Marisol: Cincuenta años de la creación del mito
El biógrafo de Marisol repasa la carrera y la vida la estrella que hace ahora medio siglo «firmó» el contrato con el productor Goyanes que convertiría a Pepita Flores en un icono aún fascinante
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Nadie podía imaginar que aquella niña malagueña, nacida un 4 de febrero de 1948 en una familia humilde, se transformaría, de la noche a la mañana, en un icono del cine infantil y juvenil de los años sesenta. Su simpatía, su arte y su belleza la convirtieron en una niña distinta, aunque a ella no le guste reconocerlo.
Eran muchas las cualidades de Pepita Flores para triunfar con mayúsculas. Todo el fenómeno que significa Marisol, todavía centro de atención, a pesar de su decisión irrevocable de separarse de la vida artística, se gesta en las manos de su abuela Victoria, que le enseña sus primeros pasos de baile y que influye, decisivamente, en la predisposición de nuestra estrella hacia la esencia del arte.
Después de una brillante colaboración con los Coros y Danzas, donde se convierte en protagonista en cada actuación, Marisol, entonces Pepita, comienza a llamar la atención de los medios hasta que en una aparición televisiva sorprende a Mari Carmen Goyanes, hija del productor Manuel Goyanes, que le comenta a su padre que, quizás, ella fuese la protagonista que estaba buscando para sus películas. No se equivocaba. Goyanes consigue localizar a la familia de la niña y después de tratar de convencerles por todos los medios, y de hacerle a la pequeña todas las pruebas de cámara posibles, alcanza su propósito. La carrera de Pepita Flores, que pasará a llamarse Marisol, ya estaba en sus manos mediante un contrato en exclusiva que le convertirá en multimillonario. La luz de las tierras malagueñas desapareció para las retinas de esta cría, que muy pronto se convertirá en la hija y la hermana soñada de las familias de medio mundo.
A partir de ahí nada sería fruto del azar. Marisol recibe clases de todo tipo con los mejores profesores para convertirla en la nueva estrella del cine español. Aquella primera película, «Un rayo de luz» supera todas las expectativas. Desde el estreno de la cinta, Marisol, acapara las portadas. Un complejo «merchandising» comienza a funcionar, y la estrella realiza una promoción mundial de la película sin precedentes. Libros, cromos, muñecas, cuadernos, recortables y un innumerable listado de objetos que reproducían la imagen de la estrella infantil abanicaban un mundo de fantasía, acogido con el beneplácito de grandes y pequeños. América le abría los brazos, y la actriz actuaba después de los estrenos y creaba tumultos en los aeropuertos de los países a dónde llegaba. Televisiones, entrevistas y centenares de sesiones fotográficas, en algunos casos bajo la óptica genial de Cesar Lucas, hacían que la vida cotidiana de la pequeña se alejara, radicalmente, de la de otras niñas de su edad. Los rodajes se sucedían y llegaba la confirmación del mito: «Ha llegado un ángel» y una afrodisíaca oferta de la productora americana Columbia que pretendía comprarle el contrato en exclusiva a Goyanes. La respuesta fue negativa por parte del productor, ¿cómo dejar escapar aquella bendición? Marisol se alegra ahora de aquella decisión: «Si mi carrera fue complicada con un productor español, que sería si la hubiera llevado una productora americana...» El torbellino de su vida giraba sin parar entre autógrafos, clubs de fans, aviones y más aviones, y la mirada atenta de su madre que era testigo de cómo su niña se convertía en ídolo de masas.
Con la película «Tómbola», Marisol cierra su ciclo de estrella infantil y comienza una nueva etapa al cumplir quince años con «Marisol rumbo a Río». La taquilla sigue respondiendo y la que era niña deseada se convierte en la novia ideal. Continúan las giras mundiales y llega «La nueva cenicienta», dirigida por Sherman y coprotagonizada por Antonio, con el que se le atribuyó un romance que nunca se produjo. Marisol crecía y su voz adquiría un registro todavía más personal que la alejaba de Deanna Durbin, pero que la unía al arte más profundo y visceral.
Japón se rinde a los pies diminutos de la estrella que canta con las mejores orquestas y que, una vez más, convierte en oro todo lo que toca. No sabremos nunca que sentía, realmente, aquella adolescente que sólo quería ser una chica igual que todas. Una chica a la que le habían robado su infancia y sus ratos de juego a cambio de un éxito clamoroso. ¿Merecía la pena? Probablemente la respuesta será negativa para unos pocos, pero había que seguir y rodar: «Búsqueme a esa chica» con un Dúo Dinámico que no estaba a la altura, y «Cabriola», dirigida por el tan descafeinado Mel Ferrer, esposo por aquel entonces de Audrey Hepburn, que enseñó a Marisol a maquillarse, y otros títulos que fueron testigos del crecimiento de Marisol como artista y como mujer.
Sin embargo, era necesario un cambio drástico y continuar una ascendente carrera internacional. «La Corrupción de Chris Miller», dirigida por Juan Antonio Bardem, fue el vehículo que se utilizó para iniciar otro tipo de despegue que no acabó de cuajar. Ni siquiera el reparto internacional encabezado por la fría Jean Seberg estuvo acertado. «La chica del Molino Rojo» o el «Poder del deseo» fueron otros de los títulos de los años setenta en los que Marisol ya quería ser Pepa, y en los que su carrera caminaba por otros derroteros lejos de la tutela de Goyanes, de la que le había costado tanto trabajo despegarse.
Mario Camus fue el director que consiguió ofrecernos lo mejor de Pepa Flores. «Los días del pasado» es, sin ninguna duda, el mejor trabajo de una actriz ya inmensa en una importante búsqueda personal, y que acompañada por Antonio Gades, consigue ofrecer lo que todos esperábamos de ella como actriz adulta. Después de otras colaboraciones, Pepa, protagoniza la serie «Proceso a Mariana Pineda», muy criticada a pesar del excepcional trabajo de la actriz malagueña. Marisol quiere alejarse del mundo artístico sin tener en cuenta las constantes propuestas que siguen llegando, y los grandes éxitos musicales. La llamada de su Málaga natal comenzaba a ser incesante, y el deseo de paladear la arena en comunión eucarística, le hacían caminar hacia esa privacidad soñada que anhelaba desde hacía más de 25 años. Pepa rueda su última película, «Caso Cerrado», solamente por colaborar con un proyecto en el que cree, en contra de los numerosos problemas económicos que existen para financiar la cinta.
Y es que Pepa ha sido siempre muy generosa. Una mujer hasta las trancas que sabe lo que merece la pena, que se entrega a sus amigos, al amor, al deseo de sentirse querida por los suyos, sin temor a rechazar, este mismo año, un contrato de más de un millón de dólares para volver al cine con una productora americana. Si, Pepa, no te olvidamos, pero entendemos que, como los privilegiados, has elegido lo que significa saber vivir.
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