Chris Stewart: «La Alpujarra es gloria bendita»
Siguiendo la estela de aquellos popes británicos de la hispanomanía de los siglos XIX y XX -George Borrow, Richard Ford o Gerald Brenan-, Chris Stewart ha alumbrado «Entre limones. La historia de un

Siguiendo la estela de aquellos popes británicos de la hispanomanía de los siglos XIX y XX -George Borrow, Richard Ford o Gerald Brenan-, Chris Stewart ha alumbrado «Entre limones. La historia de un optimista» -traducido a doce idiomas y ahora por fin al español-, donde glosa 18 años de su vida en La Alpujarra granadina después de mandar a la porra el rock -o al revés, que lo mismo da- y hacer de su capa un sayo. Y luego, de esta guisa, contar al mundo -especialmente al anglosajón que le mira muerto de envidia- que «la gloria bendita» está en el Mediterráneo, aunque te coman las moscas, y que el sueño de vivir en el paraíso es posible, ahí, en este Sur español donde vive entre montañas salvajes junto a su mujer, Ana, su hija Chlöe, sus ovejas y frutales, y un loro misántropo, muy maleducado por cierto, que no para de interrumpir nuestra conversación.
-¿Por qué un tipo como usted recaló en un sitio como este?
-Cuando tenía 21 años, hace ya 30, vine a España, a Sevilla, a estudiar guitarra durante un año y me encantó Andalucía, me enamoré de todas las cosas de España. Entonces soñé con poder vivir algún día aquí. Volví a Inglaterra y 17 años después me acordé del sueño pendiente. Entonces, mi mujer y yo buscábamos acometer una vida con retos frente a la agradable y aburrida existencia que llevábamos en nuestro país.
-¿Cuestión de valor o locura?
-Por supuesto, de lo segundo. Valor ninguno porque en definitiva nosotros estábamos huyendo.
-Antes fue cronista de viajes por casi todo el mundo. ¿Qué encontró en España que no halló en otros países?
-A los españoles. Su manera de vivir. Cada país es único, pero éste es singular en su propia identidad y aquí me siento muy en casa. Me encanta Inglaterra para ir de visita pero ya nunca podría vivir allí después de hacerlo frente al Mediterráneo. El paisaje de Inglaterra es una maravilla de verde, de bosque, de pequeñas colinas, pero España es grandiosa, majestuosa. Una de mis pasiones son las montañas y mi casa está al pie del Mulhacén. Vivimos en terreno casi salvaje, algo muy difícil en una Europa donde casi todo está urbanizado y lleno de autovías. Cada día cuando me levanto, veo lo que me rodea y me inundo de optimismo. Y no me harto nunca. Es gloria bendita
-¿Y qué fue de la música? ¿No volvió a tener trato con sus antiguos compañeros Peter Gabriel y Tony Banks?
-Sí, de vez en cuando hablo con ellos. La verdad es que la parte de mí que se involucró con la música era la del escolar, con 17 años, porque «Genesis» era un grupo de colegio. Yo era el batería, grabé con ellos el primer disco y luego me echaron por una buena razón: era muy malo. Pero no cambiaría, ni regalada, mi vida por la suya.
-Hay muchos libros que animan a los lectores a cambiar de vida. ¿Qué tiene diferente su historia de optimismo?
-Nunca he tenido la intención de pontificar y he usado el humor como el arma más potente.
-¿Qué diferencia a un «viva la virgen» de un optimista?
-Hay que ser medio bobo para llevar la vida que yo he elegido. Además, vivo con mi mujer que es pesimista-realista, una combinación que se da mucho entre las parejas y que funciona estupendamente... a veces. En nosotros así es, porque si no mis sueños románticos nos habrían llevado a la ruina. Pero además ella es demasiado... no pesada... -pesada sí, por supuesto-, ¡sensata! Porque, al fin y al cabo, las responsabilidades siempre caen en los hombros de la mujer. Cuando compré el cortijo no la avisé porque si se lo hubiera dicho no lo hubiera hecho.
-¿Y qué hubiera sido de usted si no se riera tanto de si mismo?
-Nada, eso también es una cosa muy británica. He elegido este camino porque tiene que ser tremendo tomarse así mismo muy en serio cuando no eres el genio más brillante del mundo.
-Reivindica una vuelta al campo, ¿puro snobismo o cree que ahí está el futuro?
-Uy. España va un paso por detrás del norte de Europa, donde la gente se ha hartado de la vida urbana regresando a una vida que aparentemente promete algo más profundo y más satisfactorio en el campo. Eso que se denomina la «ola verde» ya ha pasado allí, pero aquí no ha llegado aún porque la población rural está aún en el primer paso, yéndose a las ciudades.
-Si su libro no se hubiera vendido como churros, ¿habría podido vivir del campo?
-Con mucha dificultad. Lo hicimos durante los primeros diez años, pero yo tenía que salir a Suecia a esquilar ovejas. También tuvimos una casa de inquilinos. La agricultura pequeña es muy difícil y cada año vemos a un montón de gente que se rinde y se marcha a la ciudad, porque el esfuerzo es muy grande y los precios son muy bajos y con muchos intermediarios. Tenemos naranjos, aceitunas, ovejas... Comemos como dioses y nos gusta vivir en el quinto pino. Pero lo que para nosotros es la gloria para otros sería una pesadilla.
-A la vista del precio del cordero lechal una esperaría que vivieran como reyes. ¿A cuánto lo vende?
-Un cordero lechal se vende en las tiendas a 50 ó 60 euros y no puedo negar que si fuera así realmente tendría usted razón... La despoblación rural de España y de Europa me da pena, porque en La Alpujarra, por ejemplo, la belleza viene de la combinación de tierra salvaje y cultivos, pero se vuelve un desierto porque no hay gente para mantener las acequias, los frutales se secan, todo se cae porque nadie está interesado en la agricultura y todos lo están en el turismo, pero los turistas dejarán de venir cuando la agricultura se haya muerto definitivamente y todo esto ya no sea tan bonito.
-Compró un cortijo en medio de la montaña, sin luz, ni agua, y dijo que la vida no podría ofrecerle nada mejor. Exactamente, ¿qué es para usted vivir bien?
-Hay que tener en cuenta que el cortijo tenía una ventaja enorme: era barato. Nadie lo quería, así que lo compramos por menos de 5 millones de pesetas. Tiene 70 hectáreas y tenía dos casas, tenemos agua y frutales... Pues para nosotros era un regalo. El ser humano para vivir feliz sólo necesita una familia y un naranjo. Pero eso del naranjo lo pienso ahora, porque antes pensaba que sólo bastaba una mujer... será la vejez.
-¿Es cierta la mística de Las Alpujarras o cree que es camelo?
-Exactamente. Ya me conoce. Yo en los años 70 era hippy y así me he quedado, pero soy un poco más pragmático que todos estos que creen en las hadas porque llevo muchos años siendo agricultor.
-Disculpe la ignorancia, ¿qué tiene de atractivo esquilar ovejas?
-Supongo que parece extraño y se nota que usted no ha esquilado a ninguna. Esto forma parte de la magnífica organización del mundo donde hay un sitio para los que se sienten fascinados por esquilar ovejas y para los que lo están por el periodismo, o el arte... Cuando tenía 21 años no sabía lo que iba a ser de mi vida. Mi padre era un hombre de negocios y yo no podía diferenciar una vaca de una oveja, pero descubrí el campo y me enamoré, aunque siempre lo hice fatal. Y así llevo 30 años siendo un agricultor pésimo, pero vivo encantado.
TEXTO: VIRGINIA RÓDENAS FOTOS: ELEANOR BENTALL
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