaba con Carlos (el guardés) antes de subir al coche para dirigirse a La Coruña. Tenía hasta las dos del mediodía para acudir al despacho de la procuradora a la que debía entregar las llaves del pazo, que al día siguiente ella depositaría en el juzgado. A partir de ese momento -ya el jueves- Meirás pasó a ser propiedad del Estado .
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A excepción de Jaime y su pareja, Marta Fernández , ninguno de los hermanos Martínez-Bordiú han pisado Meirás en la última semana. «No ha ido nadie por razones evidentes : para ellos el espectáculo que se ha montado alrededor de este asunto es francamente desagradable», cuenta un amigo cercano a los nietos de Francisco Franco. Asegura que ellos «han cumplido con la obligación que tenían», pero les ha parecido «vergonzosa e innecesaria» la foto del jueves en el pazo de la titular del Juzgado de Primera Instancia número 1 de La Coruña, Marta Canales, entregando las llaves a la Administración General del Estado.
«Estamos desolados, pero conmigo no van a poder. Eso te lo aseguro, vamos a dar toda la guerra que podamos », comentó Jaime Martínez-Bordiú el miércoles. De momento, en un plazo de 20 días, el abogado de los hijos de Carmen Franco Polo, Luis Felipe Utrera-Molina , va a recurrir la sentencia ante la Audiencia Provincial para que tumbe estas medidas cautelares y así sus clientes puedan llevarse lo que queda en el pazo.
«Dejar el pazo vacío»
Desde el pasado 2 de septiembre y hasta el 8 de noviembre -cuando la periodista Carmen Duerto publicó que los Martínez-Bordiú ultimaban los preparativos de una mudanza en Meirás para la que necesitaban 50 camiones-, los hermanos sí acudieron ocasionalmente al pazo. Podían hacerlo porque hasta el miércoles Meirás seguía siendo su casa. Ese día, menos en las estancias principales -las que se podían visitar todos los viernes desde 2011- estaba todo más o menos recogido. Aún así, la sensación al recorrer las más de diez habitaciones privadas del pazo era la de una mudanza inacabada : con la ausencia de muchos objetos de decoración, alfombras enrolladas , muebles arrinconados y cerámicas en lugares donde no correspondían. «Todo lo que hay dentro del pazo es suyo y se podrían haber llevado lo que les hubiera dado la gana », afirma una amiga cercana a la familia. Y añade: «Lo de los 50 camiones fue la excusa para poner vigilancia en el pazo, pero la Abogacía del Estado ya sabía, porque ellos lo habían comunicado, que necesitaban un plazo para llevarse todas sus cosas».
Entre los Martínez-Bordiú existía un doble propósito desde que conocieron la sentencia a principios de septiembre. Sabían que estaban obligados a entregar el inmueble y que la ley les permitía sacar todo lo que había dentro, por lo que «tenían la intención de dejar el pazo vacío» . En Meirás ha quedado lo imprescindible y le han hecho saber a la juez que, ya que en teoría se pueden llevar todo lo que no comprometa a los usos futuros del inmueble ni que afecte a la significación del pazo como Bien de Interés Cultural (BIC), que les diga lo que sí se pueden llevar . De momento no les ha dejado tocar nada. De hecho, allí siguen los trofeos de caza de Francis Franco y algunos cuadros y muebles de Casa Cornide, la otra residencia que tienen en La Coruña. Se lo podrán llevar todo, pero todavía tendrán que esperar. «Si la Abogacía o la juez cree que el cepillo de dientes de Franco es significativo, que lo digan y ellos lo dejarán. Partiendo de la base de que ellos consideran que todo lo que hay ahí es suyo, lo que demandan es saber lo que se pueden llevar y lo que no», apostilla la misma fuente.
Los Martínez-Bordiú también querían que quedara constancia de cómo quedó el pazo tras el incendio de febrero de 1978 y de cómo está ahora. Y del empeño sentimental y económico de su madre por recuperarlo. Dicen que cuando se incendió nadie se preocupó de reconstruirlo; pero tienen la sensación de que desde la rehabilitación todo el mundo lo quiere. «Me queda la nostalgia de saber que siempre nos juntábamos todos aquí. En los últimos años de mamá, veníamos todos y nos turnábamos para estar con ella», afirmó Jaime Martínez-Bordiú esta semana. Meirás fue al casa que Carmen Franco Polo sentía como propia: «Porque El Pardo no era su casa y Hermanos Bécquer solo era su piso en Madrid».
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